Mucho antes que la electrónica se apoderara del tiempo libre de los chicos, los juegos tenían mucho de creatividad espontánea. Hay entretenimientos que en Buenos Aires cruzaron siglos, como la costumbre de caminar o correr golpeando una varilla de hierro contra las rejas de los balcones, para arrancarle sonidos. Es fácil imaginar la opinión de los vecinos mayores sobre éste divertimento, en las tórridas siestas de los veranos virreinales.
Sin contar los universales “mancha”, “escondida” y otros, los años incorporaron el aro de hierro guiado por una vara, el fútbol en cualquier espacio libre y con sus propias reglas según el ámbito: así conocimos el “frente a frente”, jugado en la calle de vereda a vereda y por parejas; el “loco”, que consistían en una pelota con tres jugadores, con uno de ellos al medio y el “jueguito” que consistía en mostrar la destreza individual con la “redonda” que en general era de goma. Todos éstos juegos podían hacerse en casas más o menos amplias, pero cuando se desarrollaban en la calle, era otra cosa; la calle era el mundo, un escenario poco menos que infinito. Así veíamos en particular a los varones, liberando adrenalina con el agotador “vigilante – ladrón”; más conocido como el “vigi – ladrón.” Había que correr cuadras y cuadras hasta atrapar al “ladrón” y ganar el juego. También las carreras con cubiertas de autos viejas, era un clásico que inquietaba a las señoras que mientras lavaban la vereda, veían pasar raudamente sobre las limpias baldosas, un neumático casi siempre embarrado o con rastros de grasa de taller. Las chicas practicaban la sedentaria “rayuela”, “el elástico,” “saltar la cuerda” o el “pisa – pisuela”, mientras tal vez a pocos metros, un grupo de caballeritos libraba un encarnizado duelo de “bolitas” en la improvisada cancha cuyo centro era el hoyo de la baldosa agujereada, o una carrera de autitos de lata o plástico, cargados de masilla o plastilina para hacerlos más pesados y aumentar la inercia en las pistas dibujadas con tiza o un trozo de ladrillo o carbón. La calle era el espacio del gran juego.
Pero a pesar de la enorme variedad de opciones que tenían los niños para divertirse, a algunos no les alcanzaba. Entonces surgían otras ideas más peligrosas, pero compensadas con la emoción del riesgo. Una de ellas era patear los tachos de basura que los vecinos depositaban en sus puertas para ser retirados por los recolectores, antes que se implementara la obligación de embolsar los residuos. Otra, la que se llevaba las palmas en cuanto a las adhesiones que sumaba, era tocar los timbres de las viviendas y escapar. Esta modalidad tenía sus categorías: no era lo mismo tocarle el timbre a una viejita cuya reacción se reducía a algunos insultos, que hacerlo con algún vecino con fama de malhumorado o de aquellos dispuestos a vengar la afrenta. También era común “agarrar de punto” a alguna casa y enloquecer a sus habitantes con el timbreo y la fuga, hasta que eran reemplazados por nuevas víctimas.
Es probable que el hostigamiento exista desde que se inventaron los timbres, ya que todas las generaciones al menos desde el siglo XX al presente, se vieron tentados por el timbreo sin motivo y con el sólo afán de molestar. Cuando se generalizaron los edificios de propiedad horizontal en los barrios, los lustrosos tableros metálicos del portero eléctrico, hicieron la delicia de los pibes y revitalizaron la antigua travesura. Muchos de esos episodios terminaban en la comisaría; ya fuera porque el damnificado identificaba a los pequeños vándalos o porque el hecho derivaba en peleas entre los padres de los niños y el vecino afectado. En el siglo XXI la molesta práctica es conocida entre los menores como el “ring raje”. Ejemplo de las derivaciones insospechadas de esa travesura aparentemente inocente, es lo que sucedió en julio de 2007 en la ciudad de La Plata. Un vecino jubilado, aparentemente víctima cotidiana del “ring raje” practicado por un grupo de alumnos de una escuela vecina a su casa, persiguió a los chicos y capturó a quien se reconoció como culpable. El irascible anciano lo llevó en forma forzada al responsable, un alumno de 11 años, hasta su casa donde lo obligó a barrer el patio como castigo por el timbreo padecido.
El virtual secuestro del menor fue advertido por sus compañeros quienes dieron aviso a personal del colegio. Dos preceptores se dirigieron a la casa en cuestión para rescatar al jovencito, pero su dueño no respondió a los llamados. Acto seguido, los frustrados rescatistas, se dirigieron a la comisaría más cercana donde radicaron una denuncia.
Personal policial procedió a liberar al menor y detener al anciano durante 24 horas. El improvisado secuestrador fue puesto en libertad mientras se desarrollaba el proceso judicial bajo la acusación de privación ilegal de la libertad.
Al margen de los trastornos que provoca a los vecinos, el ring raje goza de buena salud.
Testimonios
Sin Metejones me Muero”
El idilio sigue intacto. Alejandro Dolina va y viene de Buenos Aires a Córdoba con la persistencia de un novio entusiasmado y no niega que haya algo de verdad en el asunto. Es más, lo confirma. Dice que vuelve para ver a una novia y después se ríe como si fuera el ring-raje. Dolina presentará este viernes, en La Vieja Usina, el espectáculo El Bar del Infierno, un estreno para Córdoba.
–¿Le preocupa el paso del tiempo?
–Siempre me preocupó. Desde chico veía a mi abuelo y calculaba que se iba a morir y esa noticia me estropeaba la vida. Hay una cosa metafísica y filosófica más profunda. No puedo disfrutar de nada pensando que todo es efímero. La decadencia es espantosa y la muerte es peor, la de uno y la de los que uno ama. Es el sentimiento trágico de la vida, en algunos casos se da con muchísima fuerza y en otros casi nada. Hay personas que viven el presente de un modo tan intenso que se diría que más que filosófico es que no tienen la posibilidad de la reflexión. Son los que viven la vida de un modo casi animal.
–No es su caso
–Claro que lucho contra eso, imagínese que no me paso todo el tiempo pensando en que me voy a morir, soy un tipo más bien divertido (otra vez, la risa de ring-raje).
Por Celina Alberto -22-11-05 – calberto@lavozdelinterior.com.ar
Monzó preocupado:
«Si seguimos así, en vez de timbreo vamos a hacer ring raje»
El Gobierno apartó de la toma de decisiones a Emilio Monzó, tercero en la cadena de mando presidencial, porque cuestionó que el rumbo de la administración de Mauricio Macri estaba volcado más al marketing que a la política.
“Si seguimos así en vez de timbreo vamos a hacer ring raje”, repite el presidente de la Cámara de Diputados. La agencia DyN publicó un cable con implacables conceptos de Monzó que LPO chequeo con el entorno del diputado y ratificó en buena medida.
La Política Online – 02-09-16
A Macri no le dio ni para el ring raje
Tras una semanas en la que pagó un alto costo político por el escándalo del Correo y por su intento de bajar las jubilaciones, el Presidente suspendió «por razones climáticas» el timbreo que iba a realizar con Vidal y Michetti en Areco. Sí salieron de recorrida otros macristas como Pinedo, quien contó que le dicen «volvé, con tal de que se vaya Macri».
La lluvia le jugó una buena pasada a Mauricio Macri. O mejor dicho, el pronóstico de lluvia. Tras su reaparición ante los periodistas en la Casa Rosada después de haberse guardado una semana por el escándalo del Correo Argentino, el Presidente dijo que hoy encabezaría un timbreo, pero no lo hizo: suspendió por “razones climáticas” su salida por San Antonio de Areco, donde a la hora en que estaba previsto su arribo empezaba a despuntar el sol, luego de una lluvia que no fue de la magnitud que se vaticinaba. El error de los pronosticadores le vino bien a la luz de lo que contó Federico Pinedo, quien sí fue a poner la cara en Ensenada. “Hay gente que no nos quiere”, confesó el senador y reveló que hay personas que, bromeando con su fugaz desempeño al frente de Ejecutivo, le han dicho “Volvé Pinedo, con tal de que se vaya Macri, vos sos mejor».
18-02-17 – Página 12