Cuando Raúl Alfonsín asumió el gobierno en diciembre de 1983, llegaba investido de una enorme autoridad política: la que le otorgaban los millones de votos obtenidos en las urnas dos meses antes y que lo legitimaban como el primer presidente de la recuperada democracia. Se sumaba otro dato; ser el primero en derrotar al Justicialismo en una elección.
Otra decisión histórica como la de ordenar el procesamiento de los militares acusados de violar los Derechos Humanos, elevó su imagen a niveles inéditos.
El contenido del voto radical en 1983, es sumamente complejo, pero hay que destacar la preponderancia que encarnaba el sector autodefinido como “progresista” del centenario partido. Marcelo Stubrin, Leopoldo Moreau, Juan Manuel Casella, Federico Storani, Enrique Nosiglia, Facundo Suarez Lastra, Changui Cácers son algunos de los nombres mas destacados de la “Coordi”, (Junta Coordinadora Nacional).
Por afinidad política e ideológica, se convirtieron en la referencia juvenil del Alfonsinismo.
Moderados, sobrios, prolijos se mostraron como la contracara de la turbulenta militancia setentista.
Franja Morada, expresión universitaria del radicalismo, fue uno de los puntales militantes de los nuevos y oficialistas aires que campeaban en el partido de Alem e Yrigoyen.
En esos primeros meses de hegemonía alfonsinista, parecía impensable alguna crítica al flamante presidente. Mucho menos cuestionar desde el punto vista ético, alguna decisión política.
Algo pasó en el medio, para que algunas paredes, años más tarde, aparecieran estampadas con esa infamante leyenda: “Alfonsín transó”; para colmo, firmada por radicales. Con toda la carga que para los argentinos tiene ese verbo.
La declaración de “La Franja” que finalmente apoyó el compromiso de su jefe, incluye la pretensión de que el gobierno menemista “de garantías claras de que desea avanzar en el pacto y discuta todos los aspectos de la reforma”.
Lo que sucedió en el medio tiene distintas valoraciones: leyes del perdón para los militares procesistas, hiperinflación, renuncia anticipada y finalmente, el pacto con Menem que le permitió a éste avanzar en la reforma constitucional y obtener un nuevo mandato.
En diciembre de 1993, en los días del mentado pacto, mucha agua había corrido bajo los puentes de la política Argentina.