Con insistencia se le ha endilgado a la Real Academia Española la lentitud y la tardanza en incorporar al corpus de la lengua lo que el habla popular había decretado.
Milagros pandémicos mediante, la RAE agregó más de 2500 palabras al diccionario, entre las que se destacan las relacionadas con el covid-19: covidiota, coronabebé, covidioma, coronaplauso, entre otras.
El término que más ha llamado la atención es covidiota, se define como “persona que se niega a cumplir las normas sanitarias dictadas para evitar el contagio de la covid”.
De acuerdo con la RAE, etimológicamente, es un calco estructural del inglés covidiot. Las redes sociales, veloces, reaccionaron ante esa nueva palabra: “Todos conocemos al menos a un ‘covidiota’.
Seis docentes han muerto por Covid desde el inicio de la “rebelión presencial” de Rodríguez Larreta (más de 20 en total desde que comenzó la pandemia). Laura Alonso acusó de “militantes” a los padres que no enviaron sus hijos a la escuela, pero no hay que ser militante para tenerle miedo a los contagios de la epidemia que se está llevando más de 500 vidas de argentinos por día. La falsa discusión “técnica” que quiso exponer el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires fue demolida por la evidencia: la curva de contagios se estabilizó en un punto altísimo, con más de 25 mil personas infectadas por día, que equivale a decir que dentro de 10 días puede haber otros cinco mil muertos. ¿Sólo covidiotas?
Desde que empezó esa segunda ola de la pandemia hay una línea de conducta que mantiene Juntos por el Cambio, incluso desde sus voces menos extremistas. El ministro de Salud de la Ciudad, Fermán Quirós, trató de bajarle el precio a los primeros índices que mostraban un salto exponencial de los contagios. “Hacemos muchos más hisopados y eso nos da más contagios”. Pero le falló el diagnóstico y ahora CABA –que es el centro que irradia la epidemia hacia el resto del país– es el distrito con más contagios en relación con la cantidad de habitantes. Covidiota grado negacionista.
Su sistema de salud está colapsado. Las ambulancias con pacientes de Covid dan vueltas de hospital en hospital para encontrar cama vacante y otras se dirigen directamente a clínicas del conurbano. El Hospital Muñiz habilitó dos salas para importantes prepagas. Covidiota ocultista.
La epidemia se impone sobre cualquier cálculo. No existe margen para la especulación porque ese proceso aclara aciertos y equivocaciones, y separa a responsables y a los inconscientes. No se puede discutir sobre la evidencia. Rodríguez Larreta eligió la presencia de los alumnos en las aulas para diferenciarse del oficialismo, que había planteado el reemplazo de las clases presenciales por clases virtuales. El resultado está a la vista. Covidiota suicida.
En trazos gruesos, la experiencia que dejaron estos meses de pandemia es que el oficialismo sostiene una política de resguardos sanitarios frente a la oposición que busca limitarlos con un discurso en defensa de las libertades y el derecho a la educación. Covidiota irresponsable.
La situación sanitaria empeoró porque no bajaron los contagios y el sistema de salud se saturó. Todo indica que hay que profundizar las medidas sanitarias en vez de relajarlas. Sin embargo, Larreta se atrincheró en las decisiones judiciales que lo favorecieron y anunció que mantendrá la presencia en las aulas –sólo admitió un sistema dual para los secundarios– mientras las clínicas porteñas piden socorro al distrito bonaerense. Covidiota criminal.
Rodtíguez Larreta dijo que las evidencias –que se apoyan más en las encuestas que en los datos empíricos– lo llevan a tomar nuevas medidas, casi asumiendo que la Capital es una suerte de territorio insular, sin ninguna relación ni gravitación respecto de lo que ocurre en el resto del país. Ni qué decir de anunciar alguna inversión de la Ciudad para mitigar las consecuencias económicas de las restricciones. Rodríguez Larreta dice mirar lo que pasa en CABA pero se desolidariza totalmente con el hecho de que, siendo el principal o uno de los principales focos de contagio, la pandemia derrama sus consecuencias –leídas en aumento de casos y lamentablemente en muertes– en todo el país. El daño ya se causó y no se mide en estadísticas o en números, sino en vidas que son irrecuperables. Covidiota asesino.
Lo de Rodríguez Larreta es una típica actitud de cierta mentalidad porteña o de algunos porteños que consideran que el país termina en lo que su vista alcanza a divisar desde el balcón de sus edificios, ignorando la realidad de una Argentina integrada y multidependiente. Salvo, claro está, cuando reclama respiradores para cubrir la demanda o cuando tiene que señalar que es el gobierno nacional el responsable de “suministrar las vacunas”. Todo lo cual deja en evidencia una nueva contradicción, dado que el jefe de gobierno le asigna responsabilidades al Presidente en materia sanitaria, pero le niega el derecho a tomar decisiones para prevenir la agudización de la crisis. Covidiota binario.
Uno de los asuntos más graves es que Rodríguez Larreta vuelve a desconocer la autoridad presidencial. Con absoluto descaro –para complacer a los sectores radicalizados de ultraderecha de la oposición y a las usinas mediáticas que los alimentan y le sirven de amplificación– se pronuncia como un supuesto par del Presidente, desconociendo absolutamente el sentido de la autoridad presidencial otorgado por la Constitución, hasta el punto de configurar una situación de rebeldía. Covidiota destituyente.
Rodríguez Larreta actúa con impunidad. Sabe que genera daños irreversibles, no solo para los vecinos de la Capital, sino también para ciudadanos de todo el país. Daños sanitarios que no son números, no son estadísticas, son vidas. Daños institucionales que lesionan la convivencia democrática. Covidiota indolente.
Así las cosas, la Corte que el año pasado dijo más de una vez que acataba y se alineaba con el Poder Ejecutivo (por lo que estableció el trabajo remoto en Tribunales), cambió de perspectiva: firma sus sentencias a distancia, en momentos en que el sistema de salud de CABA atraviesa su momento más crítico. Según informó el ministerio de Salud porteño, en la Capital Federal quedan sólo 84 camas de terapia intensiva disponibles. En apenas un mes, la ocupación de camas de terapia intensiva del distrito pasó del 35 al 83 por ciento. Covidiota judicial.
¿La historia le dirá al jefe del gobierno porteño que sus intereses son egoístas, temerarios, mezquinos y ponen en riesgo la vida de terceros? ¿Habrá memoria colectiva para que, a la hora de un nuevo pronunciamiento en las urnas, Rodríguez Larreta tenga que dar cuenta de las muertes que ahora provoca en la Capital y por derivación en el resto del país? Un covidiota revisionista, por favor.