La semana pasada se estrenó en los cines argentinos Mortal Kombat, dirigida por Simon McQuoid y producida por el director James Wan. Este nuevo intento de adaptar la serie de videojuegos promete un enfoque mucho más serio del material, concentrado en escenas de batalla dignas de las películas asiáticas de artes marciales, y que pese a no tener un reparto de estrellas reconocidas, apuesta a las caracterizaciones fieles de personajes que viven en el imaginario popular desde 1992.
La tarea para el director, elenco y equipo técnico no es sencilla. Las adaptaciones de videojuegos a la gran pantalla han sido, en su mayoría, fracasos en crítica y taquilla. Trasladar la experiencia inmersiva que tiene un jugador al ponerse delante de la pantalla para vivir aventuras es complicado. Traducir el valor agregado de la jugabilidad a un medio más pasivo como el cine suele ir en detrimento del producto fílmico final. Esto no ha socavado los sucesivos intentos de diferentes productoras en tomar videogames populares para intentar pegar un pleno con una nueva franquicia.
Por estos argumentos se dice en el mundo cinematográfico que las adaptaciones de videojuegos son casi “malditas”. Todos están esperando LA película que rompa con los cánones mediocres de otros films, y cada vez que se anuncia una nueva película dentro de este género, las expectativas se disparan.
En 1993 llegó a la gran pantalla una de las primeras adaptaciones de un “jueguito”: Super Mario Bros,, protagonizada por Bob Hoskins como Mario y John Leguizamo como su hermano Luigi, tenían que enfrentarse al villano Koopa, encarnado por Dennis Hooper. A priori la adaptación no fue fácil. El material original se compone un personaje petiso vestido de rojo y azul que tiene que ir corriendo frenéticamente hacia la derecha, esquivando obstáculos, pisando tortugas, rompiendo bloques de ladrillos para conseguir recompensas, y visitando distintos reinos para rescatar a una princesa. Los escenarios eran una explosión de vibrantes colores, con personajes caricaturescos por doquier. Los directores de la película Annabel Jankel y Rocky Morton decidieron que su film tendría un look más cercano a Blade Runner, por razones que aún hoy escapan al sentido común.
La producción fue una pesadilla tal que años más tarde los protagonistas confesaron que para soportar las condiciones de rodaje se embriagaron la mayoría de los días. Bob Hoskins casi muere en una de las jornadas. La elección de Hooper para representar al rey dinosaurio no tenía mucho sentido. Para colmo de males, ni Mario ni Luigi corren demasiado en el film, ni saltan o rompen bloques de ladrillos. Todos ingredientes suficientes para un fracaso estrepitoso que hundió la carrera de los directores. La empresa Nintendo, dueña de los derechos de Super Mario Bros., decidió no permitir que se adapten sus propiedades intelectuales a la gran pantalla desde el ´93 hasta la fecha.
En 1995, tras tres años de increíble popularidad del videojuego Mortal Kombat, le llegó el turno para debutar en cines. El director esta vez fue Paul W.S. Anderson —quien años más tarde adaptaría la franquicia de videogames más longeva del séptimo arte, Resident Evil, con seis títulos en su haber, más cuatro películas animadas y una remake en camino— y las expectativas eran altas. Durante las entrevistas promocionales el director prometió peleas dignas del mejor cine de artes marciales asiático, pero con el nivel de producción hollywoodense. Christopher Lambert era la gran estrella que resaltaban los posters, en el rol de Lord Raiden. Se le había ofrecido a Jean Claude Van Damme el papel de Johnny Cage, ya que el videojuego original comenzó como un juego de peleas en torno al popular actor karateca de origen belga, pero el actor decidió irse a protagonizar Street Fighter: La película, otra adaptación de videojuegos que fue un fiasco terrible.
Los trailers prometían acción desenfrenada y toda la magia del juego. La banda de sonido es icónica hasta el día de hoy, y vendió tanto que se ganó una placa de platino a menos de dos semanas de su lanzamiento. Cuando se estrenó, rompió récords de taquilla y se convirtió en un clásico de culto.
La pregunta es obvia es: ¿era una buena adaptación del juego?
Para un producto que tiene veintiséis años y un grupo de seguidores fieles, el film se sostiene bastante bien y es uno de los mejores exponentes de la género videojuego en pantalla grande. Pero en perspectiva, la película es floja por donde se la mire. Las escenas de pelea, a excepción de alguna como Liu Kang contra Sub-Zero, son lentas y están lejos del encanto del cine oriental que tanto prometieron.
Las actuaciones son bastante acartonadas. Transformaron a un dios como Raiden en un personaje que está parado observando las batallas en vez de participar, y hace demasiados chistes que no se sostienen con el tiempo. Los efectos especiales oscilan entre impresionantes, como la representación de Goro, el gigante de cuatro brazos hecho con animatronics (básicamente un traje robótico) y efectos digitales espantosos que ya se veían mal en la época. Pero lo peor de esta adaptación es que dejan de lado el aspecto más emblemático del juego: los litros y litros de sangre que arrastraron a los chicos y chicas a las máquinas de arcade —nuestros famosos “fichines”— y a las consolas hogareñas. Mortal Kombat se caracterizó por tener una amplia gama de movimientos especiales, llamados fatalitys, en la cual los personajes destrozaban a sus oponentes de múltiples y sanguinarias formas.
El éxito, sin embargo, garantizó una secuela dos años más tarde. Mortal Kombat: Aniquilación, solo trajo de vuelta al actor que interpretó a Liu Kang, Robin Shou, y toda la seriedad que intentaron imprimirle a la primera parte se terminó diluyendo en una trama ridícula, peleas aburridas y efectos especiales que de alguna forma eran peores que la entrega previa. Fue tal el fracaso que la tercera parte se canceló, y la vida de Mortal Kombat continuó en diversos medios, como shows de televisión animados y con actores, diversas historietas y, por supuesto, título tras título en consolas. La popularidad del videogame está vigente y fuerte, cada vez que se anuncia una nueva entrega está al tope en las listas de mejores ventas.
Durante años se habló de llevar al cine una vez más la popular franquicia. Sin embargo la desconfianza del público en los videojuegos traducidos a lenguaje cinematográfico parecía atentar contra la producción. En los últimos años películas como Detective Pikachu, centrado en la franquicia Pokemón, o Sonic: La película, basado en el erizo azul, la mascota oficial de Sega, demostraron ser capaces de atraer gente a las salas, a pesar de las críticas dispares. Entre los años 2010 y 2011 una serie web de Mortal Kombat, dirigida por Kevin Tancharoen, probó que el material era capaz de “soportar” un enfoque más realista, e iba a dirigir una película, con un presupuesto de 100 millones de dólares, pero problemas monetarios acabaron con ese proyecto y los fans terminaron esperando una década más.
En Argentina el film ya se estrenó, y a partir del viernes se podrá ver en la plataforma HBO MAX a nivel global este nuevo intento de crear una franquicia basada en el videojuego. Los condimentos para que sea un éxito están dados: las escenas de acción son impresionantes, hay sangre por todos lados y se abraza el concepto mágico inherente a los personajes principales.
¿Es Mortal Kombat la película que rompe con la “maldición” de este género? Personalmente considero que este estigma se ha ido diluyendo en los últimos años, pero las expectativas de la gente aún son demasiado altas. Este film en particular es un sólido film de acción y fantasía, con el potencial para convertirse en una franquicia exitosa si continúan en esta senda y no apuran los procesos. No es un producto que aspire a los grandes premios que otorga el séptimo arte, pero tampoco tiene esa intención. Mortal Kombat es una película ideal para escapar del mundo real durante casi dos horas, llena de violencia y sangre, que es lo que el juego ofrece originalmente y lo que el film entrega.