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El Petiso Gigante
Alfredo Carlino: Una Cultura Hecha de Alma y de Calle
El Petiso Gigante

Alfredo Carlino – El Petiso Gigante
Volvió, aunque no se había ido a ninguna parte; es decir, como confirmarían los sofisticados, “volvió a ser él”. Últimamente podía vérselo algo desdibujado, como una lamparita cuando  hay poca electricidad, estaba inconcebiblemente quieto, cualquiera que lo haya visto dos meses atrás puede certificarlo; parecía un león deprimido, y era tan fácil y raro captarle aquella tristeza intensa que le crecía , quien sabe , desde el mismo sitio misterioso donde le crece la energía, la fe, su ternura avasallante y su loca, autentica vitalidad.

Hablaos de quien puede ser mejor amigo, el gran petiso Alfredo Carlino, un poeta, un personaje acaso decididamente irreal; tanto que hay quienes se inclinan por sostener que debe tratarse de una metáfora que respira, de una alucinación grata, de un tiro al aire que disparo cualquier ser sobrenatural- un matrimonio de calabreses-, por Boedo, hace ya como 46 años. Sin embargo, no importa que Carlino sea poeta, ni tampoco importa saber qué cosa inadmisible representa, inmerso de prepo en un ambiente más o menos cultural, que seguramente hasta ni lo entiende. Porque el petiso es mucho más que un convocador de versos, él es definitivamente un artista, de breve cuerpo entero, cuando ríe violentamente y cuando condena, cuando bromea y cuando confiesa, cuando proclama, con su divina miniatura, la persistencia en Buenos Aires de una raza de personajes que se empecina en no desaparecer, en dar rienda suelta a una bohemia, a una sabiduría noctambula que a pesar de todo, nunca se destruirá.

“Si, andaba caído, perdido, pero ya me recuperé”, dice el petiso desopilante, que en solo una semana ideo e instaló un “centro de la porteñidad, un lugar para reunirme con los amigos, leer poemas, comuncarnos, escuchar algunos tangos que cualquiera puede cantar”. Eso de cualquiera, el cronista debió creerlo la primera noche de jueves que fue el viejísimo estaño de Carlos Calvo y Perú; comprendió que Carlino es el único tipo que puede hacer cantar tangos hasta a los psicoanalistas y, para colmo, hacerlos cantar bien.

“Hace como veinte años que venía parando en el Ramos, y me dio bronca ir la otra noche y encontrarlo cerrado, pero para siempre. Porque aunque lo reformen, nunca será el mismo lugar, es otro pedazo de historia que también se murió de confitería, de discutible modernismo. Y me dije, ¿adónde me van a encontrar ahora mis amigos?, esos con los que nunca me cito. ¿Adónde voy a ir a encontrar a tantos locos entrañables que encontraban en esa esquina?, tan testigo, donde estuve con Centeya, con Gobbi, con Mabel”.

A veces, en esa esquina de Corrientes y Montevideo, el petiso se paraba y se ponía a repartir su corazón, como su tratara de volantes o invitaciones o conocerlo, a compartir con él un rato, alguna palabra.- Y el que no lo saludaba era, una de dos porque le tenía bronca o porque no conocía el espíritu de esa calle.

Y me dio bronca que cerrara el Ramos, si había estado la noche anterior y el gallego no me lo dijo.- ¿Qué se creyó? ¿Qué era el dueño acaso?, el Ramos era patrimonio dela ciudad, de mis amigos.- Entonces me armé mi lugar, lo enrosque al dueño y le hice comprar un piano de cuatrocientos palos…”

Este petiso tan lleno de fantasía, publicó cuatro libros. El cuaderno de Mabel, Ciudad del Tango, Chau Gatica y Buenos Aires tiempo Gobbi.– Y tiene la egolatría más simpática, él es un “gran poeta”, fue “un gran periodista”, “un gran boxeador, ¨pelié¨ dos veces con Selpa…”, y un “gran bailarín, el cuerpo encuentra su propio lenguaje por sí mismo”. Y por si no bastara, su hijo Ariel “va a ser un gran actor, ya está trabajando en El príncipe idiota, con Inda Ledesma, anda a verlo”, y su hija Sandra “toca el fagot como los ángeles”. Pero es, ante todo, un gran amigo, y eso quién escribe, mejor que nadie, puede certificarlo, y convertir estas palabras en la nota más subjetiva que produjo.

Mural en la plaza Raúl González Tuñón de Hipólito Yrigoyen y 24 de Noviembre

Aunque debiera depender de la Dirección de Parques Nacionales o de la Dirección de Mantenimiento de Estatuas, el petiso Carlino labura. Y su oficio es ciertamente insólito, como él; sabido es que en Buenos Aires existen cientos de individuos que viven del psicoanálisis, pero tal vez Carlino es el único tipo que vive de los psicoanalistas. Tiene una editorial portátil, anda siempre con dos o tres bolsos colmados de edipos y científicos traumas; se dedica a surtir de libros a “esos mecánicos”, y prácticamente no queda ya en Buenos Aires psicoanalistas que no lo admire ni aprecie, si hasta formó con ellos un “Centro de estudios del tango”. “Es que ellos se la pasan cuestionando a todo el mundo; yo que me la paso cuestionándolos a ellos. Es divertidísimo”.

Desde que las noches de jueves lee sus poemas, entre empanadas, bandoneones y vino, el petiso volvió a ser el viejo volcán pequeño, el vibrador de siempre; volvieron a caérsele los poemas arrugados de sus bolsillos, los más desordenados de la ciudad. Y ya amenaza con leerlos en cualquier parte; cualquier mesa entonces ya puede llenarse de palomas  serpientes delirantes, de sentimientos y de patios.- Pero por suerte hasta recuperó su voz, es decir, por fin  consiguió dominarla y vencer aquella desobediente asma que lo perturbaba. A propósito, una noche, en el desaparecido San Martin o acaso en el Moderno, Carlino lo castigaba con versos al cronista, y, de repente se le había esfumado la voz, pero él seguía leyendo igual.

“Carlino, no te escucho…” Y el imperturbable con sus incorporaciones, sueños, estaños inaudibles, hasta que uno no soportó más el silencio y lo detuvo casi con desesperación, “Petiso, por favor, no te escucho nada”. Y justamente le volvió la voz traviesa, para responder: “Y a mí que me importa, si yo gozo igual…”
El Buenos Aires de Oberdan Rocamora  – Jorge Asís – Losada – 1981

Alfredo Carlino y Arturo Jauretche – 1966 – Jotapé – Junio 1988

Una Cultura Hecha de Alma  y de Calle
Casi todos los poetas tienen poco en común pero Alfredo Carlino debe ser el menos común de los de los poetas. Un contra- poeta, esa sería la definición más aproximada. Dicho esto no como una subestimación al exquisito arte que domina, sino como reconocimiento a su obstinación para no dejarse alcanzar por las poses artísticas e intelectuales que algunos necesitan para transitar por el mercado.

Claro, Carlino está hecho de otro material.- De adolescente fue un atorrante que callejeó mucho por Boedo. Que se hizo boxeador y que el 17 de Octubre metió las patas en la fuente para gritar por Perón. Después, la dictadura fusiladora lo tuvo preso durante un tiempo en el sur.

Mucho mejor que nosotros, el director de cine Gerardo Vallejo dijo de él, durante un acto de la Federación de Box el 28 de octubre de 1985: “Carlino es el único poeta argentino que no escribe sus poemas con las manos, como los demás poetas. Carlino escribe golpeando con los puños, como el Mono Gatica. Por esos sus poemas contienen las peleas permanentes de este Pueblo. Desde que este Pueblo subió al ring de su destino en 17 de octubre de 1945”.

Su obra poética, que consta de siete libros, tiene la misma riqueza y originalidad de su persona.  Además de Chau Gatica (que musicalizaron en 1972 Rodolfo Maderos y Virgilio Esposito, con la ilustración de Ricardo Campani para el larga duración), poemario Perón, siempre de Juan y la operita Metalúrgica en Re menor para Felipe Vallese (estrenada por la orquesta de Osvaldo Manzi en junio de 1973) demuestra, como quería Jauretche, su aporta a una cultura de adentro hacia afuera, llena de alma y de calle.
Jotapé – Junio 1988 – “Una Cultura Hecha de Alma  y de Calle”

Alfredo Carlino  -17 de octubre de 1932 – 25 de marzo de 2018 – fue un poeta, exboxeador, periodista, docente y militante político argentino, ligado históricamente al peronismo.

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