No gastar pólvora en chimangos es una vieja frase que aún tiene vigencia. Frase acuñada por sagaces cazadores que siempre tuvieron muy claro que no valía la pena gastar cartuchos en estos animales; la carne no es provechosa para el consumo humano porque cuando se expone al fuego disminuye mucho su volumen.
Popularmente, la frase pasó a describir una situación en la que se malgasta tiempo, esfuerzo, energía y dinero en algo que no vale la pena.
¿El encuentro con la frustración tendrá que ver con la incapacidad para vislumbrar los chimangos humanos?
En algún punto, en sentido metafórico, la sociedad cuenta con seres carroñeros que merodean por las casas de los sueños ajenos, se muestran como pavos reales, actúan con crueldad y optan por no mirarse en el espejo de sus propias acciones. Cuando les falta su plumaje de fantasía, arrebatado a los espejismos, caen en la cuenta de que las autocríticas los harían ver como chimangos, entonces optan por cambiar de morada donde con seguridad, repetirán la angustia de disminuir su volumen cuando se arrojen al fuego ajeno, aunque de tanto en vez formen parte de alguna cocina poderosa que tampoco los respetará.
En fin, hablemos de la pólvora, también en sentido figurado, o sea, hablemos de la energía que arde profundamente, la que inflama nuestro interior y nos otorga autonomía de combustible para llevar a cabo proyectos colectivos o individuales; esa hay que dosificarla y concentrarla como la llama de la inspiración de la vida, y tal como decía mi abuela italiana: el amor es la fuente que mueve las cosas “L’amor che muove il sole e l’altre stelle” –( el amor que mueve el sol y las otras estrellas) – por lo tanto no es bueno perder el tiempo en chimangos que desconocen el sentido de tal frase. Es breve la existencia terrenal como para distraerse en caminos sin salida.