Probablemente los juguetes sean tan antiguos como la humanidad. Es razonable pensar que los chicos jugaban con lo que tuvieran a mano, como lo siguen haciendo hoy. Hay restos y testimonios hallados en distintos continentes y culturas que así lo demuestran.
Los juguetes evolucionaron acompañando el desarrollo de las sociedades; ya que el juego no es otra cosa que una representación de la realidad, de las relaciones de las personas con sus pares y con su entorno. Y en algunos casos como en muchos juegos de mesa, con la presencia misteriosa del azar en las reglas.
El juego de construcción denominado Meccano, aparece en Liverpool (Inglaterra) en 1901.
Consistía en una cantidad de piezas metálicas formadas por varillas perforadas, tornillos, tuercas, ruedas y otros accesorios, que libradas a la creatividad del niño (en muchos casos también de los adultos) se transformaban en obras de ingeniería de todos los rubros.
Los chicos de Buenos Aires igual que los de otras ciudades del mundo y del Interior argentino, se acostumbraron a ver en las vidrieras de muchas jugueterías, puentes, vehículos y otras obras del ingenio humano. Una multitud de pequeñas piezas metálicas atornilladas, cobraban formas familiares o derivaban en figuras y artefactos de utilidad desconocida, dejando claro que las posibilidades de combinar piezas eran casi infinitas.
Esa materia más allá del carácter lúdico, tenía un sentido educativo, estimulaba la imaginación y entrenaba en la resolución de problemas prácticos. Además de la creatividad, la paciencia era otra virtud que Meccano ponía en juego. Serio competidor de los soldaditos de plomo, las bolitas, el balero, las muñecas de las chicas en muchos casos, y otros juegos históricamente dominantes, varias generaciones cultivaron las delicias del Meccano.
En las décadas de 1940 y 1950 debido a la sustitución de importaciones, la industria juguetera argentina tuvo su hora de gloria y la empresa local Exacto comienza a fabricar Meccano. En lo años ‘80 quiebra la firma británica y los nuevos dueños estadounidenses, desautorizan a los fabricantes nacionales el uso de la marca. Desde 1920 el juego se había expandido en España, luego en otros países europeos y en EE.UU.
Ya en el siglo XXI, Meccano se ofrece también en su versión de plástico. Por su condición de juego de construcción, podría vincularse a otros como Jugar Armar, Rasti, Lego o Mis Ladrillos.
Este último junto a otros de su tipo, cubrió una época de la niñez argentina. En 1953 se inició la producción de piezas de goma. Se trataba de pequeños bloques de ese material, que se unían mediante presión, trabándose internamente a través de pines. A quien los manipulaba, le daba la libertad y el estímulo de crear lo que se le ocurriera en materia de construcción. En 1960 y acompañando el signo de los tiempos, comenzó la producción en material plástico. Junto al ladrillito, se ofrecían puertas, ventanas, ruedas y motores eléctricos para múltiples aplicaciones. Como sucedía también con Meccano, Mis Ladrillos invitaba a desarrollar la naturaleza creativa de cada chico. Y así pudo verse en el rincón de juguetes de no pocos hogares, junto a prolijas casitas u otras construcciones, estructuras que no se parecían a nada conocido, que podían ser una nave espacial o una fortaleza militar, a las que se poblaba de muñecos o figuritas de futbolistas pero que en la rica imaginación del pibe, podía ser una epopeya histórica o lo que le viniera en gana. Y quizá ahí estaba el secreto del juguete; en su capacidad para transformarse en cualquier cosa, teniendo sólo la fantasía y la paciencia para dar forma a su deseo.
La versatilidad de esas piezas se lo permitía. En las primeras décadas del siglo XXI ambos juegos y otros similares seguían presentes en el mercado del juguete, compitiendo duramente con la avalancha de productos electrónicos y cibernéticos.