El fuego está ligado a nuestras vidas desde los orígenes de la humanidad. Tal vez el primer descubrimiento claramente revolucionario, que cambió el joven devenir de nuestra especie.
Cuando nuestros antepasados recién comenzaban a organizarse en hordas empujados por la necesidad, se cree que es cuando habrían dominado el fuego. Ese insumo estratégico que provocaba guerras cotidianas para defenderlo, o para quitárselo a quien lo tenía. Hasta que fue posible dominarlo y generalizarlo. El fuego siguió ligado a nuestra existencia como un ente luminoso. A veces protector, otras destructivo; pero siempre presente.
Atravesó los siglos dando calor, luz, incendiando. Desde el mítico Prometeo que se lo robó a los dioses para entregárselo a los hombres y pagó su gesto con el castigo eterno, pasando por las manos de ejércitos del planeta entero y en todos los tiempos; hasta llegar a la Llama Olímpica que pretende todavía hoy, ser un símbolo de entendimiento para la humanidad.
Cuando somos niños el fuego nos fascina. Como a los adultos en ciertas circunstancias. ¿Quién no se sintió alguna vez atrapado por esa atracción inexplicable que obliga a juntarse en torno a una fogata? ¿Será un registro oculto en el pliegue más íntimo de la memoria? No lo sabemos. Pero sin duda existe.
En los tiempos modernos y al menos en las ciudades, es obvio que no podemos generar fuego sin un instrumento. Contamos con esa herramienta universal que es el fósforo, cerilla, o como se quiera llamarle. Más tarde aparecieron los encendedores.
En nuestro país comenzaron a surgir fábricas de fósforos en el último tramo del siglo XIX.
Una gran cantidad se radicó en el entonces Partido Barracas al Sur, actual Avellaneda. De ese conglomerado industrial se destacó la que sería más adelante, Compañía General de Fósforos Sudamericana. Se expandió rápidamente y en poco tiempo lideró el mercado. Los hogares y los bolsillos de los fumadores, siempre contaban con una caja de Ranchera, Rancherita, Victoria, “75” y más adelante, los novedosos Fragata y Tres Patitos tamaño familiar, éstos dos últimos de madera. Tres Patitos aludía a la presunta cantidad de fósforos que contenía el envase. Los llamaban “fósforos de seguridad” porque consideraban que al ser de madera y caer accidentalmente, el apagado era más veloz que en los de papel o cera. También los fósforos “carterita” nominados con el logo de hoteles y otros establecimientos, se entregaban a los clientes como souvenir.
Retrocediendo en el tiempo, nos enteramos que las empresas fosforeras aplicaron distintas estrategias para potenciar ventas; nada que envidiar al marketing contemporáneo. Uno de los rivales de la “General de Fósforos”, también de Barracas al Sur, en la década de 1890 fue acusado por el Concejo Deliberante porteño de utilizar imágenes pornográficas en sus cajitas, que circulaban en la Capital Federal. Los ediles de la ciudad de Buenos Aires pidieron a sus pares del municipio vecino que intervinieran en el problema.
Otra curiosidad fueron los fósforos perfumados marca “Así”, elaborados por una empresa de la cual habría participado el caudillo conservador Antonio Barceló. Pero una de las iniciativas más perdurables, la tomó la General de Fósforos con su producto Victoria.
Fósforos de cera de aspecto impecable y en cuya caja en el reverso, aparecían retratos de actrices famosas. De la misma planta salían Ranchera de papel con 90 unidades,
Rancherita con menor cantidad y “75” con esa cantidad. En 1962 incorpora la línea de madera Fragata y Tres Patitos.
Nuestra música popular cuenta con muchos temas, en particular tangos, que involucran fósforos en sus letras. Y también el célebre “Fosforeritas” de 1926 (letra del avellanedense Amaro Giura y música de Bartolomé Chapela). Una pintura que describe el ingreso a fábrica de las obreras del fósforo en un amanecer suburbano. El 70 por ciento del personal de esas empresas, eran mujeres y ganaban mucho menos que los hombres. Trabajo insalubre en el que la manipulación de fósforo, generaba graves enfermedades.
Luego aparecieron los encendedores. Los legendarios de bencina y más adelante, los de gas. El sueño de un adolescente a mediados del siglo XX, era tener un Ronson. Caros e importados.
Metálicos, deslumbrantes. Quien accedía a un Ronson aumentaba su prestigio en la barra de pibes e impresionaba a las chicas. Pero sólo muy pocos podían comprarlo.
Finalmente aparecen los plásticos. Los kioscos se pueblan de encendedores a gas descartables y existe un buen surtido. La antigua marca de hojas de afeitar, Gillette, lanza su Cricket. Los bolígrafos BIC ofrecen su línea de encendedores y también Magiclik con novedosos diseños, renueva su encendido electrónico.
Por otra parte, los fabricantes argentinos se quejaban en épocas de importación sin restricciones (década de 1990), que “El 85 por ciento del mercado adquiere encendedores importados” sin los controles debidos generando riesgos de accidentes.
Pero más allá del origen, los encendedores descartables se incorporaron a las costumbres argentinas, conviviendo pacíficamente con los legendarios fósforos de los cuales hoy, con distintas presentaciones, sobreviven Tres Patitos, Fragata y Gran Fragata entre los que con su humilde llamita, hicieron historia.
Testimonios
La Luz de un Fósforo
Nos encontramos, tú y yo,
y a conversar
nos detuvimos.
Un algo raro tenías
cuando callabas,
cuando reías…
La esgrima sentimental
al fin surgió
la tarde aquella.
Después… ¡qué poco quedó!
El viento todo lo llevó…
La luz de un fósforo fue
nuestro amor pasajero.
Duró tan poco… lo sé…
como el fulgor
que da un lucero…
La luz de un fósforo fue,
nada más,
nuestro idilio.
Otra ilusión que se va
del corazón
y que no vuelve más.
En todo, siempre el color
es del cristal
con que se mira.
De rosa, yo te veía,
cuando callabas,
cuando reías.
Después, con otro cristal,
cambió el color
y ya no eras…
La vida es toda ilusión
y un prisma es el corazón.
Tango 1943
Música: Alberto Suárez Villanueva
Letra: Enrique Cadícamo
“Un misterioso encendedor cuya impronta quedo marcada en uno de os muslos de Solange Grabenheimer y el asesino retiro de la escena del crimen, los llamados que la sospechosa Lucila Fred dijo haber hecho pero no constan y la autopsia psicológica de la víctima, son algunos de los indicios que el fiscal enumero en su elevación a juicio.
El requerimiento, que la semana pasada el fiscal de Vicente López Alejandro Guevara presento ante el juez de Garantías de San Isidro Orlando Díaz, detalla una serie de indicios contra la acusada, que hasta el momento era desconocidos.
El primero de ellos es la mención de que en el muslo derecho de la víctima, los médicos forenses encontraron la marca de un objeto de seis centímetros que se infiere en un encendedor del tipo de la marca “Bic”.”
Diario Popular- 03-04 09 – “Más Pruebas que Comprometen la Situación de Lucia”
“Y le consultó entonces a Sana Tiris la idea de la tumba.
La bruja arrojó incienso en una sartén, se comió un escarabajo, pidió el cricket prestado a Ramsés y encendió unas maderitas. Mientras tanto el faraón, ansioso, recordaba visiones anteriores de Sana Tiris, de esas que tanto lo hacían temer por el destino de su imperio.”
El Buenos Aires de Oberdan Rocamora – Jorge Asís – Editorial Losada – 1981