Cuando una serie tiene el éxito que se acreditó La Maldición de Hill House, es casi seguro que las productoras saltarán de inmediato a la pre-producción de una secuela o segunda temporada. El problema que presentaba esta mini-serie en particular es que era una historia que tiene un comienzo, desarrollo, nudo y desenlace dentro de los diez capítulos de la temporada. Mike Flanagan, creador y director, tomó la decisión de no continuar con las desventuras de la familia Crain, y en cambio se volcó a la literatura clásica para encontrar inspiración una vez más.
Henry James, popular escritor, publicó en 1898 una de las novelas fundamentales del género de terror gótico, que podría citarse como un antecedente directo de Shirley Jackson. Otra vuelta de tuerca impactó en el ámbito literario y desde entonces tuvo unas veinte adaptaciones, tanto a cine como tv, y hasta llegó a la ópera en 1954 a cargo de Benjamin Britten y Myfanwy Piper, estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia.
En octubre del 2020 Netflix estrenó La Maldición de Bly Manor. La decisión artística del título fue para darle cierta coherencia temática, pero más allá de ser una historia dramática ambientada en un caserón con fantasmas, esta nueva entrega de terror apuesta más al contenido emocional que al susto.
La historia es simple. Una joven institutriz norteamericana, Dani Clayton (Victoria Pedretti) viaja a Inglaterra tras la muerte de su novio. Allí busca empleo para quedarse una temporada en Europa, y llega a la oficina de Henry Wingrave (Henry Thomas) quien le termina dando empleo en la enorme mansión de su hermano fallecido. La tarea es, en apariencia, simple. Tiene que cuidar de sus dos sobrinos, Flora y Miles (Amelie Bea Smith y Benjamin Evan Ainsworth), dos peculiares niños que atraviesan no sólo la muerte de sus padres, la ausencia de su tío, sino que tuvieron que soportar el fallecimiento de la anterior institutriz, Rebecca.
Dani se encontrará con tres personajes entrañables que trabajan en la casa: Owen Sharma (Rahul Kohli), chef y ocasional chófer, que terminó en Bly Manor porque su madre enfermó y tenía que estar cerca de ella, dejando de lado su sueño de tener un restaurante propio. Hannah Grose (T´Nia Miller), el ama de llaves de la mansión, persona de confianza de la familia y guardiana feroz de los niños. Y por último la jardinera Jamie (Amelia Eve) mujer de intensa personalidad, que será el interés romántico de Dani a lo largo de la serie.
Los problemas comienzan cuando Miles llega del internado en donde estaba estudiando, tras haber sido echado por un incidente que no quiere revelar. La institutriz, que al principio no cree que un chico tan dulce y educado como él sea capaz de hacer algo que amerite una expulsión, poco a poco se va dando cuenta que los pequeños ocultan un secreto bastante oscuro. Flora, por su lado, tiene una particular obsesión con una tétrica muñeca, que nadie más que ella la puede tocar, y la va moviendo de habitación en habitación en su casa de juguete, como si estuviera siguiendo los pasos de una entidad invisible.
A todo esto se suma que Dani comienza a ver la figura de un hombre de traje que merodea la mansión. Las descripciones coinciden con Peter Quint (Oliver Jackson-Cohen), ex empleado del tío de los niños, amante de la anterior institutriz Rebecca, que desapareció tras la muerte de ella, aparentemente tras robar objetos de valor de la mansión, aprovechando al ausencia de su jefe en la mansión. Tanto Hannah como Jamie descreen de la palabra de ella, pero todas las piezas comienzan a encajar poco a poco. Quint parece haber vuelto, aunque sus intenciones no son claras.
La Maldición de Bly Manor apuesta, al igual que la novela en la que se basa, a un horror más apuntado a lo psicológico, con toques sobrenaturales al principio, que van creciendo en intensidad conforme avanzan la trama y los capítulos. La dama del lago, en apariencia imposible de vencer, es la presencia más ominosa de la serie y una de las grandes incógnitas a revelar.
El fuerte de esta nueva entrega a cargo de Mike Flannagan y otros directores es la relación de los personajes. Los actores no sólo cumplen, sino que destacan, y es difícil elegir un favorito. Quien escribe adoró la relación entre Jamie y Dani, pero el cocinero Owen y la ama de llaves Hannah se llevan todos los aplausos. Ambos actores crearon dos criaturas entrañables, misteriosas, y al verlos en pantalla uno no puede más que alentar para que ambos terminen juntos. Los niños tienen un doble rol muy importante, y es Miles quien carga más peso para la historia, por razones que serían entrar en territorio spoiler, pero que ameritan la visión de los 9 capítulos que componen la serie.
En el aspecto visual es tan impactante como la serie predecesora. La calidad es digna de cualquier producción cinematográfica, tanto en fotografía, música, efectos visuales, set y maquillaje. Al igual que Hill House, los creadores realmente le ponen mucho esmero en entregar un producto sumamente pulido, sin grietas visibles, aprovechando al máximo las oportunidades que ofrece un escenario tan grande y tenebroso como una mansión casi deshabitada.
La única crítica negativa que podría hacerse a la serie es que tarda un par de capítulos en cobrar fuerza narrativa. Los primeros dos son un prólogo, en donde presentan tanto el escenario principal como a los protagonistas, sin avanzar mucho en la trama.
Pero una vez que la historia empieza, no da respiro. No tanto por el factor miedo, que existe (es una serie de terror) sino por el drama y las emociones que produce. El final de la historia casi garantiza el derrame de alguna lágrima hasta en los espectadores más duros de roer, y jamás cae en sentimentalismo barato o melodrama propio de una telenovela. Las emociones que genera La maldición de Bly Manor son genuinas, para nada forzadas. Esta es una historia cuyos personajes son el centro de la narrativa, y todos tienen una resolución al final de la jornada.
Mike Flanagan ya anunció que no habrá una tercera serie continuando la temática de las mansiones embrujadas, y ya está trabajando en otro proyecto del cual no se sabe nada aún, pero parece que va orientado hacia el territorio sobrenatural. Este díptico que conforman Hill House y Bly Manor dejan con ganas de más, como todo buen producto, pero también esa sensación de satisfacción. Y es bueno que no se estire durante indefinidas cantidad de temporadas, dejando poco a poco atrás la magia, como le sucede a tantas otras series.
Si algo nos enseñó La Maldición de Bly Manor es a dejar ir cuando es necesario y, sobre todo, a disfrutar del tiempo que nos fue regalado.