Harker, tras varias noches intentando encontrar a los demás habitantes del castillo donde habita su cliente, el conde Drácula, descubre el terrible secreto de su huésped. Cada vez más debilitado, durante la cena decide confrontar al hombre.
—Eres un monstruo.— Acusa Jonathan Harker a Drácula.
—Y tú, un abogado. Nadie es perfecto.—Remata el Conde-vampiro.
UN POCO DE HISTORIA
En 1897 el escritor irlandés Bram Stoker publicó uno de los libros más importantes de la literatura moderna, titulado simplemente Drácula. Esta novela presentó al mundo a uno de los monstruos más célebres de la cultura popular, elevó a mítica la figura del vampiro —que por entonces era conocido en el folclore de distintos países, sobre todo en Europa— y desde entonces no ha parado de aparecer en todo tipo de medios: cine, teatro, historietas y, por supuesto, televisión.
El primer salto de la página impresa a otros medios fue el mismo año de la publicación. El propio Stoker se encargó de adaptar su obra al teatro. Mientras su libro comenzaba su aparentemente eterna travesía por el imaginario colectivo mundial, no fue sino hasta 1921 que Dracula pasó al séptimo arte, en un film que hoy se considera perdido: Drakula Halála, o por su traducción del húngaro, La muerte de Drácula. Lo poco que se sabe de esta película es que no fue una adaptación fiel de la novela, sino una historia completamente nueva que utilizó al famoso Conde de Transilvania como disparador.
En 1922 el pionero del cine F.W. Murnau, pese a no tener los derechos para hacer su film, dirigió Nosferatu: una sinfonía de horror, en la cual Dracula aquí era el Conde Orlok, interpretado por Max Schreck. La familia del escritor ganó una demanda por violar los derechos de propiedad intelectual, y todas las copias originales fueron destruidas. Fue la valentía de algunas personas que conservaron versiones piratas los que le permitieron al mundo ver uno de los productos más representativos del cine expresionista alemán. El Conde Orlok también sobrevivió en la cultura popular, y la historia sobre como se gestó esta película fue la inspiración para el film La sombra del vampiro, en donde Willem Dafoe encarnó al actor Schreck (de quien, se decía en la cinta, era un vampiro real) y John Malkovich le dio vida al director alemán Murnau.
Bela Lugosi fue el encargado de personificar a Dracula en la película homónima estrenada en 1931. La dirección corrió a cargo de Tod Browning (quien tiene en su haber uno de los films de terror más asombrosos de la historia: Freaks) y fue tal el impacto del personaje que aún hoy en día se considera como una de las versiones definitivas del vampiro. El actor quedó tan identificado con su creación que al fallecer su esposa e hijos decidieron enterrarlo con una de las famosas capas que utilizó el Conde en los films. El comediante y director Mel Brooks parodió esta versión en Drácula: muerto pero feliz, con Leslie Nielsen haciendo del vampiro.
Christopher Lee es el segundo actor más importante en darle vida a Dracula. Esta vez a cargo de la mítica productora Hammer, con vibrantes colores y un conde listo para entrar en década del ‘60, mostraba a un vampiro mucho más activo en la pantalla, violento, seductor. La presencia de Lee era innegable, y lo llevó a repetir seis veces más el rol. (aunque más de un film fue en contra de sus deseos, solo para cumplir contrato)
El último film “importante” dentro de las cientos de adaptaciones alrededor del mundo tuvo como director a nada menos que Francis Ford Coppola con Gary Oldman en el rol estelar. Se llamó Dracula de Bram Stoker, honrando al creador a casi un siglo de la publicación original, en lo que se consideró una adaptación bastante fiel del material original. El film funciona muy bien, y tiene su encanto gracias a que se utilizaron solo efectos en cámara, replicando técnicas tan antiguas como el cine. El resultado general es una película que parece más una fantasía onírica que una cinta convencional de terror.
En nuestro país también se produjeron adaptaciones teatrales y para la pantalla chica. Carlos Andrés Calvo hizo lo que pudo en la mini-serie para televisión Dracula, mientras que en teatro Pepe Cibrián hizo todo bien, y se despachó con uno de los musicales más recordados de la escena local. El cantante lírico Juan Rodó fue el famoso vampiro.
DRACULA 2020
El pasado 2020 se estrenó, casi en simultáneo entre la BBC y Netflix, una nueva versión en formato mini serie titulada Dracula. Los productores y escritores a cargo fueron Mark Gatiss (quien aquí también tiene un breve papel como el abogado Frank Renfield)y Steven Moffat. La dupla ganadora, que venía de terminar Sherlock, decidió pegar otro batacazo y se volcaron, una vez más, a la literatura popular para obtener inspiración y crear un producto nuevo.
Los primeros dos episodios se concentran en la historia del Conde a fines del siglo XIX, al igual que en la novela original. Jonathan Harker llega al castillo del Conde Drácula para finalizar los papeles necesarios que cerraran la compra de unos inmuebles en Inglaterra. Cuando el notario confirma que partirá al otro día, ya que su amada Mina Murray la espera para casarse, el huésped no acepta la partida, y le informa que ya arregló todo para que su estadía se prolongue durante todo el mes. Harker, incapaz de hacer nada (nadie lo iría a buscar a la propiedad ya que los aldeanos se niegan a acercarse a la zona) toma la vaga excusa que le pone Dracula —le dice que necesita aprender a dominar el idioma inglés— con relativo buen humor, y comienza su estadía en el castillo.
El sitio es un laberinto lleno de recovecos que no llevan a ningún lado, y pronto Jonathan se dará cuenta que no está solo. En pasajes aparentemente inaccesibles parece haber por lo menos una persona más, y estaría reclamando su ayuda. El Conde, por supuesto, lo niega, y a medida que el inglés se va debilitando más y más, Dracula rejuvenece todos los días, y su inglés parece ser impecable pese a que no tomó ni una sola clase.
Tras descubrir el secreto que esconde el vampiro en las entrañas de su morada, Harker, que ya ha sido infectado, consigue huir del castillo y allí cuenta todo lo que le sucedió a la monja Agatha Van Helsing, una especialista en lo oculto y con un peculiar interés por todo lo relacionado al famoso vampiro, a quien parece venir siguiendo hace rato. Van Helsing, de lengua filosa y humor ácido, le revela a Harker que en realidad él está muerto, pero que tiene la oportunidad de salvar muchas vidas al contar la historia.
Sin embargo Dracula consigue llegar al convento y, tras forzar su entrada, inicia una masacre con el único objetivo de conseguir a Mina, quien está allí de incógnito. Agatha prueba ser una mujer con muchos recursos, y así se encuentran cara a cara dos de los antagonistas más famosos de la literatura. (En esta serie Van Helsing, tradicionalmente hombre, tiene un cambio de género pero mantiene la esencia del personaje a la perfección)
El segundo capítulo transcurre a bordo del barco Deméter, y ya el nombre de la embarcación nos da una pista de lo que sucederá en el capítulo. Démeter, en la mitología griega, era la protectora de campos y cosechas, la diosa de la agricultura. Dracula es uno de los pasajeros, y de a poco se encargará de alimentarse de cada uno de sus compañeros, mientras que la tripulación intenta descubrir qué clase de criatura los acecha. El capitán se niega a hablar sobre el pasajero del camarote 9, aduciendo que es una persona enferma que no debe ser molestada bajo ninguna circunstancia. Este episodio, con una estructura similar a un misterio digno de Sherlock, tiene como contrapunto los diálogos entre Agatha y Dracula, y es el vampiro quien va relatando los eventos que suceden en el barco mientras la mujer intenta armar el rompecabezas.
Entrar en algún tipo de detalle sobre el tercer episodio sería revelar demasiado sobre la vuelta de tuerca que los creadores le dieron a la serie, que vale la pena ver para apreciar el giro argumental que Moffat y Gattis decidieron imprimirle a su producción.
La serie está protagonizada por el increíble Claes Bang, quien capta a la perfección el aspecto seductor y humorístico del vampiro. El actor danés parece una reencarnación del joven Christopher Lee, tanto en el look como en la misma caracterización. Dolly Wells es la hermana Agatha Van Helsing, y entrega una versión original, fresca del personaje clásico, cuya nueva piel le calza de mil maravillas, y sin ella la serie bajaría varios puntos. Los dos protagonistas comparten por partes iguales los mejores diálogos y situaciones dentro de la serie, y ver a los dos interactuar ya justifica sentarse a mirar— y admirar— las cuatro horas y media de duración que tiene Drácula.
La mini-serie toma la novela original como punto de partida para narrar algunos aspectos clásicos, como el Conde en su castillo y la relación que tiene con Harker; amplía mucho más el tétrico viaje en barco hacia Inglaterra y, al encerrar al vampiro en una embarcación, en medio del océano, en donde nadie tiene la oportunidad de escapar, permiten crear una atmósfera claustrofóbica para el espectador que contrasta con el nivel de disfrute que emana el monstruo, que parece un niño excitado frente a un banquete repleto de sus comidas preferidas.
Otro de los puntos altos que tiene la serie es como expande el mito del vampiro. Dracula, al beber la sangre de otros, no solo rejuvenece sino que captura recuerdos y ciertas habilidades de la persona que ataca. Cuando muerde a Harker, por ejemplo, no sólo su cuerpo va recuperando la energía y el aspecto juvenil, sino que domina la lengua inglesa que, al comienzo, parece serle esquiva, y se sugiere que de allí nace su obsesión con Mina. Los guionistas encontraron una forma muy original de justificar por qué los vampiros le temen tanto al crucifijo cristiano, y evaden otros clichés como el ajo o la plata como debilidades del monstruo.
Drácula es una magnífica mini serie que aborda a un personaje ya legendario de forma respetuosa, sin sacrificar la originalidad en el proceso. También es un homenaje a las versiones más importantes cinematográficas, hay algo del ya mencionado Lee, pero también podemos ver vestigios de Bela Lugosi y hasta la particular versión de Gary Oldman. Todo interpelado por el humor ácido e irónico, tan característico del cine y la tv inglesa, pero que a la hora de retratar las escenas más sangrientas no se va al mazo, y cumple con creces.
Drácula está disponible en la plataforma de streaming Netflix.