Mi nombre es Maximus Decimus Meridius, Comandante de los Ejércitos del Norte, General de las Legiones de Fénix, fiel servidor del verdadero Emperador Marco Aurelio. Padre de un hijo asesinado, esposo de una esposa asesinada y juro que tendré mi venganza, en esta vida o en la otra.
Las películas de corte épico eran algo común en el cine desde que el medio fue creado. Enfocadas en historias bíblicas o en grandes epopeyas históricas (sobre todo ambientadas en el auge del Imperio Romano) supieron atraer millones de espectadores, recolectaron toneladas de dólares y contribuyeron a cimentar las carreras de directores y actores que hoy inmortales. Basta recordar epopeyas como Spartacus, dirigida por Stanley Kubrick y protagonizada por Kirk Douglas; o Los diez mandamientos, con Charlton Heston en el rol de Moises bajo la dirección de Cecil B. DeMille. Estos dos films, hoy clásicos del séptimo arte, son apenas dos ejemplos de cómo el cine hizo uso de los recursos técnicos más avanzados de la época para crear imágenes fantásticas, de esas indelebles que quedan tatuadas en las retinas del espectador.
En algún momento entre fines de la década del 70 y fines de los 90 este sub-género decayó bastante tanto en la cantidad de producciones que se ofrecían mes a mes, como en la calidad de las mismas. El público parecía rechazar este tipo de historias, y cuando Ridley Scott anunció que en el año 2000 estrenaría un film ambientado en la época del emperador romano Marco Aurelio, el público no sabía bien qué esperar. Por un lado el director ya ostentaba una filmografía admirable, con hitos de la talla de Thelma & Louise, Alien, el octavo pasajero, Blade Runner o el controvertido spot publicitario de la compañía Apple. Scott ya había incursionado en el género histórico con 1492: la conquista del paraíso, estrenada en 1992 con Gerard Depardieu como Cristóbal Colón y Sigourney Weaver en el papel de la Reina Isabel. Este “ensayo” en el género épico/histórico no tuvo buena aceptación entre el público y la crítica, apenas recuperó el dinero invertido en la producción. Por otro lado las películas épicas no garantizaban al espectador historias interesantes y eso se traducía en recaudaciones pobres, lo cual hacía que las grandes productoras no apostaran por este género en particular. Los costos, simplemente, no justificaban la inversión.
En 1997 otro de los pioneros del cine moderno, James Cameron, sacudió el mundo con un drama épico histórico, una “pequeña” película titulada Titanic, que fue un éxito inmediato, convirtiéndose en el film más taquillero de la historia hasta Avatar (dirigida por el mismo director en el 2009), catapultando al estrellato a los actores protagonistas Kate Winslet y Leonardo DiCaprio. Si bien esta cinta podría calificarse más en el género catástrofe que en el épico, se considera que esta versión de Romeo y Julieta ambientada en el barco más famoso de la historia fue la chispa que reavivó la pasión del público por los films más grandes que la vida, y tan solo tres años más tarde se daría el puntapié definitivo al resurgimiento del género con Gladiador.
El mismo año del estreno de Titanic el cineasta Peter Jackson comenzó con la extensa pre-producción de la que sería una de las trilogías épicas-fantásticas más ambiciosas de la historia: El Señor de los Anillos, adaptando los libros del escritor inglés J.R.R. Tolkien, que llegaría a las pantallas también en el año 2000 junto a Gladiador, estableciendo récords de recaudación y enamorando a los espectadores con un género que parecía relegado al pasado.
En 1998 Ridley Scott se metió definitivamente en el proyecto de la película tras leer las primeras versiones del guión, escrito por David Franzoni. El texto no le llamó tanto la atención, pero los productores le mostraron una pintura del artista francés Jean–Léon Gérôme titulada Pollice Verso, que mostraba a un gladiador de porte imponente, vencedor, con un pie posado sobre el cuerpo de su adversario, mientras el público enardecido agita los pulgares hacia abajo —gesto utilizado para pedirle al luchador que termine con la vida del oponente— y de fondo, en un palco preferencial, el emperador, con un gesto que puede interpretarse como de satisfacción, mientras sostiene alguna fruta en su mano derecha. La impresionante obra pictórica de 1872 impactó tanto al director que decidió subirse a bordo del proyecto. John Logan y William Nicholson reescribieron la película, y pese a todos los esfuerzos, el guión continuó mutando durante la filmación, incluyendo algunos retoques que le dio el actor protagonista Russel Crowe.
Scott reunió un elenco estelar asombroso. Al ya mencionado Crowe se sumaron: Joaquin Phoenix como el villano emperador Cómodo, Connie Nielsen en el rol de la hermana del emperador, Lucilla; Djimon Hounsou como Juba, un esclavo que se convierte en amigo del comandante Maximus; Richard Harris personificando al moribundo emperador Marco Aurelio, y el actor clásico Oliver Reed como el viejo gladiador libre Próximo, quien se convierte en mentor del protagonista.
La filmación comenzó en 1999, y se dividió principalmente en tres países: el primer acto se ubicó en los bosques de Bourne, Alemania; el segundo acto en zonas desérticas de Marruecos; y gran parte del tercer acto, ubicado en la Antigua Roma se llevó a cabo en Malta. En las tres locaciones se construyeron sets impresionantes que después se completaron con imágenes generadas por computadora, una técnica que hoy es moneda corriente, pero que a fines del siglo XX era tecnología en desarrollo que había dado resultados increíbles en dosis menores. Los especialistas en efectos visuales, sin embargo, se encontraron con un desafío que poco tenía que ver con recrear la vieja gloria de la antigua Roma.
Oliver Reed, en un receso de las grabaciones en Malta, decidió ir a tomar unos tragos a un bar. El actor, que luchó gran parte de su vida con el alcoholismo —son legendarias las anécdotas relacionadas con sus noches de fiesta—, parece que entró en una competencia de bebida con un grupo de marineros británicos. Los testigos afirman que tomó ocho pintas de cerveza, una docena de shots de ron, media botella de whisky y algunos tragos de cognac. Lo que parecería una impresionante hazaña etílica derivó en su prematura muerte. Reed colapsó en el bar, víctima de un fulminante ataque cardíaco, y murió camino al hospital. El deceso truncó su papel en el film, al que muchos consideraban como el retorno tras décadas tomando roles menores en producciones televisivas o films poco reconocidos. El actor tenía tan solo 61 años.
La muerte de Reed obligó a Ridley Scott a reescribir el papel de Próximo, que originalmente tenía otro destino en el film, y empujó a los artistas de efectos visuales a completar las escenas del actor para poder darle un cierre a su arco argumental. Valiéndose de trucos visuales, como dobles de cuerpo para los planos más abiertos, múltiples ediciones inteligentes en la sala de montaje para crear reacciones a diálogos que nunca llegó a filmar, y una novedosa técnica de reemplazar la cabeza de un actor con imágenes ya filmadas de Oliver Reed, el equipo técnico consiguió darle al mundo la última —e increíble— actuación de uno de los intérpretes mas queridos del séptimo arte. Fue nominado a los premios BAFTA y del Sindicato de Actores como mejor actor secundario de forma póstuma.
A pesar de aquel enorme contratiempo, el director consiguió terminar de filmar su epopeya, y en mayo del año 2000 se estrenó en todo el mundo Gladiador. La gente pudo ver la historia de Maximus, el comandante del ejército romano que, tras liderar varias campañas exitosas para ampliar el territorio del imperio, anhela volver a su casa, junto a su esposa e hijo. El emperador Marco Aurelio no desea que el valioso hombre retorne a su hogar, y le pide que lidere a su pueblo como nuevo César, ya que no considera a su hijo Cómodo apto para ostentar tanto poder. El joven ambicioso se entera de los planes de su padre y lo asesina, adquiriendo así el cargo que tanto anhelaba. Su primera orden es el asesinato del comandante, su mayor amenaza, y así vuelve a Roma para establecer el control del senado y de su familia. Maximus, por supuesto, consigue escapar, y tras descubrir que su familia fue asesinada termina como esclavo, luchando en arenas itinerantes de gladiadores. El destino le ofrecerá una oportunidad de redención cuando Cómodo decide re-instaurar los juegos en el Coliseo Romano para entretener al pueblo que parece rechazarlo, y los la compañía de luchadores volverán a pelear en la máxima arena de la época, otorgándole al protagonista una última chance para vengarse.
La trama lineal de acción se suma a las intrigas políticas de la época romana, y Ridley Scott hace maravillas con un guión repleto de diálogos punzantes, frases memorables y una exploración notable de una época fascinante que, pese a todas las libertades históricas que se toma, recrea muy bien algunas viñetas que demuestran la cruda realidad que debían enfrentar los habitantes de aquella época. A los que no les interesa tanto la historia encontraran escenas de batallas épicas, peleas sangrientas en escenarios exóticos que no envejecieron a pesar de tener ya veintiún años, todo un testamento al magistral trabajo que realizó todo el equipo comandado por el director.
Las actuaciones también son soberbias, y pese a la espectacularidad de la puesta en escena, Gladiador es una película que se apoya fundamentalmente en los personajes. Crowe da una de las mejores actuaciones de su vida como el gladiador protagonista, un personaje quebrado por el dolor pero inquebrantable en su convicciones, poseedor de una moral férrea y habilidad para blandir la espada con precisión. Phoenix, por otro lado, es un villano detestable, lleno de inseguridades que lo hacen más peligroso aún. Cada escena que protagoniza con su hermana y sobrino están cargadas de tensión. El actor canaliza de forma asombrosa la complejidad de un personaje lleno de poder de puertas para afuera pero impotente en el fuero interno, y es la contraparte perfecta de Maximus. El resto del elenco no acompaña sino que es indispensable para que el resto funcione. Connie Nielsen ejecuta una performance tan dura como conmovedora, y se aleja de los estereotipos femeninos achacados a estos personajes en las películas épicas. Ella es tan capaz de ser manipuladora como su hermano, y demuestra tener la entereza de un César aún sabiendo que jamás podrá siquiera soñar con tanto poder.
El film estuvo nominado a doce premios Oscar, de los cuales ganó cinco, incluidos mejor actor de reparto para Phoenix; mejor película, mejor director para Ridley Scott; mejor guión y efectos visuales. A pesar de contar con la banda de sonido más vendida de la historia —y de una calidad excepcional— el trabajo de Hans Zimmer, una leyenda de la música de películas a la altura de John Williams, no consiguió hacerse con la estatuilla.
Este clásico del cine moderno hasta ahora no tuvo una remake pero hace años que se viene hablando de la posibilidad de una secuela, pese a lo difícil que debería ser lidiar con una historia que parece cerrada. En el 2018 Paramount Pictures anunció que dieron luz verde al proyecto, pero desde entonces solo han corrido rumores sobre guiones, actores involucrados y posibles líneas argumentales. Lo que le otorga cierto peso a todas estas especulaciones es que el propio director afirmó que ya resolvieron como continuar con la historia de Gladiador y, este año, el actor Chris Hemsworth intentó sumarse al proyecto ofreciéndose también como productor, y parece que compartió sus ideas con Russel Crowe mientras filmaban la cuarta entrega de Thor, perteneciente a la franquicia Marvel.
Mientras esperamos para saber si continúan o no las aventuras del comandante convertido a esclavo, devenido en gladiador, que desafió a un imperio, al menos podemos disfrutar de esta excelente película en la plataforma de streaming Netflix.