Entre la Duda Cartesiana y el Corazón Soleado
Dudo, luego dudo de dudar, como una forma de No ser, siendo; o de Ser, no siendo, o algo así. Claro que para hacerse cargo de la duda cartesiana es necesario la existencia, pareciese que ahí está el “quid de la question”, la existencia entra en duda como entra en duda Segismundo el personaje de “La vida es sueño” del drama de Pedro Calderón de la Barca “la vida es sueño y los sueños, sueños son”. Un modo de manifestar el engaño de la existencia a través del arte.
Más allá del plano que se nos ocurra la existencia, esto de estar escribiendo me genera un soporte existencial importante como para dudar con tranquilidad. La duda otorga un papel preponderante al momento de las búsquedas personales, por la sencilla razón que la duda nos otorga la seguridad de nuestras propias ignorancias y eso no es poca cosa; a través de ese reconocimiento agudo es que nace el deseo de aprender y aprender es ese camino tan personal como impreciso: cada uno y cada cual sabrá cómo aprender de aquello que la vida nos presenta, sin buscarlo o buscándolo.
Me gusta pensar que las certezas son como el aire: al alzar la vista, a veces, son puras y azuladas, pero en otras oportunidades toman la forma caprichosa de las nubes. Nada permanece, nada es absoluto ni acabado, ni siquiera la duda de la cual dudo porque hasta ella se viste o desnuda a la altura de mis propias inseguridades. Cuando digo “dudo, luego, existo” en el fondo me gusta pensar que digo: pienso en la duda, luego existo, y en días de seguridad risueña me quedo con la idea de “pienso, luego existo” y con esa premisa dudo y no, depende.
¿Quién dudaría que nos espera a todos por igual la muerte? Claro que algunos pensarán que es otro plano de la existencia, pero más allá de eso, todos dejaremos de respirar algún día; lo que sucede después es parte de la madre de todas las dudas que caben en mi testa.
Cuando uno abraza convicciones, en ese plano de abstracción, no cabe la duda, ahora bien, todas las convicciones que abrazamos ¿podemos llevarlas a cabo? me pregunto, mientras dudo. Pero además del mar de dudas que me permite navegar en silogismos dudosos y en ocasiones acertados, no dudo de ser humana. Aunque en ocasiones dude de mis propias libertades, pero es ese camino dudoso el que hace prolífico mi quehacer literario: la eterna búsqueda de un algo más que en algún lado ha de estar y que como toda incerteza goza de espejismos.
En fin, dudo para creer que esta existencia es un poco más que un hálito comprometido con la muerte. Se necesita creer en la inmortalidad para soñar a largo plazo, y es ese el motor de esta existencia cargada de dudas que, cabe destacar, no es lo mismo decir duda que decir desaciertos. Hasta en la duda cabe el acierto de pensar. Si me fui por las ramas, sepan disculpar, soy un árbol añejo que cada tanto florece en palabras que no se escriben, pero que brotan, y si no es posible ser la imagen de un árbol o de una flor silvestre porque para serlo necesito de la duda existencial que cabe en los demás, no tendría problema en ser poesía, palabra, viento o lo que cuaje, de eso se trata el arte de escribir, ¿o no? , entonces : escribo, luego, existo, hasta que observo el andar de mis seres amados, y en el río que cabe en mis pocas certezas puedo decir: amo, luego existo