Desplegando la imaginación, una bandada de pájaros en pleno aleteo nos puede parecer un conjunto de letras “V” en movimiento. Entonces a lo imaginado se suma la memoria. Algunas personas de más edad recordarán la “V” de victory que utilizaba el estadista inglés Winston Churchill durante la Segunda Guerra Mundial; simbolizando su fe en el triunfo final sobre sus enemigos. Ya en nuestro país, esa “V” con un crucifijo dentro pintada en el fuselaje de aviones rebeldes, representó el odio demencial que en forma de lluvia de bombas, descargaron sobre el Centro porteño en junio de 1955. Por razones opuestas atacantes y atacados no pudieron olvidar nunca esa “V” que como una flecha, se les clavó en la memoria y en el alma.
Más adelante una leyenda de origen incierto alimentó la esperanza de millones de argentinos que durante años, libraron luchas epopéyicas para que el ansiado avión que traería al Líder exiliado, pisara tierra argentina. Le llamaron el avión “negro”. Luego esa letra de trazo mínimo con una “P” dentro ganó paredes, respaldos de asientos en el transporte público, panfletos y se convirtió en emblema de resistencia, durante muchos años. El símbolo significó simultáneamente, “Vuelve”, “Venceremos”, “Victoria”.
No pocas conversaciones callejeras sobre el tema, terminaban en una involuntaria mirada al cielo, oteando el espacio con el deseo secreto de que la espera terminara.
Finalmente el avión llegó. No era negro, pero trajo a quien para la mayoría de los argentinos, era El Hombre del Destino. La “V” pasó de las paredes a los dedos mayor e índice, como símbolo triunfante, ya hecho carne en el cuerpo social argentino. Los años que siguieron y ante cada retroceso histórico, seguramente millones de ojos no pudieron (o no pueden) evitar esa trampa de la memoria y la emoción, en que creen ver en cada bandada que cruza el cielo, la vuelta de un aluvión de “V” triunfantes para completar lo que falta.