Los juegos de mesa demostraron tener en el mundo entero y por supuesto en nuestro país, una asombrosa capacidad de supervivencia. A pesar de la hegemonía de los juegos electrónicos y las vastas posibilidades que en el año 2020 ofrecen las computadoras, todavía es posible ver en las vidrieras de las jugueterías al venerable ajedrez, escoltado por el no menos longevo juego de damas; el tablero de Ludo, con sus “casas” coloridas y también el dominó, en su versión adulta o el modelo infantil con su galería de animalitos o personajes de dibujos animados. Algunos entretenimientos otrora considerados clásicos, como el policía – ladrón o la carrera de caballos (ambos se juegan con dados y el resultado depende estrictamente del azar); ya en el año 2000 esos juegos eran casi inhallables. Pero otros como la oca, siguieron gozando de una razonable demanda, igual que la lotería familiar que en la versión de bolillas plásticas, generalmente de origen chino, hoy se las llama bingo. Las postrimerías del siglo XX introdujeron en nuestro país juegos como el TEG (Tácticas y Estrategias de Guerra) donde bajo un manto de visión estratégica, se libraba una lucha internacional donde se combinaban azar con astucia y sentido de la oportunidad, con cambios de frente y traiciones entre los jugadores. Para quienes rechazaban el sesgo castrense de ese juego, todavía era posible conseguir en las casas del ramo el legendario Estanciero; que tiene muchos puntos de coincidencia con el Monopoly. Quienes se inclinan por la ortodoxia jugadora, pueden conseguir ruletas de todo precio y tamaño, además de las eternas barajas españolas, que por unas monedas antes de la pandemia Covid – 19, podían comprarse hasta en los trenes. Y aún conservan una saludable vigencia, los naipes para jugar pocker, un clásico mundial.
Luego llegó el Scrabble. Consiste en formar palabras sobre un tablero con letras sueltas en distinto orden, como si fueran palabras cruzadas. Participan de dos a cuatro jugadores que suman puntos al colocar fichas de una sola letra. Se desarrolla sobre un tablero dividido en cuadrados. Esos mosaicos forman palabras que en nuestro caso, son de lengua castellana.
Ese resultado se lee de izquierda a derecha en filas, o hacia abajo en columnas.
Scrabble es la marca registrada de la empresa Mattel en casi todo el mundo, salvo en EE.UU. y Canadá; donde se distribuye bajo el registro de la firma Hasbro. Fue diseñado por el arquitecto estadounidense Alfred Mosher Butts en la década de 1930. A diferencia de un juego de azar, en el Scrabble es posible que los conocimientos del jugador influyan en el resultado final, ya que gana quien sea capaz de armar la mayor cantidad de palabras existentes en el idioma. En nuestro país existe la Asociación Argentina de Scrabble (AAS) con sede en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Las reglas en el caso argentino, determinan que sólo se aceptan vocablos que figuren en la última edición del Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española. La Asociación facilita sus instalaciones para el encuentro y recreación de los socios y organiza torneos de alcance nacional.
Los finalistas de esas competencias locales, suelen participar del Torneo Mundial que anualmente organiza la Federación Internacional de Scrabble en Español (FISE) integrada por más de veinte países. También participan jugadores de lenguas extranjeras que compiten en español. Se estima que a nivel mundial existen unos cuatro mil clubes de Scrabble.
Por otra parte, a principios del siglo XXI Scrabble se jugaba en 121 países con 29 idiomas distintos.
En aquellos años, se habían vendido unos 150 millones de juegos en todo el planeta. En la Argentina, existen además del Scrabble original, otros de contenidos específicos: cultura general, cine y otras variantes, diseñados por marcas ajenas a Scrabble. Resumiendo, el tablero en que el jugador expone sus conocimientos combinados con el azar, sigue generando tanto apasionamiento y concentración, como el juguete electrónico o virtual más sofisticado y novedoso.
Testimonios
“Para matar a todos los que anteriormente se hubieran salvado, para mandar para arriba a los que regresaron del exterior como si fueran defensores de la democracia cuando en realidad pretendan implantar la dictadura del proletariado.- Acumulaba un sólido rencor el PM, sentía cierto desprecio por la sociedad que lo había usado de forro; hora hablaban todos como si desconocieran lo que fue aquello .- Era como si en aquellas cuevas donde el PM se jugó la muerte se ocultaran inocentes angelitos que jugaban al Scrabel, y no guerrilleros que pretendían mandarlo para arriba a él.”
Partes de Inteligencia – Jorge Asís – Puntosur – 1987
En una revolución, como en una novela, la parte más difícil de inventar es el final. La frase pertenece a Tocqueville, pero describe risueñamente los esperpénticos epílogos que protagonizó durante estas últimas tres semanas el kirchnerismo saliente. Que como su primo bolivariano presume de revolucionario sin haber hecho, por supuesto, ninguna clase de revolución. Impostor y teatral desde el principio hasta el final, jugó a fondo esa ensoñación retórica y se dispone ahora a organizar el scrabble de la resistencia peronista.
La Nación – 11-12-15- Por Jorge Fernández Díaz “La Revolución Teatral Pasa a la Resistencia