Steven Spielberg es una marca registrada del séptimo arte. Tiburón, en 1975,fue uno de los puntapiés iniciales del cine blockbuster, los famosos éxitos taquilleros que cambiaron para siempre la forma de hacer cine en Estados Unidos. El director revolucionó el cine de ciencia ficción en pleno estallido de la fiebre ocasionada por Star Wars con Encuentros Cercanos del Tercer Tipo y E.T. El Extraterrestre, su díptico fílmico sobre alienígenas pacíficos. Le otorgó al mundo a Indiana Jones, tal vez uno de los héroes de acción y aventuras más perfectos jamás puestos en la gran pantalla. Tras algunos intentos de contar historias ambientadas en la Segunda Guerra Mundial (la fallida 1941 y la infravalorada El Imperio del Sol) creó una obra maestra para honrar a la memoria del pueblo judío con La Lista de Schindler, y el mismo año —1993— estrenó uno de los films más increíbles de ciencia ficción/aventuras/terror cuyo impacto visual aún no ha sido siquiera igualado: Jurassic Park probó una vez más que Spielberg era capaz de narrar historias de una crudeza inimaginable con su retrato del Holocausto y al mismo tiempo demostrar el poderío de la imaginación al servicio del entretenimiento. Todo en un mismo año.
En los últimos años Spielberg ha producido películas de calidad irregular, algunas buenas, otras apenas entretenidas, más la magia de las historias que contaba antaño parece haber quedado relegada al pasado. A gusto de quien escribe, Atrápame si puedes, estrenada en el año 2002, es la última gran obra maestra del director antes de una merma en la calidad de sus films, y que a menudo no entra en los numerosos tops que hacen cientos de páginas y canales de YouTube dedicados a la filmografía del buen Steven.
Basado en el libro que escribió Frank Abignale Jr., un notorio estafador y falsificador estadounidense devenido en consultor del FBI, la película narra la historia de un joven proveniente de una familia clase media-alta caída en desgracia económica por los problemas de patriarca con el fisco. El niño creció admirando a su padre, héroe de guerra que conoció a su madre en Francia, y la llevó a Estados Unidos pese a no hablar una palabra de francés. Los problemas monetarios de la familia derivan en un divorcio de la pareja que impulsa al único hijo a huir de su hogar, para comenzar a construir una vida repleta de engaños y estafas, pero siempre con la idea en la cabeza de reunir a sus padres y devolverles la vida de lujos que perdieron antaño.
Tras varias pruebas que no fueron bien para conseguir dinero de forma ilegal, Frank decide que se convertirá en piloto de avión de la empresa Pan Am, no con la intención inicial de volar sino para cambiar cheques en bancos y hoteles, ya que su rostro de niño le impedía engañar a gerentes, banqueros y recepcionistas. Armado con un traje y su creciente habilidad para modificar cheques, Abignale Jr. empieza a recaudar dinero de manera exponencial, y pronto se acostumbra a las comodidades del dinero fácil, sin pensar en las repercusiones legales que acarrean sus actos ilícitos.
Mientras tanto el agente del FBI Carl Hanratty, especializado en fraudes bancarios, comienza a darle cacería al misterioso hombre que inventó un método para engañar a los sistemas bancarios, haciendo girar cheques falsos de punta a punta del país, otorgándole tiempo de sobra para abandonar los lugares donde produce las estafas. El estoico hombre incluso queda cara a cara con el estafador, pero se le escurre entre los dedos gracias a la increíble astucia del joven, quien para esta altura descubre que el juego de gato y ratón comenzó y va en serio.
Bajo el alias de Frank Conners decide cambiar de “profesión” y se convierte primero en médico, haciéndose cargo de una guardia en un hospital de Louisiana, se enamora de una joven enfermera con problemas serios de familia, llamada Brenda, y decide casarse con ella, tal vez porque se siente identificado con la muchacha exiliada del hogar, tan caída en desgracia como su propia familia. Una vez que conoce a la familia de ella, de buena posición económica cuyo padre es un respetado abogado en el estado, decide una vez más cambiar de trabajo, se declara abogado y rinde las materias equivalentes para poder obtener un empleo en el poder judicial.
El canto de cisne comienza a desvanecerse en el éter, y el joven millonario estafador, capaz de engañar a cuanta persona se le cruzara por el camino y aún más capaz de dejar en ridículo al mismísimo FBI parece volar cada vez más cerca del sol.
Atrápame si puedes es un relato apasionante sobre una persona fascinante, y a pesar de que la historia de ficción no se apega del todo a los hechos reales, esto no le resta fuerza al núcleo de la hechos. El mismo estafador y posterior especialista en fraudes —profesión que lo hizo millonario por segunda vez en su vida, pero esta vez de forma legal— dio el visto bueno a la historia y terminó aceptando la interpretación de Leonardo Di Caprio, a quien no le veía mucha potencial como su contraparte cinematográfica, pero que terminó convenciendo a todos. Di Caprio, ya había probado muchas veces que su capacidad como actor superaba el estigma de ser una “cara bonita”, y esta película conforma el inicio de su etapa adulta, junto con Pandillas de Nueva York, dirigida por Martin Scorsese el mismo año.
Spielberg reunió a un grupo de estrellas admirable para darle vida a la historia. Tom Hanks toma el rol del agente Hanratty, y conforma una dupla escénica memorable pese a que no comparte muchas escenas con Di Caprio. Lejos de los estereotipos de los miembros del FBI duros, predispuestos a la acción y de físicos imponentes que suele mostrar Hollywood a menudo, Hanks ofrece una interpretación humana para un hombre cuyo trabajo es su vida, tosco con sus compañeros de trabajo y obsesionado con atrapar a su ballena blanca. Christopher Walken es aquí Frank Abignale padre, un hombre venido a menos que se niega a admitir la derrota, se considera un perseguido del “sistema” y admira a su hijo de la misma forma que este lo admira a él. Cada mirada del actor trasmite un nivel de sentimiento, pasión y desesperación que conmueve, y es gracias a esta actuación que entendemos los motivos iniciales de su hijo para elegir una vida al margen de la ley. Amy Adams personifica a Brenda, la atribulada enfermera joven que cae en la maraña de engaños de Frank. Para los que vieron a la actriz en papeles protagónicos como en El Maestro o en Arrival, este es un gran ejemplo de la versatilidad de la mujer desde temprana edad, transitando una emergente carrera que la llevaría a estar bajo la dirección de los directores más importantes de la industria. Martin Sheen tiene un breve papel secundario como el padre de Brenda, un viejo abogado obstinado por brindar al mundo exterior la imagen de familia perfecta. Spielberg incluso le dio un pequeño rol a Jennifer Garner, que hace de una prostituta VIP en un hotel que termina cayendo bajo la influencia de Abignale Jr.
La película tiene un ritmo vertiginoso cuyo plano maestro es el guión a cargo de Jeff Nathanson, encargado de adaptar el libro original y proporcionar los cambios necesarios para volver más atractiva la historia de estafas y persecución a lo largo y ancho de Estados Unidos. Comparte el mérito junto a Spielberg de crear un film sumamente entretenido en donde gran parte del segundo acto alterna entre explicaciones de fraudes bancarios y conversaciones compuestas por extensos diálogos. Aquí entra el oficio del consagrado narrador para crear una narrativa dinámica, sostenida por el clásico estilo de dirección que ostenta el cineasta, siempre evadiendo los planos estáticos por mucho tiempo, elaborando encuadres atractivos para retratar escenas “mundanas”, y siempre con ese filtro de realismo mágico que el mejor Spielberg supo convertir en su marca registrada.
Toda esta magnífica receta termina de cerrar con la banda de sonido a cargo del legendario John Williams, a quien la humanidad le debe agradecimiento por haber creado música inmortal desde la década del ‘50. La composición musical es elegante, juguetona, ilustra a la perfección la visión casi lúdica que tiene Frank Abignale Jr sobre sus crímenes, alternando con pasajes más serios para los segmentos dramáticos.
Atrápame si puedes es, tal vez, una de las últimas películas que hizo Spielberg en el siglo XXI en donde los personajes se sienten reales, frescos, atractivos. El look del film es orgánico, con una dirección de fotografía naturalista que le escapa a la estética digital que prima hoy en día, llena de colores que parecen artificiales. En todos los aspectos técnicos y creativos parece haber una sincronía que la mayoría de sus producciones posteriores no parecen haber podido replicar. El director se preocupa más por pulir la narrativa conducida por los actores y los diálogos, y ofrece lo que mejor sabe hacer el artista independientemente del género al que decida abocarse: crear personas auténticas, que generen empatía con el espectador, y no un simple despliegue de efectos especiales sin mucha sustancia (Ready Player One o Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal) o historias que parecne más una clase de historia que un producto de entretenimiento. (Lincoln o Caballo de Batalla)
Hasta el próximo estreno de su remake del clásico musical West Side Story —que luce como una vuelta al encanto de antes, al menos desde lo visual— Atrápame si puedes es el último film de Steven Spielberg con esa maestría para contar historias que lo ubicaron en el panteón no solo de los grandes directores de la industria, sino como un autor, dueño de una voz propia y única, inimitable. Lo bueno de esta clase de artistas es que el futuro siempre alberga la posibilidad de una nueva obra maestra en el horizonte.
Atrápame si puedes está disponible en la plataforma de streaming Netflix.