Cada uno y Cada Cual Cuelga sus Sueños en el Cordel de su Tiempo
Cuando era niña solía remontar barriletes que, con esmero, había construido mi padre. Dos varillas o cañas en forma de cruz, engrudo casero, papel de seda o papel crepe, hilos y deseos de ir a un lugar abierto alcanzaba para el cometido; claro que no siempre tenía las riendas yo sola y muchas veces el viento jugó una mala pasada dejando el barrilete suspendido de algún árbol o en franca caída de trompa a tierra ocasionando el fin del juego.
Cabe destacar que el barrilete o cometa nació en China allá por el año 1200 a. C. y se utilizaba como dispositivo de señalización militar. Luego, adquirió popularidad. En Europa en el siglo XII los niños ya jugaban con cometas a las que añadían cuerdas para hacerlas volar.
Difiere el nombre según el país de referencia: cometa, en Argentina Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela y España. Chichigua, en República Dominicana, chiringa, en Puerto Rico (en Cuba se llama así a la cometa pequeña, hecha con papel doblado), kuatiaveve, en Paraguay, proveniente del idioma guaraní, pandorga, en Paraguay; barrilete, en las provincias de San Luis, Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Formosa, Misiones, Santa Fe y Santiago del Estero en el noreste y centro-norte de Argentina; papagayo, en Venezuela, y en los estados de Campeche, Tabasco y Yucatán, en el sureste de México, papalote, en Costa Rica, Cuba, Nicaragua y México.
En algún punto, remontar un barrilete se parece a hacerle cosquillas al aire, o a sentirse un poco pájaro en vuelo; sin dudas forma parte del mundo de los sueños humanos. ¿Quién no desearía tocarle las alas al aire o las pestañas al infinito? Claro que con el barrilete tradicional se dispone de unos pocos metros de hilo, y como toda utopía, el cometa toca tierra antes de llegar demasiado lejos.
Los niños, hoy día, remontan ese viejo cometa y otro barrilete más sofisticado. A los adultos nos cuesta remontar el cometa que ellos detentan con absoluta naturalidad, y cuando miran hacia el cielo el día y a la hora indicada esperando el Starlink o tren de satélites se me ocurre pensar esencialmente en las coincidencias o algo así. Yo disfrutaba de ver brillar en el cielo la cola del barrilete con papel metalizado, me imaginaba que era como Ícaro camino al sol. También mis nietos me hacen alzar la vista para ver las luces del tren de satélites que pasa a gran altura y que dibuja eslabones de estrellas en el aire. La emoción es similar: señalar al infinito en el misterio de la gran altura; ser parte de la mirada extendida, sonreírle a la posibilidad de soñar, solo que cada uno y cada cual cuelga sus sueños en el cordel que mejor se ajusta a su tiempo. Yo prefiero compartir emociones que discutir objetos.
Por Ana María Caliyuri
Un Cuento para Renacer
Juan no tenía árbol de navidad, tampoco casa, y menos que menos una familia típica; las fiestas como la vida eran incertidumbre diaria.
Ese día navideño salió de recorrida por el barrio, hurgueteando dentro de un contenedor de basura apareció ante su vista un barrilete colorido y en buenas condiciones. Lo miró con cierta desconfianza: alguien lo había tirado y lo supuso roto. Para su sorpresa, en apariencia, se notaba entero.
Correteando se dirigió hacia la orilla del mar. Necesitaba remontarlo. Alzó la vista y apuntó hacia el sol. Se sintió observado: un par de niños comenzaron a reír a carcajadas. El barrilete caía a tierra una y otra vez, al tiempo que Juan perseveraba en ajustarle los tiros. Una, dos, tres, veinte veces.
Los niños, curiosos por naturaleza, se aproximaron a Juan. Necesitaban ver de cerca qué estaba haciendo.
El niño al ver que lo habían rodeado, sonrió a boca llena y lanzó su máxima.
—Sé que no llegaré al sol, pero para darle a algún rayo de luz es necesario soñar lejos.
Remontó el barrilete a favor del viento y con lentitud comenzó a ascender dibujando zigzags en el aire. Cuando estuvo a mediana altura lo soltó y se sentó a verlo en ascenso, después de todo el sol parecía estar cerca ese día.
Del Libro “Cuentos de Estación”
Ana Caliyuri – Ediciones Tahiel – 2016
Sueño de Barrilete
Desde chico ya tenía en el mirar
esa loca fantasía de soñar,
fue mi sueño de purrete
ser igual que un barrilete
que elevándose entre nubes
con un viento de esperanza, sube y sube.
Y crecí en ese mundo de ilusión,
y escuché sólo a mi propio corazón,
más la vida no es juguete
y el lirismo en un billete sin valor.
Yo quise ser un barrilete
buscando altura en mi ideal,
tratando de explicarme que la vida es algo más
que darlo todo por comida.
Y he sido igual que un barrillete,
al que un mal viento puso fin,
no sé si me falló la fe, la voluntad,
o acaso fue que me faltó piolín.
En amores sólo tuve decepción,
regalé por no vender mi corazón,
hice versos olvidando
que la vida es sólo prosa dolorida
que va ahogando lo mejor
y abriendo heridas, ¡ay!, la vida.
Hoy me aterra este cansancio sin final,
hice trizas mi sonrisa de cristal,
cuando miro un barrilete
me pregunto: ¿aquel purrete dónde está?
Letra y Música Eladia Blázquez – 1960
Es el primero de los tangos de Eladia Blázquez.- Sus grabaciones datan de 1968 y 1969.-
El sueño de barrilete de Eladia Blázquez, ¿podría estar mejor acompañado que por los sueños de otro artista, Antonio Berni, quien a comienzos de la década del ’60, dio a luz a Juanito Laguna, figura emblemática surgida de las nuevas formas urbanas y arquetipo de una cultura de deshechos?- En sus “sueños” Juanito, sumergido en el bañado de Flores, podía alguna vez “saludar a un cosmonauta a su paso”, “llevar comida a su padre”, “tratando de explicar que la vida es algo más que darlo todo por la comida” o remontando un barrilete que elevándose a las nubes con un viento de esperanza sube y sube.
Letras de Tangos, Selección (1897-1981)- José Gobello- “Sueño de barrilete”.-