Milonguero es derivación de milonga, que en una de las lenguas africanas significa palabras.
Tal vez, como presagiando el futuro “chamuyo” de Buenos Aires; el arte de manejar las palabras para lograr un objetivo, para “embalurdar” o simplemente lucirse, porque la conversación es una costumbre que los porteños cultivan con fervor.
¿Cómo pudo derivar a nuestras playas un vocablo africano?
Traído por los esclavos de esas latitudes, cuando vivían de su tráfico portugueses, ingleses y españoles.
La milonga, en sus distintas versiones regionales, anduvo la Patria y la Historia; contando proezas, entreteniendo, ayudando a que permanezca en el tiempo la memoria del país.
Como en la campaña argentina y oriental las inmensas llanuras dificultaban el encuentro de los paisanos, era habitual que en las pulperías recalaran payadores y cantores populares ofreciendo su arte a los parroquianos.
Por la condición de refugio, de lugar de encuentro y recreación que tenían las pulperías, se las asociaba a lo festivo, además de otros servicios que cumplían, como servir de postas a los viajeros y al correo; en los casos de tratarse de establecimientos con ubicación estratégica y las comodidades necesarias.
Es muy probable que la definición de milonga como lugar de baile, sea anterior al ritmo que se identifica con ese nombre. Basta con recordar que el poema El Gaucho Martín Fierro editado en 1872, alude a la milonga como sitio de baile con la naturalidad de un vocablo de uso corriente.
Ya entrado el siglo XX, el calificativo adquiere un sello porteño de cuño tanguero.
Aquellos cultores de la “farra”, del baile y particularmente del tango, se los comienza a llamar milongueros. Era inevitable entonces, que a quienes frecuentaran milongas, se los conociera como milongueros.
Los amantes de la milonga, como los practicantes de otras pasiones porteñas, vivían el acto de milonguear como una condición de vida. Sus ámbitos fueron las academias de baile y los prostíbulos primero; luego, cuando el tango sale “del barro al asfalto”, acceden a los cabarets de todas las categorías, a los clubes de barrio y a las humildes milongas en los patios de conventillo. Cuando el tango conquista Europa, el sueño del milonguero es triunfar en París; capital milonguera de alto vuelo.
Con tres cortes de tango, sos millonario
Morocho y argentino… ¡Rey de París!
Dice el tango Araca París, en una jocosa descripción de las aventuras de un milonguero y aprendiz de gigoló en la Ciudad Luz. En esa breve frase queda estampada la fantasía de muchos porteños, que apostaban su ascenso social a la habilidad con que sus pies estaban dotados para el baile.
Hubo bailarines de barrio con jerarquía internacional, como el célebre “Birulazo” que enseñó a bailar el tango con cortes a alguna estrella de Hollywood . Y también figuras insospechadas de orilleras como el escritor Ricardo Guiraldes, proveniente de una familia patricia y poseedora de una gran fortuna. Fueron tan celebradas las habilidades tangueras de Don Ricardo, que hasta mereció un tango que comenta esas virtudes, intitulado “Bailate un tango, Ricardo.”
El milonguero que llevaba una vida normal, con un trabajo corriente y sin veleidades de triunfar artísticamente, el sábado a la noche se transformaba en otro individuo. Cuidaba su aspecto con esmero y llevaba una minuciosa guía con las milongas del momento. Al convertirse en habitué de determinados salones, era común además de conocer nuevas compañeras, relacionarse con otros milongueros, de lo cual florecían amistades hermanadas por la común pasión.
Pero con los cambios culturales acaecidos desde mediados del siglo XX, el milonguero emigró del tango al rock ‘n roll primero, y a la música tropical o romántica luego.
Los herméticos y enormes salones que cobijan a miles de personas simultáneamente, las bailantas, las multitudinarias colas de adolescentes aguardando en los accesos frente a duros “Patos Viccas”, confirman que cambiaron los hábitos pero no el espíritu milonguero.
Milonguero Viejo – (Fresedo)
Escuchar mientras leo
El barrio duerme y sueña
al arrullo de un triste tango llorón;
en el silencio tiembla
la voz milonguera de un mozo cantor.
La última esperanza flota en su canción,
en su canción maleva
y en el canto dulce eleva
toda la dulzura de su humilde amor.
Linda pebeta de mis sueños,
en este tango llorón
mi amor mistongo va cantando
su milonga de dolor,
y entre el rezongo de los fuelles
y el canyengue de mi voz,
ilusionado y tembloroso
vibra humilde el corazón.
Sos la paica más linda del pobre arrabal,
sos la musa maleva de mi inspiración;
y en los tangos del Pibe de La Paternal
sos el alma criolla que llora de amor.
Sin berretines mi musa mistonguera
chamuya en verso su dolor;
tu almita loca, sencilla y milonguera
ha enloquecido mi pobre corazón.
El barrio duerme y sueña
al arrullo del triste tango llorón;
en el silencio tiembla
la voz milonguera del mozo cantor;
la última esperanza flota en su canción,
en su canción maleva
y el viento que pasa lleva
toda la dulzura de su corazón.
Tango
Música: Carlos Di Sarli
Letra: Enrique Carrera Sotelo