El grupo escultórico Canto al Trabajo ubicado en Paseo Colón e Independencia del Barrio de San Telmo, es una obra y extraña y conmovedora a la vez. Trabajada en bronce sobre un pedestal de piedra, representa la pura y primitiva exaltación al trabajo.
Encabeza la marcha una familia (el hombre, la mujer y los niños) seguido de un grupo de hombres aparentemente jóvenes que simbolizarían en conjunto, el esfuerzo colectivo.
El grupo arrastra una enorme piedra.
Desde la desnudez de los cuerpos hasta la elementalidad de la piedra bruta, nos insinúa una visión del trabajo en condiciones idílicas, puras; aquellas que tantos reformadores sociales habrán soñado.
La expresiva naturalidad de los rostros y las dimensiones casi humanas de las figuras contrastan vivamente con aquellas esculturas ciclópeas aplastantes, que por la misma época puso de moda el realismo socialista para exaltar la Revolución Rusa; eran piedras gigantescas de rostros severos y miradas perdidas en un horizonte histórico.
Por eso, es quizás esa mezcla de sencillez y humanidad que se desprende del Canto al Trabajo, lo que más conmueve a quien lo contemple.
En 1937 fue trasladado de la Plaza Dorrego en el mismo barrio (Defensa y Humberto 1º) a su actual emplazamiento; a las puertas de la otrora dinámica zona portuaria y a poca distancia de la sede de la Confederación General del Trabajo (CGT).
El autor de la obra fue Rogelio Yrurtia, un hijo de vascos nacido el 6 de diciembre de 1879.
Hizo sus primeras armas en un taller de imágenes religiosas cuando todavía era un chico.
Se capacitó con el maestro Correa Morales a los 20 años gracias a una beca otorgada por el Estado pudo viajar a Europa a estudiar con reconocidos maestros galos.
En París expuso en el Salón Nacional de Artistas Franceses con un gran éxito de público y crítica.
Regresa a Buenos Aires y en 1907 el Municipio Porteño le encarga la construcción del Canto al Trabajo.
También el gobierno nacional se interesa por sus obras y le encomienda el monumento a Manuel Dorrego; actualmente emplazado en Viamonte y Suipacha y paralelamente ejerce la docencia en la Academia Nacional de Bellas Artes y en la Escuela Superior de Bellas Artes.
Luego sigue la construcción del mausoleo de Bernardino Rivadavia en Plaza Miserere y otras obras significativas.
Pero su vocación plástica no se agota en la escultura, aunque fuera la actividad donde más se destacó.
La pintura y el grabado de medallas fueron también, otras tantas betas donde se manifestó su talento.
Rogelio Yrurtia es probablemente uno de los pocos artistas que tuvo un temprano y merecido reconocimiento internacional y también en su propia tierra, como lo prueban la cantidad y la importancia de las obras que se le encomendaron.
Sus creaciones ya son parte indiscutida del paisaje ciudadano y patrimonio cultural de Buenos Aires, con un valor artístico incalculable.
Yrurtia falleció en Buenos Aires el 5 de marzo de 1950.
Fotos de Susana Mulé