Promediaba la década de 1980 y en la Argentina gobernaba el radical Raúl Alfonsín. La salida de la dictadura cívico militar (1976 – 1983) había sido tumultuosa, y la democracia se afianzaba con mucha incertidumbre. El procesamiento de las ex juntas militares con su secuela de motines y alzamientos, la creciente inflación que devoraba los ingresos mes a mes, las movilizaciones y paros sindicales en defensa del salario, ponían una nota cotidiana de sobresaltos. El alfonsinismo después de arrancar con algunas mejoras salariales, aceptó buena parte de los planes impuestos por el Fondo Monetario Internacional (FMI), aplicando las tradicionales recetas liberales de restricción del gasto público, enfriamiento de la economía y reducción del consumo. Es por esos años que comienzan a dimensionarse algunos programas conducidos por periodistas que tienen una clara posición frente a determinados temas, como el rol del Estado. Uno de ellos fue Bernardo Neustadt con su programa “Tiempo Nuevo” quien oportunamente había formado una dupla con su colega Mariano Grondona al frente del programa “Hora Clave”. Ambos espacios televisivos se caracterizaban por un inocultable fervor privatista en lo que hacía a las empresas estatales y partidarios a ultranza de la llamada “libertad económica”; basándose en el dogma liberal de que “los mercados regulan naturalmente la economía”, partiendo del principio del libre juego de la oferta y la demanda.
Bernardo Neustadt dirigiéndose a una imaginaria “Doña Rosa” que simbolizaba un ama de casa, proyección del argentino medio, intentaba convencer a sus muchos seguidores, que el mal que aquejaba a la Argentina era el Estado. En línea con el pensamiento del economista ortodoxo Álvaro Alsogaray, aseguraba que las privatizaciones serían la solución al crónico déficit fiscal y a los males estructurales que padecía nuestro país.
Luego de establecerse un manejo económico que permitiera a las empresas acumular capital, vendría “el derrame” de riqueza sobre los millones de argentinos ansiosos por llegar con su sueldo a fin de mes. Así predicaba Don Bernardo. A medida que la hiperinflación devoraba al gobierno radical, se profundizaba el relato económico liberal desde los medios de comunicación afines. Neustadt fue el abanderado de ese sector que hoy se calificaría como prensa militante. Con el abandono anticipado del gobierno por Raúl Alfonsín y un país en llamas, Carlos Menem (PJ) asumió el gobierno y profundizó el modelo económico que había comenzado con Martínez de Hoz durante la dictadura.
Desindustrialización, desocupación, libre importación, endeudamiento sideral; resumiendo, se había “enfriado” la economía. Menem se convirtió en un asiduo visitante del programa de Neustadt; y desde esa y otras tribunas, ambos pregonaban las virtudes de un modelo que terminaría estallando en diciembre de 2001, bajo otro gobierno radical.
Pero Don Bernardo no alcanzó a ver el fracaso de esa matriz económica por la que tanto había luchado: falleció en junio de 2008. Sepultado en el cementerio Parque Memorial de Pilar, unas doscientas personas lo acompañaron a su sepelio. En su lápida, lo evoca una sobria leyenda: “Aquí yace un hombre que ayudó a pensar”.
El Inolvidable Último Adiós de Neustadt
Tiempo Nuevo contaba con una particular cortina. Se trataba de “Fuga y misterio”, música de Astor Piazzolla. Ambos tenían una gran amistad. Inclusive, hay registros de ellos almorzando en la mesa de Mirtha Legrand.
Es por eso que el día del entierro de Neustadt, en un insólito episodio, comenzaron a tararear la melodía de la canción que identificó siempre a su programa.
Diario con Vos – 07-06-21 – El Insólito Funeral de Bernardo Neustadt, el Referente de la Televisión que Murió el Día del Periodista