Una Maldición Dolarizada
Cuando un debate político, económico o cualquier tipo de discusión gira sobre la función que debería cumplir el Estado, ubica al tema en cuestión en un lugar aislado de la concepción política de los que rigen en ese momento el destino del país. Suele estigmatizarse su rol, poniendo como ejemplo el mal desempeño de empresas, en otros tiempos estatales, que se destacaron por su ineficiencia y pésimo servicio.
Esos argumentos apelan al mal recuerdo que tenemos los argentinos de los sinsabores que pudimos haber tenido producto de alguna mala experiencia vivida por la burocracia, o la falta de solución que nos resolviera un determinado problema técnico y que se extendía absurdamente en el tiempo.
Por casos podemos tomar como ejemplos cuando se solicitaba una línea telefónica, situación que después de muchos años al final terminaba involucrando negociaciones con el encargado de instalar el, ya para ese entonces, maldito y deseado aparato. Este hecho sumaba otro argumento como prédica anti estatal, la palabra corrupción que, como acabo de señalar, involucraba también a los trabajadores no jerárquicos de las empresas. También podemos recordar las denuncias por el poco control de la mercadería que transportaban los trenes o la mala atención de Segba para solucionar algún reclamo etc.
Los actuales críticos al rol del Estado en la actividad económica, suelen recurrir a estos argumentos afirmando que mientras mayor sea su participación en la misma menos será el desarrollo del país, y en ese debate no solamente condenan su injerencia activa sino también como regulador de los desequilibrios ante los abusos que el poder económico, como en todos los países capitalistas y si el gobierno lo permite, ocasiona.
En los diagnósticos hechos por los economistas mencionados que toman como ejemplo el mal funcionamiento al que llegaron las empresas cuando pertenecían a la órbita del Estado , no tienen en cuenta la historia que llevó a esa situación y para tratar de entenderla, lo mejor es referirnos a los funcionarios de la cartera de economía que ejercieron desde 1955 hasta la vuelta a la democracia plena.
Para ello sin entrar en ningún tipo de valoración sino exponer el pensamiento de cada uno, haré una sucinta reseña de sus propuestas y las medidas que se implementaron en cada gestión y así tener elementos para poder sacar una conclusión.
El Aumento del Endeudamiento es Directamente Proporcional al Default
A tal fin empezaré con el contador Eugenio Blanco quien fuera Ministro de Hacienda del dictador Pedro Eugenio Aramburu. Asumió en noviembre de 1955, recibió un país desendeudado, con 371 millones de dólares de reserva.
Toma créditos por U$S700 millones y en 1957, en apenas dos años, se va dejando al país en default con una deuda de U$S 1800 millones por lo que el gobierno instauró un régimen de control de cambio, prohibiéndose la transferencias de divisas al exterior y se limitó la compra de dólares a 50 por mes mediante declaración jurada. Primarizó la economía llevándola a depender de la comercialización de granos y carnes manejadas por grandes empresas extranjeras. Cualquier parecido con lo vivido en diferentes momentos de nuestra historia reciente, no es mera coincidencia.
Le siguió Roberto Verrier del cual, fuera de decir que continuaba con las ideas liberales, mucho más no hay para agregar ya que duró en el cargo exactamente dos meses y un día, siendo remplazado por Adalberto Krieger Vasena. La gestión de este acompaño el resto de lo que le quedaba al gobierno de Aramburu es decir poco menos de un año, en ese tiempo gestionó el ingreso de Argentina al FMI, institución en el cual luego fue funcionario.
A Krrieger Vasena le sucedió Emilio Donato del Carril, pero ya desempeñándose durante el gobierno de Arturo Frondizi propulsor del desarrollismo. Este economista fue partícipe activo de la escisión de Frondizi de la UCR y en su paso por el Congreso como diputado en el gobierno de Perón fue un activo opositor y sobre todo a la Reforma Constitucional de 1949.
Asumió el cargo de Ministro de Economía en mayo de 1958 y en octubre del mismo año participó en la reunión anual del FMI en donde le solicitó al Secretario del Tesoro de EEUU Robert Anderson apoyo para obtener créditos. Finalmente en diciembre se firmó un acuerdo con el organismo para la obtención de 750 millones de dólares, en el que se incluían cláusulas que no se dieron a conocer.
Estas cláusulas exigían el despido del 15% de empleados públicos, paralización total de obras públicas, privatización de empresas estatales, reducción y venta de frigoríficos y cierre masivo de ramales ferroviarios, restricciones crediticias, aumento de precios y congelamiento del salario mínimo por dos años.
El epílogo de la historia fue una brutal devaluación de 110% en un año y el despido de 5000 trabajadores del frigorífico Lisandro de la Torre tras su privatización y luego por supuesto una terrible represión a la protesta que originó las medidas.
Inversamente Proporcional al Desarrollo del País
Continuando cronológicamente con esta sucesión de funcionarios de la cartera económica le toca el turno al capitán Alvaro Alsogaray en la gestión de Arturo Frondizi . Por su activa participación contra el gobierno de Juan Perón, ni bien tomó el poder la autodenominada “Revolución Libertadora” lo premió con diferentes puestos, primero subsecretario de Comercio y después Ministro de Industria. Recién en 1959 llegó al cargo de Ministro de Economía del presidente “desarrollista”.
La implementación del denominado Plan Larkin en referencia al general estadounidense con el que Alsogaray lo había acordado, implicaba abandonar el 32% de las vías férreas, el despido de 70.000 trabajadores, y reducir a chatarra todas las locomotoras a vapor, 70.000 vagones y 3 mil coches.
Una huelga de 41 días a la que se sumaron 200.000 trabajadores, que luego fueron sometidos al Código de Justicia Militar conocido como el plan CON.INT.ES impidió que se implementara en su totalidad, pero no pudo evitar que dejaran de funcionar prácticamente todos los servicios del ex Ferrocarril Provincial de Buenos Aires, los ramales del ex Ferrocarril Patagónico, los del Ferrocarril Central de Chubut, del Ferrocarril Roca y líneas restantes.
Luego de dos años de llevar a cabo medidas que sumieron al país en una inmanejable crisis social, entra en escena para completar el debilitado gobierno de Frondizi, otro exponente del liberalismo, Roberto Alemann, con las mismas recetas de siempre: achichar el estado, no participación del mismo en empresas de servicios, reducción del déficit fiscal, flexibilización laboral, apertura de la economía etc.
Por supuesto todo terminaba de la misma forma, llamando a economistas de relleno para finalizar el ya desgastado mandato y para que el próximo “cambio de gobierno” pudiera oxigenarse y seguir implementando las mismas políticas económicas.
Es así que en el término de un año se sucedieron cuatro ministros en la cartera económica, el primero correspondía todavía a la gestión Frondizi, y los otros tres al gobierno de Guido. Como dato de color podemos mencionar que entre estos últimos estaba Federico Pinedo quien ocupó el puesto del 6 de abril de 1962 hasta el 25 de abril de 1962, un ciclo demasiado corto pero no obstante 18 días más que su nieto en la presidencia de la Nación. También cabe destacar la vuelta al Ministerio de Alvaro Alsogaray para prestar sus servicios a quienes habían derrocado al presidente Frondizi para el cual también había servido, algo difícil de entender pero teniendo en cuenta las causas del derrocamiento de Perón no tan difícil de explicar.
Krieger Vasena, Alvaro Alsogaray, Roberto Alemann, representantes del poder económico, influyeron en el poder militar desde el inicio del golpe de 1955 por lo tanto en todos los sucesivos gobiernos, incluyendo a los civiles, ocupando o no funciones ministeriales. Pero a esta tríada se le suma un economista antes de que llegara el gobierno el Dr. Arturo Illía, José Alfredo Martínez de Hoz.
Demás está aclarar cuál era su orientación económica ya que es el que más fresco está en la memoria de los argentinos, pero no por la gestión recién mencionada sino por su reaparición durante la dictadura del general Jorge Rafael Videla. Una muestra de la influencia de estos economistas mencionados en el párrafo anterior en la economía de nuestro país desde el año 1955 es que todos repitieron el cargo incluso durante la última dictadura iniciada en el año 1976 hasta el retorno de la actual democracia.
Durante la presidencia del Dr. Arturo Illia inexplicablemente el primer ministro de economía fue Eugenio Blanco quien, como vimos al principio, lo fue también durante la dictadura de Aramburu, y lo más inexplicable fue que contaba en su curriculum un default, entre otras cosas.
Lo sucedió Juan Carlos Pugliese que le dio a la economía un perfil más industrial sobre todo en el rubro manufacturero , logrando aumentar significativamente las exportaciones, como así también logró reducir 25% la deuda externa en el término de dos años.
Pero claro, esto tampoco figuraba en las bases programáticas de la “Revolución Libertadora”. La Argentina hasta el año 1955 había experimentado un desarrollo fabril tan fuerte que ya estaba incursionando en la industria pesada, así que, si los fundamentos que originaron el golpe militar hubieran tenido la intención de llevar al país al concierto de los países desarrollados de occidente hubieran respetado lo que hasta el momento se había logrado, corregir lo que estaba mal y así seguir avanzando.
Es así que se produce un nuevo golpe militar a un gobierno civil posibilitando al General Juan Carlos Onganía tomar el poder y concretar así su objetivo que venía pergeñando desde hacía ya un tiempo, desarrollando negociaciones con un sector del sindicalismo y algunos dirigentes del peronismo.
Ni bien asume la presidencia del país nombra como titular de la cartera económica a Jorge Nestor Salimei. Este funcionario era un importante empresario dueño de la mayor productora de alimentos en ese momento denominada Sasetru. Dentro de sus medidas no estuvo vedado el intervencionismo estatal en la implementación de una política monetarista gradual para controlar la inflación y la persistencia en el control de cambios, por lo que se podría decir que su gestión no estaba orientada hacia el liberalismo clásico. .
Pero, como para certificar nuevamente el origen de los fundamentos económicos y corregir el mínimo desvío de los objetivos liberales que hacía ya once años se habían instalado en el país, el ministro Salimei comenzó a recibir un furibundo ataque comandado por un personaje que, a pesar de sus dos nada exitosas gestiones (según el cristal donde se mire) en la cartera económica, nunca perdió su influencia, estamos hablando del inefable Alvaro Alsogaray.
El enfrentamiento que llevó seis meses hasta lograr el remplazo del ministro de economía, tuvo su origen por las medidas económicas mencionadas, pero también por la oposición de Salimei a que Alsogaray, en ese momento embajador en EEUU, lleve adelante una acuerdo con este país para traer inversores, atentando contra los intereses “patrióticos” de don Alvaro como ya lo había demostrado como ministro de Aramburu.
El deseo de Onganía de quedarse por cuarenta años en la presidencia y su relación con el sector sindical lo había llevado a tomar algunas medidas para congraciarse con el movimiento obrero dejando de lado el espíritu liberal del poder económico, pero este estaba siempre atento, dispuesto y preparado a corregir cualquier desviación del objetivo principal, motivo por el cual no tardó en aparecer en escena , seguramente a instancia de don Alvaro , nuevamente Adalberto Krieger Vasena , para así volver a las fuentes , las misma que a él también lo habían llevado a ser ministro de economía de Aramburu.
En su reaparición podríamos hablar de un Krieger Vasena recargado, traía consigo temas pendientes de su anterior gestión que no tardó en llevarlos a cabo, a saber: suspensión de los convenios colectivos de trabajo, ley de alquileres que facilitaba los desalojos, suspensión de los aumentos de salarios por 2 años como también suprimió disposiciones que protegían a productores de Chaco, Tucumán y Misiones.
La implementación de estas medidas trajo como consecuencia la disminución de la producción agrícola, la crisis del sector industrial, la reducción de reservas y el aumento de la importación de combustibles un 300%, a lo que se sumó una devaluación que inexorablemente perfilaba hacia un aumento de la inflación.
Todas estas complicaciones económicas junto al rechazo a la política represiva llevada a cabo en el ambiente universitario, fue gestando una conmoción social que desembocó en lo que se dio en llamar el Cordobazo , por lo que el gobierno, para descomprimir la situación y pretendiendo reconstruir la relación gremial, realizó cambios entre los cuales remplazó al ministro de economía nombrando a José María Dagnino Pastore en su lugar.
Si bien la orientación económica de Dagnino Pastore no se podría encasillar en una concepción nacional y popular, tampoco representaba el liberalismo ortodoxo. En las causas que influyen en la inflación que venía castigando la economía del país, sorpresivamente la atribuye a la alta participación de empresas extranjeras que habían destruido el mercado de capitales, por lo cual se proponer fortalecer la empresa privada nacional aumentando la participación de éstas en los proyectos de desarrollo de industrias de base.
Las decisiones tomadas generan en el mercado desconfianza y comienza a producirse un éxodo de capitales extranjeros como mensaje de disconformidad ante las medidas implementadas y con la eterna amenaza del aislamiento.
Estas señales en medio de una creciente presión de la militancia política para que Perón volviera al poder, fue acelerando los tiempos de finalización de las dictaduras militares que no solamente perdían ante la dinámica voluntad política mayoritaria sino también la confianza y el apoyo de quienes hacía 16 años los habían ayudado a llevar adelante lo que ellos autodenominaron “Revolución Libertadora” y que ahora se había dado en llamar “Revolución Argentina”.
A pesar de esto y ante el futuro inmediato que todos auguraban, las sucesivas dictaduras de Levingston y Lanusse llevaron adelante algunas medidas de dudoso tinte popular intentando frenar lo inevitable, pero la presión que sufrían para el regreso de Perón, terminó obligando a Lanusse a convocar a elecciones sin la proscripción del Justicialismo.
La llegada del peronismo al poder, representado en un principio por Cámpora cuya gestión duró dos meses y medio para luego ser remplazado por el mismo Juan Domingo Perón, estuvo signada de convulsiones políticas producto de la competencia por quedarse con la conducción del movimiento ante la posibilidad que su creador, por su avanzada edad, no le permitiera seguir.
Cámpora nombra como ministro de economía a José Ber Gelbar un hombre que nada tenía que ver con los representantes de lo que se denomina el “establishment” , un empresario cuyo comienzo en la actividad económica había sido como vendedor ambulante y su paso político como miembro del Partido Comunista Argentino, algo que podía ser posible solamente con el paraguas de Perón.
La gestión de Gelbard acompañó las presidencias de Cámpora, pero la también efímera de Raul Lastiri, la de Perón y parte de Isabel Perón. Una batería de medidas fueron aprobadas en el Congreso como por ejemplo, entre otras: Ley de creación de la Corporación para el desarrollo de las PYMES, impuesto a la renta potencial de la tierra, Ley de Represión penal para defraudaciones fiscales, Ley de regionalización de Directorios del Banco Nación y Banco Nacional de Desarrollo, Ley de creación del Instituto Nacional de Vivienda de Interés Social, Ley de uso de tierras aptas para explotación agropecuaria etc.
Para finales de 1974 con una fuerte presencia de políticas públicas la desocupación había caído al 2,5% del 6,1% que arrastraba desde 1972 como así también la inflación del 79,6 % de ese año disminuyó al 30,2 %. El PBI creció del 3,5% al 6,4% en ese mismo período, las proyecciones económicas del plan Gelbard contemplaban entre otras cosas una distribución del ingreso en beneficio de la clase trabajadora para el año 1980 del 58%.
Todo esto lo hacía viable el inmenso poder que tenía Perón luego de su aplastante triunfo electoral, a pesar de las tensiones internas del movimiento en las cuales participaban la juventud, el gremialismo y el siniestro poder de Lopez Rega, lucha que se desata ni bien se produce la inesperada muerte del líder del peronismo.
La debilidad política de Isabel Perón que hizo inmanejable el conflicto, aumentó el poder de López Rega lo cuál presagiaba un ataque al plan económico que haría imposible de sostenerse en el futuro, motivando así la renuncia del Ministro Gelbard, a dos meses de la desaparición física de Perón.
Tras la debacle producida como consecuencia del plan económico implementado por Celestino Rodrigo quien ocupó el ministerio de economía en la parte final del gobierno de Isabel, y que generó una inflación incontrolable que dio origen al nombre de “el rodrigazo” aceleró el proceso que venía gestándose en los cuarteles militares.
Y Directamente Proporcional a la Disfunción del Estado
La crisis internacional de energía que afectó el precio de los combustibles más el ataque especulativo que desestabilizaban los precios y el creciente aumento de la violencia por parte de los que se sentían herederos de Perón, aumentó el malestar social precipitando el final, a la par que agazapados en las trincheras golpistas y contribuyendo al clima violento, lo militares preparaban su plan para asumir los destinos del país.
A partir de la asunción de la dictadura militar, mientras asolaba al país una represión sin límite también se llevaba a cabo el ansiado plan de destruir el rol del estado y dejar librado al mercado el funcionamiento de la economía. Figuras que habían ejercido en el pasado reciente comenzaron a aparecer nuevamente como José Alfredo Martinez de Hoz, Roberto Alemann, Jorge Wehbe, José María Dagnino Pastores con sus ya conocidas fórmulas.
Sin la existencia de una fuerza que se opusiera a los abusos de la dictadura cívico-militar, se llevó adelante lo que hacía 21 años el poder económico liberal trataba de imponer a pleno en la sociedad: apertura indiscriminada de la economía, libre comercialización de monedas extranjeras, deterioro de salarios como variable antiinflacionaria y el abandono definitivo de las empresas que funcionaban bajo la órbita del estado. Esto último tuvo como consecuencias una profunda y generaliza corrupción, en la cual participamos todos a tal punto de tener que sobornar, como se señaló al principio, a un empleado de esas empresas para que atienda nuestros pedidos y reclamos. .
Las consecuencias de lo mencionado anteriormente fue un endeudamiento externo en el término de 7 años de U$S 45.000.000.000 iniciando la mayor fuga de capitales hasta ese entonces conocida, como así también las empresas de servicio suficientemente deterioradas por sus vaciamientos , la falta de inversión y el descontrol en la gestión, que dio paso a una terrible presión para que se concreten sus respectivas privatizaciones y que , para sorpresa de todos, todas y todes, pasado poco más de seis años llevó a cabo el ex presidente Carlos Menem, pero esa es otra historia.