La ruptura en Rayuela es múltiple, razón por la cual muchos la han calificado como unaanti-novela. Lo más evidente es la ruptura de la linealidad de la lectura (de principio a fin). No se trata sólo de que el relato contenga saltos atrás (analepsis) y saltos hacia adelante (prolepsis), cosa que ha existido en la narrativa desde siempre y que Cortázar hubiera podido resolver disponiendo los capítulos en el orden del tablero de dirección, uno tras otro.
La genialidad está en el desafío de hacer del lector una suerte de editor. El lector compone la lectura, organiza los fragmentos de un caleidoscopio. El libro mismo (como entidad física) se le presenta como material de juego, de indagación. Es un itinerario de pistas casi detectivesco, un juego interactivo. Cortázar nos propone un mapa para hallar un tesoro, y nuestra ambición lectora, nuestra avidez de otros mundos y otras aventuras, nos arroja con fe ciega a aceptar el desafío. Rayuela es un juegocon premio de participación.
Como si de una prefiguración de Matrix se tratase, Cortázar actúa como un Morpheus que le presenta al lector dos opciones: la cápsula del olvido (la gran costumbre) y la cápsula que le dará acceso al mundo profundo de la matriz, en el que puede participar, al que le puede develar los mecanismos de la escritura, en el que puede sumergirse y crear.
Cortázar también nos invita a leer un capítulo alternando sus líneas (pares e impares); transcribe textos de otros autores (lo hará casi 15 años después José Saramago en Manual de Pintura y Caligrafía) e inventa citas; reflexiona sobre la literatura, violenta la ortografía, en fin… nos hace cómplices y a través de ello nos brinda un placer lúdico, una acción participante.
Rayuela es a la vez una historia, una tesis y un juego, tres formas diferentes de mirar la vida, todas ellas indispensables, fundamentales, ciertamente vitales. Es representación del inexcusable hilo del tiempo que teje el transcurrir de la vida, y cuyas fibras, hechas recuerdos, son lo único que queda para abrigarse en la hora aciaga… o para hacer caer.
Cristina Eseiza
Prof. Letras UBA – Escritora
La Boca, el Beso y La Maga
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad, elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde el aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces, mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llenas de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Rayuela – Julio Cortazar