Fuera de Serie
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Los Simuladores
Los Inmortales Ingenieros del Engaño
Los Simuladores

En el año 2002 tras comenzar a salir de una de las crisis económicas, sociales y políticas más fuertes desde la apertura democrática en 1983, Argentina necesitaba un producto de entretenimiento capaz de cautivar la imaginación y distraer un poco del clima reinante. Damián Szifron, entonces un cineasta desconocido, estrenó en Telefé una serie que terminaría siendo revolucionaria, inspiraría cuatro versiones internacionales en países tan diversos como Rusia o Chile. Los Simuladores tuvo un arranque fenomenal y se convirtió en un éxito inmediato, que se potenció por el efecto boca en boca —en una era donde Internet estaba comenzando a ser la potencia que es ahora y las redes sociales eran algo impensado— y en poco tiempo alcanzó el estatus de clásico.

No parece casualidad que en un entorno de apatía y nihilismo frente a la clase política, las instituciones y los bancos, quienes estafaron de una forma u otra a la población, el grupo de héroes que el público necesitaba no era uno que se manifestara golpeando a coloridos villanos con un despliegue de poderes vistosos y fuerza bruta, sino un grupo capaz de aplicar el karma a los embaucadores, los ladrones de guante blanco, los malos de a pie. El contexto de Argentina permitió que Los Simuladores penetraran el imaginario colectivo, ávido de conocer qué forma creativa ponían sobre la mesa cada semana esos cuatro hombres invisibles al sistema, invisibles como la mayoría del público que los descubría. Y tal vez ahí se encuentre uno de los secretos de su vigencia pasada, presente y futura. Los Simuladores son los héroes de lo cotidiano, los que le escapan a la ideología, los que ayudan de verdad a los que están contra las cuerdas. Ya sea ancianos, mujeres en relaciones tóxicas o chicos en la escuela. Son los héroes del pueblo.

El ciclo se coronó no solo entre el público, con picos de ratings altísimos para la ficción nacional, sino que se llevó múltiples premios de toda índole en todas la líneas de producción. Desde el Martín Fierro de Oro, Martín Fierro a mejor ficción/unitario, premios a los guiones, actores protagónicos, participaciones especiales, producción integral. Casi todos los aspectos que requiere una producción televisiva fueron galardonados, y nadie en los medios o la opinión pública sintió que eran exageradas las estatuillas.

El concepto de la serie presenta a un grupo de cuatro personas protagonistas, Los Simuladores del título, cuyo peculiar trabajo es generar escenarios ficticios para sus clientes, a fin de poder solucionar un problema específico que presenten.

El líder del grupo es Mario Santos, personificado por Federico D´Elía, encargado de planificar los operativos y primer contacto con los potenciales clientes. Tiene una aparente personalidad fría, pero siempre le da importancia a las historias humanas de las personas que solicitan sus servicios. Durante la serie se detallan algunos aspectos de su pasado trágico —el seudónimo es en referencia a un personaje de la novela más famosa de su padre, quien se suicidó— y se infiere que tras este episodio Santos engañó a cada una de las personas a las que su progenitor les debía dinero. Tras cada operativo tiene el gesto irónico de acercarse a los blancos de las simulaciones, habano en mano, y suelta la ahora clásica frase “¿fuego tiene?”.

Emilio Ravenna, en la piel de Diego Peretti, es el principal actor de los operativos, desplegando un arsenal de recursos histriónicos que lo vuelven el centro de la escena. Utiliza el nombre “artístico” Máximo Cozzeti habitualmente. Aparte de su labor, Ravenna es el más relajado del grupo. Aparentemente polígamo, bom vivant, aventurero y divertido, suele ser el disparador de los pasajes humorísticos más marcados de la serie.

Pablo Lamponne, encarnado por Alejandro Fiore, tiene a cargo conseguir todo tipo de elementos y locaciones para poder llevar a cabo los operativos. En las simulaciones no suele tener un rol de actuación preponderante, pero en algunos capítulos se le da la oportunidad de brillar. De naturaleza más retraída y tímida, —producto de traumas de la infancia que se retratan en un imperdible capítulo— a menudo se lo considera el más rústico y menos culto del cuarteto, pero el personaje se va desarrollando a lo largo de las dos temporadas y deja atrás ciertos clichés asociados a su carácter. Lamponne es el dueño del perro Betún, mascota entrañable que tiene participaciones en algunos de los trabajos.

El actor Martín Seefeld es Gabriel Medina, cuya labor principal es conseguir toda la información posible sobre el cliente y los objetivos a engañar. De naturaleza sensible —en la serie llevado hasta los límites de la parodia— intenta mantener una estampa estoica y suele ser el segundo “actor” principal en los operativos. Medina es un contrapunto directo con la filosofía de vida de Cozzeti, y en varias ocasiones discuten (en el sentido griego de la palabra) sobre modos de conducta, sobre todo relacionados a la sexualidad y las parejas.

Al grupo principal lo apoya la denominada Brigada B, que toma casos que requieren una ejecución más simple o apoyo en los operativos más grandes. En la segunda temporada juegan un rol crucial buscando a Franco Milazzo, un estafador que se hacía pasar por representante de talentos artísticos cuyo destino, trazado a la perfección por Los Simuladores, fue un exilio “voluntario” en la selva, donde se pasó un año creyendo que estaba grabando un reality show de supervivencia. Milazzo vuelve a Buenos Aires con sed de venganza, y consigue ir cercando al grupo, consiguiendo lo que parecía imposible: descubrir la identidad de los cuatro miembros del equipo. Tiene la ayuda de un detective privado, Alejandro Molero —el gran Alejandro Awada— que va atando los pocos cabos que dejan sueltos los Simuladores, mientras que a la par el actor y Szifron homenajean a los grandes antihéroes de la literatura negra y el cine noir en el proceso.

La primera temporada, compuesta de 13 capítulos, trata casos más “cotidianos”, problemas de pareja, de dinero, la impotencia sexual del mismísimo presidente de la Nación o hasta una mujer con problemas de depresión. Uno de los capítulos más recordados es Los impresentables, en donde Los Simuladores ayudan a una chica cuyo núcleo familiar no tiene los mejores modales, y se enfrenta a la siempre incómoda situación de tener que presentar a las dos familias en un evento. El episodio, con una carga humorística mucho más marcada que el resto, disparó memes antes de la existencia de los mismos. Pero fue la novena emisión, El último héroe, la que introdujo el caso de Franco Milazzo citado anteriormente, que después cobraría relevancia como la principal sub-trama de la segunda temporada.

El éxito con la audiencia, la crítica y toda la cúpula artística local garantizó no solo la producción de una segunda temporada sino un aumento de presupuesto que se vio reflejado en las ambiciones de Szifron a la hora de explorar diversos géneros fantásticos, con un mayor despliegue técnico. En el segundo episodio elaboran una trama sobre clones clandestinos violentos y la idea mítica del dopplegänger. El clan Motul muestra a Los Simuladores montando un operativo para salvar un asilo de ancianos en donde convencen al dueño del establecimiento que el comprador es un vampiro, y que el Vaticano envió sus emisarios para evitar que el monstruo adquiera el terreno y reviva a sus pares que yacen enterrados allí. El matrimonio mixto es, tal vez, la mejor interpretación de Peretti en ambas temporadas, y tiene una simulación en cual descubren una tercera tabla de los famosos mandamientos de Moisés.

Mientras las historias principales se sucedían la historia de Milazzo y la búsqueda de Los Simuladores, que culmina con un episodio final sublime que no merece ser spoileado en estas líneas. Este último capítulo cierra a la perfección todas las historias, y pese a que nunca se afirma que Los Simuladores cesarán sus actividades para siempre, desde aquel enero del 2004 no hubo más que ansiedad y rumores sobre una posible vuelta.

Las dos temporadas contaron con la presencia de casi todos los actores más importantes de la época, junto con los que en ese entonces eran emergentes. Por citar solo unos pocos a modo de ejemplo: Jean Pierre Noher, Marcela Kloosterboer, Atilio Veronelli, Erica Rivas, Raúl Rizzo, Santiago Bal, Claribel Medina, Carola Reyna, Boy Olmi, Luis Luque, el “Puma” Goity.,, y la lista sigue.

En varias entrevistas a lo largo de los años los actores manifestaron que estarían más que dispuestos en volver a juntarse para llevar a cabo al menos una última historia en formato fílmico. Cada vez que Szifron anunciaba que iba a rodar en nuestro país de inmediato comenzaban los rumores sobre la reunión de Los Simuladores. El público sigue tan cautivo como siempre. Hasta que Netflix adquirió los derechos para la distribución eran parte de la programación habitual de Telefé, un honor que pocas series de ficción han tenido en la pantalla local. Pero el director, a raíz del éxito de su película Relatos Salvajes, pudo hacer pie en la meca estadounidense de cine, y hasta la fecha no hay en el horizonte un proyecto firme.

La calidad de las historias permitió que la productora venda los derechos para hacer versiones en distintos países. En España incluso consiguieron que Federico D´Elia repita su rol como Santos. Como mencionamos en el primer párrafo, también fue producida en Mexico, Chile y hasta Rusia, en donde tuvo el peculiar título Los Reyes del Juego. Fue la versión mexicana, emitida en la cadena Televisa, la más exitosa, que tomó la idea original, adaptó unos pocos capítulos y después se dedicó a crear historias originales, expandiéndose a un total de 31 capítulos, siete más que la serie original.

Los Simuladores fueron un producto novedoso, rupturista cuya clave para el éxito se repartió en el funcionamiento ideal entre todos los departamentos que componen una producción de esta índole. Los guiones manejaban bien el humor, la acción, el ingenio y, cuando exploraron territorios más fantásticos jamás perdió ese toque de verosimilitud que anclaba este grupo tan inverosímil en una realidad que, seguramente, muchos de nosotros quisimos habitar. Porque frente a muchos problemas en apariencia imposibles de resolver, estos superhéroes sin poderes recurrían a la inteligencia antes que a la violencia, el ingenio antes que la fuerza bruta.

A casi 20 años de la primera emisión, Los Simuladores ya integra el panteón de los clásicos modernos de la ficción latinoamericana, le permitió a su talentoso director aspirar a una carrera cinematográfica repleta de éxitos y con un futuro aún más auspicioso y, quien dice, tal vez en el futuro podamos ver a los héroes, ahora ya en el crepúsculo de sus aventuras, sacar de la galera una última simulación.

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