Ingeniero Budge está en la punta noroeste del partido de Lomas de Zamora. Lindando con el Riachuelo, en sus 150 manzanas vivían en 1987 más de 65.000 personas. Las calles de tierra, la pobreza y el desempleo son una nota común en muchos distritos del conurbano bonaerense.
El 8 de mayo de ese año al atardecer, en la esquina de Guaminí y Figueiredo de esa localidad, tres muchachos tomaban cerveza. De golpe los focos de un auto paralizaron la imagen. No se veían armas, sólo algunas botellas de cerveza y el gesto de asombro. Según el parte oficial, el grupo de policías fue recibido a balazos por los jóvenes con un saldo los tres muchachos muertos al responder los uniformados la supuesta agresión.
De acuerdo con los dichos de un testigo clave, los hechos sucedieron de otra manera: los policías que se desplazaban en dos vehículos particulares sorprendieron y fusilaron a los muchachos que no habrían ofrecido ninguna resistencia. Pero ese fue el desenlace de una cadena de situaciones anteriores.
Los muertos son Alberto Argañaraz, albañil de 24 años y hermano de un policía federal, Oscar Aredes de 19 años y Antonio Olivera de 26 años, estos dos últimos obreros del plástico.
A cuatro cuadras de la esquina mortal está el almacén de Giovanina Basile. Según el mencionado testigo, un tal Mortes amigo de los fusilados cuando paso con su camioneta por ese lugar eran poco más de las cinco de la tarde. Vio a Argañaraz y a Olivera discutiendo con la dueña del comercio debido a que ésta no quería fiarles más alcohol.
Mortes se llevó a los muchachos pero, al salir, uno de ellos rompió un vidrio del local. Se quedaron en la esquina de Guaminí y Figueiredo. Allí los encontró Aredes que venía de hacer compras.
La almacenera mandó a su hijo Argentino Basile a efectuar la denuncia en la Subcomisaria de Budge. De allí partió la comisión policial que en el camino detuvo a quien había evitado una segura pelea, el joven Mortes.
Se desplazaron en el Fiat de Basile y en una camioneta que sería propiedad de un policía. En la mencionada esquina y según las declaraciones de Mortes y Basile, se produjo la inexplicable serie de muertes. Los policías fueron acusados por homicidio y condenados a once años de prisión. En el medio pasó de todo: se habrían plantado pruebas falsas en el lugar del hecho, se amenazaron a testigos y se detectaron muchas irregularidades de procedimiento.
El episodio seguía conmocionando la provincia de Buenos Aires cuando, el 8 de enero de 1988, un hecho similar ocurre en José C. Paz. Esa vez las muertes fueron cuatro y a pleno día. Según la versión policial los cuatro muchachos que se movilizaban en un Ford Taunus habían perpetrado un asalto horas antes. Se trataba de Sergio Quiroz (18), su hermano Claudio (19), Gustavo Ávila (18) y Ramón Cabrera (20).
La declaración de los uniformados dice que los jóvenes no acataron la voz de alto y abrieron fuego contra ellos. En el supuesto enfrentamiento fallecieron tres de los ocupantes del Taunus y un cuarto murió poco después.
Según testigos no hubo enfrentamiento. La causa fue caratulada como “cuádruple homicidio”.
Según el entonces ministro de Gobierno provincial Luis Brunati, se trata de la misma policía pero con otra conducción y con precisas directivas políticas.
Esa larga lista de episodios sangrientos que involucran a policías bonaerenses y muchas veces a federales, la prensa y la calle los denominó casos de gatillo fácil.