El pasado jueves se estrenó a nivel mundial (o al menos en los sitios en donde la pandemia permitió la apertura de los cines) la esperada “Godzilla vs. Kong”, perteneciente a la franquicia denominada popularmente “monsterverse”, a la que conocemos en español como “el universo de los monstruos”. En el 2014 Hollywood puso un pie en la franquicia japonesa “Godzilla” con una película homónima. El éxito en taquilla y críticas garantizó una secuela, “Godzilla: el rey de los monstruos” en el año 2019. Por su parte el gorila gigante tuvo su remake en el año 2017 con “Kong: La Isla Calavera”, un film de acción y aventuras ambientado en la década de los 70, una analogía con la Guerra de Vietnam que se aleja de los rascacielos neoyorquinos para focalizarse en el Rey de la isla, más grande que nunca en tamaño, peleando con todo tipo de criaturas, como calentando antes de la batalla más esperada de todas.
“Godzilla vs. Kong” llegó, después de tantos tropiezos con las fechas, en este 2021 para devolver algo de esperanza a los números en las taquillas globales, pero también tendrá su estreno vía streaming en la plataforma digital HBO Max. El público será espectador de una batalla épica, repleta de efectos especiales, un blockbuster con todas las letras.
Los Orígenes
“Kaiju” es una palabra de origen japonés que se puede traducir como bestia extraña o gigante, pero gracias al cine —y sobre todo a Godzilla— conocemos este vocablo como sinónimo de “monstruo”.
En 1933 la compañía RKO Pictures necesitaba atraer gente a las salas de cines. Estados Unidos aún estaba saliendo de la Gran Depresión, aquel colapso económico que puso en jaque la vida de millones de personas, y la industria necesitaba recuperarse de alguna forma. El humor del público parecía orientarse poco a poco hacia las aventuras de tinte más fantásticos, la gente tenía la necesidad de escapar a escenarios exóticos, que no le recordaran las penurias que habían padecido o que aún padecían. Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack unieron fuerzas con quien sería una leyenda en los efectos especiales, Willis O´Brien, que perfeccionó la técnica de stop-motion (animación cuadro por cuadro) y con un reparto que se volvería legendario, entre ellos Fay Wray, Bruce Cabot y Robert Armstrong. Entre todos construyeron su historia épica de aventuras.
La trama se volvió harto conocida: un grupo de gente arriba a la Isla Calavera, se encuentran con un mundo prehistórico habitado por criaturas tan gigantescas como fantásticas, y entre ellos está King Kong, monarca absoluto del lugar. Kong toma a la rubia actriz, que es ofrecida en sacrificio, y se enamora de ella. La codicia de los emprendedores lleva a que usen a la mujer como carnada y secuestran al gorila, quien termina exhibido al público neoyorquino. Por supuesto que el monstruo consigue liberarse, desencadena una ola de destrucción y terror que culmina con uno de los enfrentamientos más famosos en la historia del séptimo arte: King Kong, en la cima del Empire State Building, luchando con aviones biplanos que lo acribillan a balazos.
“King Kong” fue un éxito, se convirtió en una leyenda cinematográfica, y disparó numerosas secuelas, remakes e infinidad de merchandising. No debe existir mucha gente que no conozca a Kong, independientemente de que hayan visto alguna de sus películas. Son pocos los personajes ficticios que alcanzan semejante estatus en la cultura popular.
Dos décadas más tarde, pero en Japón, la industria del cine oriental necesitaba un hit propio. La república oriental aún sentía los golpes de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagazaki, el miedo a otro ataque similar era real. El público japonés comenzaba a acceder a material fílmico norteamericano a cuentagotas, y uno de los films que más impactó en la cultura popular japonesa fue King Kong. La productora Tōhō Company Ltd., de la mano del director Ishiro Honda y con los efectos especiales de Eiji Tsuburaya, lanzaron “Godzilla” en 1954. Aquí no hay gente tratando de explotar al monstruo gigante en pos de ganar unos yenes, sino que hay toda una comunidad que intenta detener a una criatura abominable, que dispara fuego nuclear desde el interior de sus fauces, causando destrucción y penuria a su paso.
Kong en su momento representó la necesidad de los estadounidenses, sobre todo la industria del espectáculo, de reponerse al colapso económico/social que les tocó en suerte, y Godzilla fue el exorcismo de los demonios causados por la Segunda Guerra Mundial y la represalia atómica norteamericana.
Al igual que el gorila, Godzilla construyó una reputación de ícono popular a lo largo de las décadas y casi cuarenta películas, con una mitología rica que al día de hoy sigue creciendo en diferentes medios y series de films paralelos, disparando la popularidad del género “kaiju” hacia la estratosfera.
El primer enfrentamiento entre los dos monstruos más famosos del cine tardó solo ocho años. Fue Japón quien tomó las riendas del proyecto, y la idea fue clara de entrada: Kong sería el héroe de la historia, mientras que Godzilla oficiaría de villano. La trama era una especie de reciclado de las historias originales de ambas criaturas. Un empresario, esta vez farmacéutico, ve la oportunidad de mejorar la audiencia de los programas de tv que patrocina su empresa, y tras enterarse que hay un simio gigante en la Isla Faro, decide ir a buscar a Kong. Mientras tanto Godzilla, congelado en los hielos árticos, choca contra un submarino estadounidense y despierta de su letargo, destruyendo la base científica japonesa. Ambos monstruos terminan luchando en territorio oriental. Una de las curiosidades de esta película es que, para poder justificar la pelea, le otorgaron al gorila gigante la capacidad de aumentar sus “poderes” mediante electricidad, para contrarrestar el poder atómico de su enemigo.
Un mito popular creció en torno a este film, que fue un éxito y hoy es un clásico del género: se decía que en la versión japonesa de la película ganaba Godzilla, y en la estadounidense era Kong el vencedor. Sin embargo esto fue desmentido numerosas veces. Una línea de diálogo en la versión anglosajona dice que Godzilla desapareció, mientras que en la japonesa dejan en claro que su monstruo nuclear ha sobrevivido a la contienda. Pese a que la compañía Tōhō manifestó claramente que veían al “kaiju” norteamericano como el claro vencedor, persistió el rumor que había un final alternativo en donde Godzilla ganaba la pelea y emergía del agua, y que este fue el que vio el público japonés.
Este film cimentó y potenció la popularidad de ambos personajes, que continuaron con sus aventuras por separado. El japonés fue claramente quien más vida tuvo en la gran pantalla, pero el gorila tuvo sus remakes en la década del 70, con un joven Jeff Bridges y Jessica Lange, y en el 2005 Peter Jackson (“El Señor de los Anillos”) llevó a la nueva generación la historia de aventuras y amor trágico. Pese a esto deberían pasar cincuenta y nueve años para que los exponentes más gloriosos del género de monstruos vuelvan a verse las caras en la gran pantalla.
“King Kong vs Godzilla” (1962) es una divertida visión para calentar motores antes de ver la nueva “Godzilla vs Kong”. Tiene el encanto de las películas japonesas, con actores disfrazados de los monstruos, ciudades en miniatura que caen bajo el poderío de las bestias, y una trama simple que prioriza la aventura. Los amantes de los “kaijus”, si no la han visto, no pueden dejarla pasar como aperitivo para la pelea de pesos pesados que ya está en las pantallas de nuestro país.