En una escena imaginada pero no por eso menos cierta, podemos ver a un par de guitarristas, a veces un bandoneón si la música es tango y hasta un violín, dando marco al cantor; que puede ser alguien contratado o el mismo galán que pretende homenajear a su dama. El grupo se instala frente a un balcón o una puerta en una noche serena y se pone en marcha esa tradición antiquísima: la serenata. Los resultados dan lugar a un anecdotario inagotable. Van desde una recepción amable a los artistas, que puede llevar a que se enciendan las luces de la casa y la mujer agasajada, agradezca el homenaje y ofrece al grupo una copita o una lata de cerveza, según los tiempos y el lugar; o el peor escenario: algún insulto en la oscuridad, un baldazo de agua y hasta la presencia policial. Entonces los músicos y el galán frustrado, se van “con la música a otra parte”, literalmente.
Esa tradición romántica se remontaría al siglo XVIII en Europa Occidental. Se trataba de una suerte de concierto que se brindaba al atardecer. En general en los jardines de los palacios o en ámbitos similares. Se acostumbraba a ejecutar la serenata con cuerdas, percusión, flauta y otros instrumentos disponibles. El vocablo proviene del latín serenus que significa estar sereno, tranquilo. En los siglos XVIII, XIX y XX, la serenata se profesionalizó con compositores como Amadeus Mozart que registró trece obras en ese género y Beethoven que compuso para grandes orquestas y ejecutantes consagrados; sólo por citar a algunos de los más célebres. También Schubert, Strauss, Ravel y Debussy incursionaron en el género. Algunos investigadores sostienen que plañir cantando, se inscribe en la tradición romántica de la caballería medieval, que a su vez, derivaría de los trovadores.
Provendría del siglo XVIII la costumbre de organizar torneos abiertos de serenatas y en pleno siglo XIX, era habitual ver serenateros desarrollando su arte a caballo.
En Hispanoamérica el género arraigó fuertemente en países como México, cuyos mariachis se expandieron por todo el continente con sus trajes típicos y que en pleno siglo XXI, siguen gozando de popularidad, aunque no se trate de auténticos aztecas. En nuestro país la serenata tuvo una impronta tanguera desde los comienzos, pero el vals fue el género preferido. Guitarras, a veces un bandoneón a los que podía sumarse algún violín, era el acompañamiento habitual.
“Muchachos esta noche saldremos por los barrios
a revivir las horas de un tiempo que pasó
será una pincelada de viejas tradiciones
y al son de la guitarra dirán que no murió”.
Así se expresan los primeros versos de La Vieja Serenata. Este inolvidable vals de Sandalio Gómez y Teófilo Ibáñez fue grabado por varios intérpretes, en años en que el tango pisaba fuerte. No obstante, su letra destila una profunda nostalgia, como añorando una era dorada de las serenatas, que Buenos Aires ya entonces parecía haber perdido.
Hoy la serenata como regalo, requiere sorpresa y ya no se trata sólo de declaraciones de amor inesperadas, sino también cumpleaños y otros eventos con fuerte carga afectiva.
Las redes de comunicación virtual ofrecen numerosos servicios de serenata, para todos los gustos.
Sin duda es un negocio que está lejos de desaparecer, debido a que tiene una raíz cultural muy profunda. Los tiempos de pandemia por múltiples razones, no son los ideales para andar de serenata, pero existe un terreno fértil. Las recomendaciones son las de siempre: ante todo que la persona homenajeada se encuentre en la casa. Buscar un horario apropiado que no resulte molesto al entorno y si se trata de un galán en busca de la aprobación de la dama, la tradición sugiere presentarse con la indumentaria que los códigos comunes entre ambos, así lo indiquen. Como los pájaros, el serenatero busca agradar, seducir al objeto de su arte; aunque no sea él quien cante o pulse un instrumento. Y la sorpresa sigue siendo hoy, el ingrediente fundamental.
Existen otras formas de serenatas fuera de la callejera clásica. Se trata de las que se brindan en ciertos restaurantes a alguna pareja, acercándose a su mesa con algún tema romántico. No es una práctica novedosa, pero sigue gozando de aceptación. Sin duda que aunque pasen los años y cambien las costumbres, en alguna calle porteña siempre habrá alguien que al pulsar una guitarra o acomodar la voz debajo de un balcón, piense:
“Al ver que las persianas se abren despacito
Muchachos esta noche yo pierdo el corazón”.
Como cuenta La Vieja Serenata.
Referencias
La Vieja Serenata
Muchachos esta noche saldremos por los barrios
A revivir las horas de un tiempo que pasó
Será una pincelada de viejas tradiciones
Y al son de la guitarra dirán que no murió.
Iremos por San Telmo, Barracas, Puente Alsina
Y en Flores dejaremos prendida en un balcón
La vieja serenata que nadie, nadie olvida
Por eso es que ésta noche se hará recordación.
Mujer, .Mujer no te olvida
Aquél que fue y te cantó
En noches de luna llena
Junto a tu reja su amor.
Y al escuchar del trovero
La dulce queja galana
Abriéndole la ventana
Un… muchas gracias, se oyó.
Por todas las parroquias revive en los balcones
La vieja serenata del mozo trovador
Si parecen que hablaran jazmines y malvones
Como pidiendo acaso la vuelta del cantor.
Por eso es que esta noche, muchachos los invito
Pondremos en los barrios un poco de emoción
Y al ver que las ventanas se abren despacito
Muchachos esta noche, yo pierdo el corazón.
Vals – 1949
Música: Teófilo Ibáñez
Letra: Sandalio Gómez