…»ni en el llegar, ni en el hallazgo, tiene el amor su cima, es en la resistencia a separarse en donde se le siente, desnudo, altísimo, temblando…» Pedro Salinas
En las relaciones de pareja se reeditan los vínculos primitivos, o sea, la forma en que cada uno intente formarla, dependerá de la experiencia vivida frente a la pareja de sus padres.
En esa experiencia amorosa, se muestran los recursos que cada uno dispone en las vicisitudes del encuentro con el otro.
Como todas las relaciones humanas, las relaciones de pareja son complejas.
Se espera un vínculo de ayuda mutua, que debe desplegarse con plenitud y libertad.
Un grupo de dos. En su constitución se trata de uno, en unión con un semejante, que es diferente.
Dos que hacen un nosotros, donde el espacio propio se transforma en común. Para soportar y soportarse en la pesada carga de lo incompleto.
Poder estar juntos sin perder lo singular. Juntos pero separados, y contenidos ambos. Disfrutando la armonía y soportando la desarmonía que todo lazo conlleva.
Porque una crisis en la pareja no siempre significa el término de una relación. Es una oportunidad para estudiar los errores cometidos.
Pero así como se depositan las mayores esperanzas de felicidad, puede ser una de las formas de mayor desilusión y desengaño, promoviendo situaciones de angustia.
Si se mantiene cada uno en lo suyo, se pierde el entramado del vínculo.
Si exacerban las subjetividades con la ilusión de libertad, el espacio vincular queda desierto, sin proyección común.
Es la comunicación lo que consolida una unión fuerte, y la falta de ella, el fracaso de la pareja.
Son las ruinas de odio, y los absolutos sacrificios del amor los que nos deja exhaustos y son ninguna clase de porvenir. Difícil equilibrio.
Lic. Hugo Funes – Psicólogo REDBA