Se inició como caricaturista en los años cincuenta y luego se desarrolló en Ediciones Torino: aquel legendario semillero de donde salieron revistas como El Conventillo de Don Nicola , La Barra de Pascualín, Afanancio, Capicúa e Historias Tangueras, creada y dirigida por Mazzeo. Fue asiduo colaborador de los diarios La Prensa, Democracia y otros del interior. Trabajó con Dante Quinterno en Patoruzú semanal, en Anteojito y en publicaciones del espectáculo y deportivas. Fue fugaz protagonista de fotonovelas e incursionó en el dibujo animado brevemente, con Hanna Barbera.
Creó el Gauchito y El Cuervo, las mascotas del club San Lorenzo de Almagro. Tuvo trato cotidiano y fue amigo de muchos de los hombres más representativos del tango y el dibujo de los años cincuenta y sesenta en adelante. Desde hace un par de décadas, ejerce la docencia en la escuela del maestro Garaycochea. Confiesa tres pasiones: el dibujo, el tango y el fútbol, es hincha de San Lorenzo de Almagro.
Más allá de los adjetivos que su labor le supo conquistar, tal vez el título que mejor le sienta es el de ser un porteño cabal.
La Anécdota “Durante esos cinco años, de 1962 a 1967 me vinculé a grandes maestros del tango. Recorrí todas las radios haciendo canje: yo les pasaba avisos a sus programas y ellos me publicitaban la revista. Luis Rodríguez Armesto acuñó una frase que se hizo popular: “Quién dijo que el tango es triste”, lea Historias Tangueras. El era poeta, locutor y animador. Un tipo macanudo.”