En 1967 estalló lo que posteriormente se conocería como La Guerra de los Seis Días, un conflicto bélico que involucró a Israel contra una coalición de estados árabes que incluyó a Jordania, Siria y Egipto. La contienda adquirió su nombre porque duró desde el 5 al 10 de junio de aquel año, que finalizó con una “victoria” de Israel, una ampliación considerable de sus territorios y dio a luz a un nuevo panorama no sólo geográfico sino político, cuyas ramificaciones se extienden hasta la actualidad.
La guerra entre Israel y varias naciones árabes no fue la primera ni la última. Aquella zona del globo es uno de los terrenos de conflictos más activos, cuyas batallas se libran no sólo con armas de fuego, sino con delicadas operaciones de inteligencia que involucran a agentes especializados —los famosos espías— cuya labor incluye pasar desapercibidos y pocas veces conocemos las historias detrás de las personas que ejecutan ese trabajo.
Uno de los actores detrás de escena que tuvo Israel fue Eli Cohen, nacido en Egipto pero nacionalizado israelí. Durante gran parte de su vida se desempeñó como comerciante, sufriendo las vicisitudes que implica ser árabe dentro de aquel país. Intentó durante muchos años ingresar al Mossad pero siempre se encontró con la negativa.
La escalada en las tensiones entre Siria e Israel le ofrecieron la oportunidad de su vida Cohen, quien superó con creces las expectativas que tenían los expertos en inteligencia israelitas. El origen árabe le daba la fachada perfecta a Cohen para infiltrarse en las altas esferas de poder siria, y a gran velocidad empezó a escalar escalafones entre los políticos y militares enemigos. Dan (Noah Emerich) y Maya (Yael Eitan) comprueban que tomaron la decisión correcta y que, pese al poco tiempo de entrenamiento que tuvo su nuevo espía, será capaz de hacer su trabajo con creces.
Eli adopta entonces la identidad de Kamel Amin Thaabeth, un hombre dedicado a los negocios de exportación e importación. Kamel pasa una temporada en Buenos Aires construyendo la fachada de su personaje, empieza a forjar los lazos con los empresarios más importantes en Siria, y tras aquel breve paso por sudamerica se instala en Damasco, consigue un hogar cercano al Departamento de Inteligencia Sirio, y continúa su ascenso estratosférico, cimentando su reputación como negociante exitoso en un lado de la frontera, y como espía aún más exitoso del otro lado.
En paralelo su esposa Nadia (Hadar Ratzon-Rotem) tiene al primer hijo de la pareja, y vive ajena a la verdadera ocupación de su marido. A medida que las incertidumbres por las actividades de Eli/Kamel crecen, van desgastando a un matrimonio que comenzó de forma humilde para verse abrumada por su nueva posición económica.
Eli tampoco lo pasa bien. Su papel de espía elegante, lleno de dinero y conocedor de la buena vida trastorna poco a poco su visión sobre el mundo y, sobre todo, la visión que tiene sobre sí mismo.
Mientras el hombre se debate internamente sobre su naturaleza, sus jefes en la Mossad están cada vez más preocupados porque saben a ciencia cierta que, a pesar del tremendo éxito que constituyó el personaje que creó el espía, el destino de estos profesionales suele ser la muerte.
El Espía, entonces narra los eventos que llevaron a la Guerra de los Seis Días, desde la perspectiva israelí.
La serie fue creada y dirigida por el director israelí Gideon Raff, con lo cual no podemos esperar una visión imparcial sobre la vida del agente y los conflictos en los que tuvo incidencia, pero no por esto dejan de ser seis capítulos atrapantes en donde la producción se pone al servicio del arte. Una de las críticas que tuvo El Espía fueron algunas inexactitudes con respecto a fechas y cómo sucedieron eventos, pero toda bio-pic suele tener estas “licencias creativas”.
Quien brilla, y por mucho, es Sacha Baron Cohen, un actor que nos tiene acostumbrados a papeles en donde brilla el histrionismo, los personajes exagerados y provocadores. Acá da una increíble interpretación dual en donde pone cartas sobre la mesa que nadie esperaba. Su versión de Eli está repleta de matices, la separación entre las dos personas es impecable, y el descenso hacia los confines de la mente atribulada de un hombre que se jugó todo por sus ideales, y su sueño de contribuir con la nación que adoptó, se ven en cada minuto de metraje. Baron Cohen es una presencia imposible de ignorar, no solo porque aparece en casi cada minuto de la miniserie, sino porque es uno de esos roles destinados a pasar a la memoria colectiva.
La producción francesa (pero rodada en inglés) fue uno de esos productos que volaron bajo el radar de las grandes audiencias, pero que se encuentra disponible en Netflix desde el 2019 a la espera del encuentro con el público. Si bien toca temas de geopolítica que podrían considerarse “pesados” para aquellos que no les interesan estos tópicos, la historia de Eli Cohen es sumamente interesante. Como versa el dicho: la realidad supera a la ficción.
Quienes hayan leído sobre el espía sabrán cual fue el destino final del hombre, pero saber cómo acabó sus días no le quita peso dramático a la historia, sino que lo acrecienta. El camino que recorrió en pocos años es digno de admiración, y saber que aquella ruta lo terminó llevando a un inevitable final trágico sólo potencia la figura del espía, que hoy en día es considerado un héroe nacional en Israel.
Hubo y habrá detractores de la serie. Es imposible tratar a figuras de relevancia histórica con imparcialidad, y el conflicto histórico de Israel con otras naciones vecinas es un tema álgido de tratar en cualquier medio de comunicación, sea artístico o periodístico. A quienes la figura de Cohen (espía) no les resulte “simpática”, no conseguirán pasar de la mitad del primer episodio, porque este material es un homenaje al agente israelí, es una narración que intenta honrar la memoria de alguien que se ganó el corazón de un pueblo.
Esto dispara una obvia pregunta: ¿es necesario estar de acuerdo con lo que hizo Cohen o con el Estado de Israel para disfrutar la miniserie?
La humilde opinión de quien escribe es que no, no es necesario. Uno puede disentir con el accionar de una persona o un gobierno y aun así sentirse atraído por la Historia. Mientras quien decida ver se siente con la idea clara de que esta es una versión parcial, narrada por alguien que está de un lado de la frontera, los episodios de El Espía ofrecerán un entretenimiento visual impactante, repleto de actuaciones soberbias, con un actor principal que se aleja de su zona de confort para dar paso a un hito laboral arriesgado, pero ganador.
En el peor de los casos la miniserie generará debate entre los espectadores. Y ese jamás es un resultado negativo cuando se consume alguna obra maintream.
El Espía tiene disponible los seis episodios en la plataforma Netflix.