LOS INICIOS EN LAS VIÑETAS
Wolfman y Colan no es el nombre de una banda de rock indie, sino una dupla creativa impresionante que desde 1972 hasta 1979 revitalizó el género del horror con la publicación «La tumba de Drácula», que se convirtió en un clásico ineludible para los fans de las películas de la Hammer en particular, y los amantes del noveno arte en general. Fue en este marco en dónde el cazador de vampiros, el Caminante Diurno Blade hizo su primera aparición, en el número 10 (año 1973), para convertirse en uno de los personajes satélites más peculiares del universo Marvel.
A diferencia de la película homónima dirigida por Stephen Norrington, este Blade es oriundo de Londres. Hijo de una prostituta que muere tras ser atacada por el vampiro Deacon Frost (Stephen Dorff en la película), nace en 1929 y pronto es abandonado en la calle. A los nueve años tuvo su primer encontronazo con los chupasangres: iba camino al prostíbulo en dónde vivía cuando fue testigo del ataque de tres vampiros a un anciano llamado Jamal Afari, un músico de jazz que terminó entrenando a Blade en las artes de matar no-muertos, y también en los secretos de la música.
Los poderes que le legó la mordida de Frost fueron de suma ayuda en su cruzada personal. Blade tiene la fuerza de un vampiro, pero puede caminar a la luz del día (de ahí el apodo con el que se lo conoce entre el mundo de los Nosferatu). Tiene la habilidad de «sentir» la presencia de seres sobrehumanos, agilidad destacada y un ego tal vez demasiado desarrollado. Sin embargo, también heredó la sed de sangre propia de los de su raza, lo cual lo lleva a poderosas luchas contra la abstinencia, y le obliga a desarrollar sueros de todo tipo para suplantar la falta de hemoglobina.
Blade no ha tenido publicaciones en solitario continuas como otros personajes de Marvel, siempre ha funcionado mejor como contraparte de algún personaje «mayor». Por ejemplo, Blade: cazador de vampiros fue una miniserie que duró diez números entre 1994 y 1995. Algunas otras producciones vieron la luz desde entonces, pero jamás despegó como publicación capaz de atraer a las grandes masas, y eso que en el medio tuvo la ayuda de dos magníficas películas.
EL CAZADOR LLEGA AL CINE
Marvel tuvo su bautismo de fuego en la gran pantalla con Howard el pato, y se prendió fuego. La empresa necesitaba pisar fuerte en el mercado cinematográfico. Intuyeron que el camino era hacer una película oscura, violenta, dirigida al público adulto. Eligieron al caza-vampiros de la Casa de las Ideas, y crearon de un personaje secundario el primer éxito en la gran pantalla.
Las coreografías modernas, ágiles, estilizadas y repletas de efectos especiales congeniaron a la perfección con un reparto que destacó desde el principio. Wesley Snipes ES Blade, el actor se la cree y uno le cree. Con menos gestos que Keanu Reeves, el hombre encarnó a Blade de forma definitiva, a tal punto que es muy difícil imaginarse a otro actor haciendo el papel… al menos hasta la nueva versión en unos años que ya está cocinándose a fuego lento. Deacon Frost en manos de Dorff es una delicia, y los aplausos van para Kris Kristoffeson como Whistler, el mentor y hacedor de armas del Caminante Diurno.
Sin embargo pese a las críticas positivas, hubo drama tras bambalinas.
Marv Wolfman, con motivo del estreno de la película de Blade, intentó demandar a Marvel por el uso de su personaje, ya que no le pagaron un dolar. Por supuesto que la empresa, a pesar que estaba en una época todavía oscura (el Universo Cinematográfico Marvel era apenas un sueño lejano), terminó imponiendo a sus múltiples abogados, y Wolfman se tuvo que quedar con el reconocimiento de los fanáticos pero con la billetera bastante más vacía de lo que merecía. El Imperio contraatacó… y ganó.
Guillermo del Toro, un director que se estaba estableciendo en el mercado a principios del 2000, barajó, repartió e hizo saltar la banca con Blade II, una de esas raras secuelas que suman y mejoran el producto original. Con el diseño de monstruos que caracterizaría la filmografía del director mexicano, Blade debe unirse a un grupo de vampiros rebeldes en orden de detener a Nomak, otro chupasangre que quiere crear una raza de vampiros capaces de caminar a la luz del sol.
Blade Trinity, el cierre de la trilogía, estuvo a cargo del guionista David S. Goyer (El caballero de la noche), que decidió clavar una estaca al corazón de la saga con una película irrisoria, llena de chistes estúpidos a cargo de Ryan Reynolds y un Wesley Snipes pasado de marihuana que se rehusaba a actuar e incluso llegó a querer ahorcar al director. Una verdadera pena, porque de haber continuado la línea de las dos anteriores hubiera concluido una trilogía más que impresionante.
Las tres películas, disponibles en Amazon Prime, son un testimonio del primer paso en la dirección correcta que tomó Marvel a la hora de encarar sus proyectos fílmicos. Las primeras dos partes son brillantes y distintas entre sí, pese a que continúan el hilo argumental de la trama. La tercera es un tropezón que no le resta mérito a sus antecesoras.
En una época en donde los protagónicos para actores negros dentro del género eran más escasos, en donde la representación cultural era estereotipada y los amantes de las historietas se la pasaban viendo que el héroe siempre era el “blanco”, Blade se plantó con autoridad y aportó su granito de arena en la historia del séptimo arte.
La maquinaria Marvel intentaría reescribir la historia con argumentos semánticos sobre su querido personaje —y posterior adaptación al cine— Pantera Negra, pero la realidad inamovible es que Blade fue, es y será el primer superhéroe negro en saltar a la gran pantalla. Y vaya que brindó un magnífico espectáculo.