Es tema de preocupación para muchos padres la estimulación temprana de sus hijos. Si bien es cierto que los primeros años en la vida de un niño son fundamentales para el desarrollo mental, a veces se cometen excesos.
Las investigaciones han mostrado que la gran diversidad de objetos para jugar, sirven de herramientas para el aprendizaje de un niño y pueden ayudarlo a obtener un crecimiento intelectual superior.
Los juguetes, libros y juegos deben ser apropiados para la edad e intelecto del niño; hoy en día muchos de los artículos infantiles son pensados y rotulados en función de los meses, años o etapa cronológica. Sin embargo, algunos padres compran juguetes inapropiados para la edad de sus hijos, exigiendo en forma desmedida un mayor rendimiento del que pueden, esto provoca en el infante aburrimiento, frustración, y hasta depresión.
No se debe obligar al niño a alcanzar las metas no obtenidas por el adulto, un hijo no tiene porqué cumplir el sueño inconcluso de sus padres. En este sentido y en términos profesionales, los padres deben velar y guiar el camino en la vida de su hijo para que en un futuro no muy lejano pueda constituirse en «un sujeto deseante», es decir, pueda proyectarse en relación con su propio deseo.
Se debe tratar de captar cuál es la actividad que le proporciona mayor interés, a veces los niños gustan de muchas, sin embargo no resulta conveniente alentarlos en demasiadas, ya que pueden agotarse y cansarse rápidamente.
Un niño debe ser observado, escuchado y respetado, hay que dedicarle tiempo, apoyarlo en sus ideas y proyectos sin presionarlos.
Recordemos, los padres son los primeros en realizar las primeras marcas estructurales en la psiquis de sus hijos siendo determinantes para su ser.
La estimulación temprana en exceso, puede provocar daños en la vida del niño, manifestándose de diferentes maneras, una de ellas es la dispersión, dependiendo del grado de la misma e induciendo en muchos casos a serios inconvenientes en la escolaridad.
La angustia también suele manifestarse en la infancia, un niño trata de cumplir y satisfacer el deseo de sus progenitores, cuando no lo logra puede llegar a sentirse no tan listo como ellos lo habían soñado y termina entristeciéndose y aislándose.
La estimulación temprana debe resultar producto del juego entre el niño y el padre, ambos deben disfrutarlo, no vivirlo como una tarea pesada.
La niñez es una etapa que nos enseña a jugar, a gozar y a vivir un «como sí». Un niño en el juego puede representar diferentes escenas tanto dramáticas como graciosas, por ejemplo: actuar que es un maestro y a los cinco minutos ser un soldado sin perder de vista la realidad que lo rodea y saboreando el placer de la recreación.
Los adultos no debemos olvidar que el juego debe ser vivido con satisfacción y no con obligación.
La estimulación temprana ayuda a despertar y ampliar el desarrollo y capacidad intelectual del niño, pero el exceso impide la normalidad del mismo.
Lic. Claudia Karabaic
Psicóloga – REDBA