La utilización de lanzas, cuchillos y sables como elementos de homenaje con un claro sello castrense, es una antigua costumbre de muchas culturas que en el siglo XXI persiste. Pero al margen de los usos decorativos, tal elemento continúa siendo una temible arma ofensiva, si el adversario se encuentra a una distancia conveniente como para ser blanco de un lanzazo. La lanza en su vuelo raudo y letal, atravesó la Historia de la humanidad y las geografías, permaneciendo siempre igual a sí misma.
Por razones obvias, en la cultura urbana de éstos días es mucho más fácil portar un cuchillo que una lanza. No obstante, cualquier individuo a partir de cierta edad, sabe cómo es esa arma. Los niños anteriores a la revolución cibernética y desde tiempos inmemoriales, la habían incorporado a sus juegos.
Una caña o rama de árbol más o menos fuerte, sin descartar algún palo o varilla de madera redondeada, se transformaba en un arma temible que muchas veces provocaba algún herido superficial; pero sin que “rompiera lanzas”, porque el impacto generado por el lancero, no alcanzaba a provocar un daño importante ni a provocar el quiebre del artefacto. En éstos casos, quienes “rompían lanzas” frecuentemente eran los padres de los contendientes, que fastidiados, destrozaban las armas infantiles y en alguna oportunidad, discusiones entre los progenitores a raíz del incidente.
Pero ¿cómo es posible que el nombre de ese instrumento siga presente en el imaginario popular?.
Y además integrando una frase de uso frecuente, aunque no todos los hablantes la apliquen en el momento correcto.
La frase en cuestión aún en nuestros tiempos de internet y pandemias, tiene vigencia en idiomas como alemán, inglés y francés; además del castellano.
Se habría originado en la Edad Media europea, por tal motivo el sentido sigue siendo el mismo en los países en que se practican las lenguas mencionadas. Se trata de tierras y épocas en que la literatura de aventuras y romances, pobló el imaginario de caballeros andantes, dragones, encantadores, castillos y duelos entre nobles.
Pero dichos combates muchas veces tenían una particularidad: tanto el ofendido como el ofensor alegando razones de salud, edad avanzada o cualquier otro impedimento, podía ser suplantado por un tercero; en éste caso un pariente, amigo o empleado. Así se dieron curiosos enfrentamientos representando a ofendido y ofensor, en que la vida se la jugaba gente que no estaba involucrada directamente en el conflicto. Salvando las distancias y los tiempos, en nuestro país en el siglo XIX antes que se implementara el Servicio Militar Obligatorio en base a un padrón masculino nacional, existían las levas. Éste sistema obligaba al servicio de armas a los ciudadanos comprendidos en una franja etárea que variaba según la época, el lugar y los abusos y privilegios perpetrados durante el reclutamiento. Pero existía una figura legal llamada “personero”. Éste último a cambio de un pago, suplantaba a quien era llamado a filas el que a su vez, seguía disfrutando su condición de exceptuado; mientras el personero podía terminar su vida en una guerra o luchando en las fronteras interiores contra los aborígenes.
Si olvidamos el romanticismo de las novelas y poemas acerca de las justas caballerescas, en las que en muchos casos combatían los comedidos y contratados en vez de de los responsables, no hay muchas diferencias entre aquellos y los personeros criollos.
Se cree que en ese contexto se habría originado la frase en cuestión.
Defender al ofendido (si éste no podía o no quería hacerlo) cargando contra el adversario con todo ímpetu, es probable que llevara a que en el choque de la lanza contra la armadura metálica o el escudo, aquella se rompiera. Recordemos que las lanzas eran de madera con punta o algún tramo revestido en metal.
En los tiempos modernos, la expresión fue adoptada por la sociedad civil con un sentido ligeramente modificado, ya que se “rompe lanzas” cuando se confronta con alguien en defensa de un tercero; también cuando el defendido no es una persona sino una causa. En algunos países de nuestra lengua, la expresión incluye el hecho de sortear obstáculos que se oponen al logro de un objetivo.
En Argentina se la utiliza en el sentido de enemistarse con alguien en defensa de una persona o una causa; pero en realidad la utiliza más el periodismo que los hablantes en su comunicación cotidiana.
Referencias
Romper Lanzas con el Duhaldismo
“El Gobernador, como ha informado este diario, busca «revitalizar» el felipismo y en los últimos días reunió a intendentes y funcionarios en procura de volver a darle volumen a su espacio político cuando comenzaron a producirse movimientos que desembocarán en el armado electoral bonaerense del Frente para la Victoria. El lunes por la noche hubo una reunión en la Gobernación a la que asistieron jefes comunales de las secciones Primera, Segunda, Tercera y Cuarta que se unieron a la jugada de Solá cuando en diciembre de 2004 decidió romper lanzas con el duhaldismo.”
El Día – 24-03-07 – El Felipismo en Busca de una Foto Clave