Todos sabemos que las recetas del Fondo Monetario Internacional, giran alrededor del condicionamiento político y económico a través de medidas que apuntan al ajuste por medio de un estricto control fiscal y del gasto público.
Como normalmente los países recurren al organismo para lograr un apoyo cuando se encuentran inmersos en una crisis política, económica y social severa, deben someterse a las condiciones que ese respaldo conlleva, esto no solamente lo hemos visto en nuestro país, Grecia y Portugal entre otros pasaron por la misma perturbadora experiencia y por lo que se puede apreciar, el continente no importa.
Cuando se realizan críticas al accionar del FMI, generalmente se acentúa la participación de EEUU en las decisiones, y no es incorrecto, ya que es el mayor accionista al que le siguen Inglaterra, Francia, Alemania y Japón, pero lo que muchas veces se soslaya es que Rusia y China también forman parte de su función y aunque tienen menos poder de decisión con su permanencia legitiman el accionar del organismo.
Argentina ingresó en el año 1956, y siempre tuvo una relación conflictiva con el organismo, pero lo cierto es que ya forma parte permanente como miembro del club, y como tal tiene derecho a acceder a diferentes préstamos, los cuales solamente entran en vigencia cuando los países tienen dificultades para cumplir con las obligaciones financieras externas, y como dijimos al principio, siempre y cuando estén de acuerdo en llevar reformas económicas que ayuden a “solucionar” los desajustes que originan los problemas.
Se sabe que los intereses que el FMI aplica en las diferentes líneas de crédito, comparados con los que el mercado financiero ofrece, son bajos y no están atados a lo que conocemos como el riesgo país, entonces la pregunta que surge de inmediato es, ¿por qué no se recurre a él antes de llegar al desastre? Y la respuesta a esto es simple, el Fondo Monetario Internacional solamente auxilia financieramente cuando justamente el país se encuentra en serios problemas y es así que esta “ayuda” va acompañada por un asesoramiento técnico para “normalizar su balanza de pagos”.
Es en este contexto que el macrismo llega a su tercer año de gestión, con una deuda externa que había pasado de alrededor del 45% del PBI recibida de la gestión que lo precedió al 76%, y con un festival de lebac y leliq que hasta sus amigos se sorprendieron y tanto se sorprendieron que se asustaron. Y era lógico, estos cuya especialidad son los vaivenes financieros y veían que en ese festival llegaba a ofrecerse hasta el 80% y a veces un poco más de intereses, a pesar del paraíso que a ellos les significaba decidieron poner en práctica aquello de que “cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía”.
El paraíso consistía en algo muy simple, y para graficarlo recurriremos a cifras cuyos ceros podamos manejar:
1 dólar diciembre año 2016 = $15,70 – U$S 1.000.000 = $15.700.000
$ 15.700.000 x 80% de intereses = $12.560.000 total a cobrar a 12 meses $28.260.000
1 dólar diciembre año 2017 = $18,40 – $28.260.000 dividido en $ 18,40 = U$S 1.500.000
Esta cuenta que figura a modo de ejemplo, tenemos que llevarla a la escala real que experimentó las endebles arcas del Banco Central durante la gestión de Juntos por el Cambio que registra el pago de intereses por el valor de U$S 86.000.000.000.
La gente algo informada en el mundo y sobre todo de Europa, donde los bancos ni llegan a dar el 1% de interés en los depósitos, al ver que de acuerdo al ejemplo dado se podía obtener el 50% habrán buscado rápidamente un fondo de inversión para participar de algo de la renta, como así también debe haber surgido la pregunta ¿pero cómo, si Argentina puede dar esos intereses, por qué dicen que es un país emergente?
Pero el día menos esperado para Macri acababa de llegar, uno de los amigos y quizás el más gravitante, el JP Morgan, el fondo que más había colaborado con el régimen en la colocación de deuda, y que hasta había abierto una oficina en el país, de repente el 25 de abril de 2018 decide desprenderse de las Lebac por un monto de 800 millones de dólares para luego retirarse agradeciendo los servicios prestados.
Era lógico lo que vendría después, si el mejor amigo se apura en desprenderse de las letras del banco central, los otros que no eran tan cercanos, pero no por eso distantes, no tardaron en tomar la misma actitud sin preguntarse por qué don JP había decidido borrarse olímpicamente, aunque en el fondo lo intuían.
Frente a la inminente debacle, repitiéndose la misma historia del 2001 cuando los “inversores” ya no pensaban poner un solo dólar en el gobierno, Mauricio Macri recurre a la ayuda del FMI hasta que al final pasado 40 días anuncia un acuerdo por más de U$S 50.000.000.000, con una ayudita de su amigo Donald que quiso evitarle el default y que pueda así llegar hasta las elecciones lo menos deteriorado posible.
La misma irresponsabilidad que lo llevó junto con el mejor equipo de los últimos 50 años, integrado entre otros con algún participante de la Champions League, a dilapidar las reservas poniendo en el Banco Central una puerta giratoria con los dólares que ingresaban, de la misma forma pusieron la firma para llevar adelante, además de un ajuste más profundo, compromisos de pagos totalmente irrealizables, solamente posibles con infinitamente más pobreza y más hambre.
Hoy por hoy el gobierno se encuentra negociando pero no un nuevo préstamo sino la forma de pagar lo comprometido, en esta mesa se encuentran además de Kristalina, la directora adjunta del Hemisferio Occidental, Julie Kozack y Mauricio Claver el personaje que le sugirió a Trump lo conveniente de apoyar al macrismo con el acuerdo.
Seguramente en la estrategia para la negociación, Martín Guzman no tratará de llegar al corazón de Kristalina o de Julie prometiéndole el amor del pueblo argentino porque se sabe que para hacer la relación sexual se puede prescindir de los sentimientos.