Transcurrían los últimos meses de 1967. La Argentina era gobernada por el general Juan Carlos Onganía, entronizado por un golpe militar llevado a cabo por los comandantes en jefe de las tres armas un año antes, cuando depusieron al presidente Arturo Illia. A diferencia de otros gobiernos de facto que se autotitularon “provisionales”, el de Onganía fue denominado por sus responsables como “Revolución Argentina” y aseguraban que se quedaría todo el tiempo que hiciera falta; estimando un plazo no menor a quince o veinte años. La dictadura entre otras medidas tomadas, disolvió los partidos políticos y estableció una feroz legislación represiva, en particular contra el comunismo; tendencia política cuya difusión fue penada por la ley 17401 que castigaba a los transgresores con varios años de cárcel.
En ese contexto, el 8 de octubre del mismo año muere en Bolivia Ernesto “Che” Guevara y en el sudeste asiático se intensifica la guerra cuyo epicentro es el territorio vietnamita.
La lucha armada teorizada y llevada a la práctica por el Che, a lo que se suma en nuestro país la intransigencia dictatorial que no dejaba resquicio participativo, además de la crónica proscripción del peronismo pese a ser la fuerza política mayoritaria, llevó a distintos sectores políticos, particularmente juveniles, a replantearse los caminos de acción política ante el muro de indiferencia y represión levantado por el poder de turno.
Consecuencia de esa inquietud, fue la crisis que a fines de 1967 sacude al antiguo Partido Comunista Argentino (PCA). Un importante número de dirigentes de la Federación Juvenil Comunista (FJC), rama joven del PC, rompe con el partido acusando a su dirigencia entre otras cosas, de practicar el “reformismo” y por alejarse –sostenían- de los postulados revolucionarios del marxismo-leninismo. Los jóvenes disidentes se agrupan provisoriamente bajo la sigla “Partido Comunista – Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria” (CNRR). El 6 de enero de 1968, el mismo día en que el viejo PC cumplía medio siglo de vida, los comunistas disidentes fundan el Partido Comunista Revolucionario (PCR). Su línea inicial no difiere de la teoría marxista tradicional, pero actualiza el concepto de “lucha armada” en un confuso planteo que mezcla el ejemplo revolucionario del Ché con la insurrección de masas según el molde ruso de 1917; además de cuestionar severamente al antiguo PC por su presunta defección y el seguidismo a la Unión Soviética. “¡Lucha, lucha, armada; viva el Che Guevara!.” Es el primer cántico con que el flamante partido gana la calle y trata de diferenciarse del viejo Partido Comunista. La hoz y el martillo entrelazados, símbolo del comunismo internacional, son también adoptados por el PCR.
En esos primeros años de actividad clandestina, como la que practicaba todo el arco político censurado, el PCR hace pie particularmente en la Universidad, ya que a través de su brazo estudiantil, el Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda (FAUDI), conduce numerosos centros de estudiantes, cuerpos de delegados de facultades y a un sector de la Federación Universitaria argentina (FUA); fracturada por una alianza de comunistas ortodoxos, socialistas y radicales. Su línea comienza ser conocida por otra consigna que florece en cánticos y pintadas:
“Ni golpe ni elección;
insurrección.”
Como muchas tendencias juveniles, creen que la salida al atolladero institucional será violenta, pero el PCR desecha la guerrilla reivindicando la organización de las masas para esa fase final insurreccional en que el pueblo bajo la conducción del partido, se haría cargo del poder para instaurar una sociedad socialista. Su actitud que lo lleva a autocalificarse como “el partido de la clase obrera”, le dificulta las alianzas con otros sectores afines. Algunos sucesos que conmocionan a La Argentina, como el Cordobazo en mayo de 1969, encuentran al joven partido como partícipe de la lucha callejera junto a otras agrupaciones políticas y gremiales. El crecimiento de las tendencias llamadas “clasistas” en el sindicalismo cordobés, cuyo eje son los complejos automotrices de IKA-Renault, FIAT y los talleres autopartistas, permiten al PCR mediante sus “Agrupaciones Sindicales Clasistas 1° de Mayo” y otras que integran la Lista Marrón, ganar en 1972 la conducción del Sindicato Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA) de Córdoba. El flamante Secretario General del gremio y miembro del Comité Central del PCR, es René Salamanca. Paralelamente, el Partido se fue alejando de posiciones guevaristas y abraza el pensamiento del líder chino Mao Tsé Tung como guía ideológica. Asimismo, en línea con los jerarcas del comunismo chino, el PCR refuerza su campaña de denuncia contra la Unión Soviética a la que acusa de “social-imperialista”. Pero no olvida a los seguidores criollos de Moscú:
“No son marxistas, tampoco leninistas,
son reaccionarios y social-imperialistas.”
Dice un cántico dirigido a los viejos comunistas argentinos. La abrumadora cantidad de adjetivos en apenas dos versos, confirma la intensa carga ideológica que arrastraba la lucha política emprendida por algunas agrupaciones. La alineación casi automática con la filosofía maoísta, les gana en la política argentina el mote de “los chinos.”
La vuelta de Perón genera un dilema para el PCR como para toda la izquierda. Su pretensión de insertarse y algún día conducir a los trabajadores argentinos, chocaba con el inconveniente de que la mayor parte de la clase obrera y el pueblo continuaban fieles a Perón.
No obstante, dispuestos a no repetir lo que consideraban el error histórico del viejo PC que en 1945 se alió con los factores tradicionales del poder, como la Sociedad Rural, la embajada norteamericana y todos los partidos antiperonistas, el 11 de marzo de 1973 el PCR convoca a votar en blanco pero estrechando filas en la lucha con los peronistas:
“Gane quien gane pierde el pueblo; luche y vote en blanco.”
Es la consigna que junto a otro grupo pro chino, “Vanguardia Comunista”, estamparon en los muros mientras duró la campaña.
Superada la instancia electoral del 11 de marzo de 1973, “los chinos”, frente a las duras internas peronistas se van alineando con Perón y toman distancia de la Tendencia Revolucionaria, cuyo principal exponente fue la organización Montoneros y su colateral la Juventud Peronista de las regionales (JP). El fallecimiento de Perón, pese a que el SMATA Córdoba y otros gremios clasistas habían sido intervenidos, encuentra al PCR en la defensa del gobierno de Isabel Perón.
Esta actitud le merece la condena de buena parte de la izquierda y Montoneros en particular, que acusan a los “chinos” de “isabelistas”, lopezrreguistas” y “fachos.”
Mientras el PC convoca a formar un “gobierno de amplia coalición democrática”, que incluya a militares, pese a estar en vigencia el Poder Ejecutivo elegido en elecciones libres en octubre de 1973, el PCR llama mediante sus pintadas callejeras, a:
“Unirse y armarse contra otro 55” y advierte: “La Patria está en peligro.”
A su vez, el PCR calificaba a sus detractores de izquierda como “golpistas pro soviéticos.” El golpe de 1976 llevó a los “chinos” a una ilegalidad rigurosa como al resto de las agrupaciones marxistas, a excepción del Partido Comunista Argentino que sólo fue declarado “en receso”, como otros partidos tradicionales.
También su militancia padeció desapariciones durante la dictadura y a partir de la recuperación democrática en 1983, vuelve a la superficie mediante un sello alternativo: el Partido del Trabajo y el Pueblo (PTP). Morigerado el discurso insurreccional de los años setenta, en el período democrático el partido retoma la sigla tradicional de PCR y en los años noventa, con el avance de la desocupación crea la Corriente Clasista y Combativa (CCC) cuyo líder visible durante algunos años es el estatal “Perro” Santillán, líder gremial jujeño. La C.C.C. le da contención y organización a miles de desocupados que se integran al movimiento “piquetero”, encontrando un nuevo espacio de protagonismo social. En los años 2000, la “CCC” es una referencia importante de los movimientos sociales conocidos como “piqueteros” conducida por Carlos Alderete. Su antigua devoción por la China Popular, entró en crisis a partir del giro al capitalismo que la cúpula de ese país imprimió a la economía y a las estructuras sociales, alejándose del marxismo ortodoxo. Eso llevó a que el acto del 40° aniversario del partido, celebrado en el Luna Park de Buenos Aires en abril de 2008, no esquivó la crítica a Beijín por el abandono del socialismo; así lo manifestó su máximo referente el legendario Otto Vargas, quien acusó a los compatriotas de Mao de ser “un imperio emergente.”
A su vez las colmadas tribunas replican:
“Somos los hijos del Cordobazo,
los herederos de Mao y el Ché.”
Así es que manteniendo esa antigua tradición, seguramente heredada del pensamiento maoísta que sostenía “golpear juntos, marchar separados”, el PCR continuó en las últimas compulsas electorales convocando al voto en blanco pero sin armar alianzas, ni siquiera para predicar la abstención electoral.
La inserción “china” en medios rurales que sería también de vieja data, le dio cierto protagonismo en la confrontación de las entidades ruralistas con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner por las retenciones a las exportaciones de granos. Con alguna presencia en agrupaciones chacareras de base y en los “autoconvocados” en los cortes de rutas durante el conflicto que duró la primera parte de 2008, el Partido tuvo una discreta presencia en el conflicto, aliado a la Sociedad Rural Argentina (SRA), la Federación Agraria Argentina (FAA) y Confederaciones Rurales Argentinas (CRA).
Del Libro Pintadas Puntuales – Roerto Bongiorno – Ángel Pizzorno -2020