Existe una máxima entre los fanáticos y especialistas en cine que reza: las segundas partes nunca fueron buenas.
Como toda frase “armada”, la afirmación está llena de ejemplos que desmitifican la creencia popular. El Padrino: Parte Dos; Star Wars: El Imperio Contraataca; Superman II; Rocky II o la nacional Plaga Zombi: Zona Mutante. Estos son unos pocos ejemplos de secuelas que igualaron o superaron la obra original.
James Cameron ya había demostrado que era capaz de tomar una película innovadora para doblar la apuesta y salir victorioso con la baza. Aliens: El Regreso fue la continuación de Alien, dirigida por Ridley Scott, un film de horror ambientado en una nave espacial, cuya tripulación se vio acechada por un extraterrestre salido de las pesadillas gráficas del genio suizo H.G. Giger, y ofreció a una de las mejores heroínas del séptimo arte: Ripley, personificada por Sigourney Weaver.
El entonces novel director tuvo la titánica tarea de continuar con una película que ya se había convertido en un clásico, y para eso decidió cambiar la fórmula. El elemento de horror estaría presente, pero el enfoque narrativo se concentraría en la acción y en la ciencia ficción. Multiplicó la cantidad de extraterrestres que amenazan a los protagonistas, y ubicó a la heroína en medio de un grupo de militares entrenados para que destacara aún más. Aliens: El Regreso fue uno de aquellos tempranos ejemplos sobre la potencia que puede tener una secuela si no se busca copiar fórmulas exitosas, sino cuando se persigue el objetivo de ampliar conceptos y llevar las premisas a territorios novedosos.
El trabajo que le terminó permitiendo a Cameron dirigir la secuela de Alien fue un largometraje de presupuesto moderado llamado The Terminator, estrenado en 1984 y protagonizada por un entonces desconocido Arnold Schwarzenegger junto a una joven Linda Hamilton. La historia nos situaba en 1984, cuando un androide enviado desde el futuro (Schwarzenegger) persigue por Los Ángeles a Sarah Connor con la intención de matarla, para impedir que de a luz al líder de la resistencia humana en la guerra contra las máquinas. Junto a ella está Kyle Reese, un soldado que también viajó en el tiempo para prevenir el asesinato.
The Terminator se convirtió en un éxito, y las conversaciones sobre una secuela estuvieron circulando en las oficinas de las productoras durante muchos años. James Cameron le dio vueltas a la idea sobre una continuación, pero quiso encontrarle la vuelta para no repetir la misma historia con mejores efectos especiales como aperitivo. Siete años más tarde, en 1991, el mundo tuvo el lujo de asistir al estreno de una obra fundamental del séptimo arte: Terminator 2: El Día del Juicio.
La segunda parte cuenta cómo las máquinas, aprendiendo del fracaso de la primera misión, envían a un nuevo Terminator, esta vez modelo T-1000 (interpretado por Robert Patrick) que tiene la capacidad de imitar cualquier forma humana, transformar sus brazos en armas blancas de alto alcance, y cuyo cuerpo es de metal líquido. Las balas no son efectivas, apenas lo retrasan, y todo parece indicar que podrá cumplir con su nueva misión: asesinar a John Connors, el futuro líder, que aquí es un niño de 10 años, encarnado por Edward Furlong.
Sarah Connor está recluida en un hospital psiquiátrico tras afirmar que el día del juicio final estaba cerca, que había robots de forma humana provenientes del futuro que intentaron matarla e incluso intentó volar una empresa de computadoras. John se convirtió en un niño rebelde, que roba cajeros automáticos para gastarse los botines jugando en las máquinas de videojuegos. Detesta a su familia adoptiva y lamenta que su madre esté “loca”. No le cree la historia sobre su futuro como militar y estratega en una guerra de ciencia ficción contra las máquinas, cree que son los delirios de una mujer enferma.
Su perspectiva cambia cuando aparece el T-800 (Schwarzenegger) y le salva la vida al niño cuando el T-1000 intenta asesinarlo. Pese a la desconfianza inicial de John con su salvador, —al fin y al cabo luce igual al androide que intentó asesinar a su madre en el pasado— descubre que fue el mismísimo John del futuro quien envió a ese robot para evitar su asesinato en el pasado. El T-800 sólo obedece órdenes del niño. Juntos irán a rescatar a Sarah del hospital, librarán una batalla en apariencia imposible de ganar con el nuevo y mejorado Terminator, y también apuntarán a cambiar el rumbo del destino, impidiendo que la empresa Cyberdyne Systems utilice los rastros del robot que apareció en la primera entrega para desarrollar la tecnología que derivaría en el alzamiento definitivo de las máquinas contra sus creadores.
Terminator 2 fue un éxito inmediato y no tardó en constituirse como un clásico por derecho propio. James Cameron comenzó a ganarse el cheque en blanco del que dispone en la actualidad para realizar el proyecto que se le venga a la menta gracias a este largometraje. El cine de acción y ciencia ficción entró en un nuevo estado de madurez con el estreno de Terminator 2, e incluso la tecnología al servicio de los efectos visuales dio un salto gigante con la revolucionaria construcción del T-1000 utilizando efectos por computadora, una técnica casi desconocida a principios de los ‘90, con limitaciones absurdas según los cánones actuales que obligaron a los especialistas a inventar tecnología capaz de darle vida a la visión del director.
Este film colocó en el estrellato a Arnold Schwarzenegger, cuyo papel como androide protector le valió más líneas de diálogo y probó que el actor austríaco era capaz de generar empatía con el público pese al apellido impronunciable y su acento tan extraño para el público en general. Linda Hamilton pasó al Olimpo de las grandes heroínas del cine gracias a un papel en donde no sólo entrenó su cuerpo para lucir como una mujer lista para librar una guerra de guerrilla; sino que dotó de una profundidad emocional admirable a su personaje. Hay escenas en donde pasa de ser una máquina de matar a un manojo de nervios en cuestión de segundos, y prueban el rango artístico de la actriz, como si ella hubiera sabido que estaba creando un ícono, no un simple rol para una “peli” de acción.
La impresionante banda sonora a cargo de Brad Fiedel, que repitió su labor en la franquicia, consiguió crear una serie de composiciones mucho más profundas, que mantuvieron el espíritu sonoro de la primera parte, abrazando la complejidad de la secuela en todo su esplendor. En paralelo, la canción You Could Be Mine de la banda Guns N´ Roses se convirtió en un éxito en cuanta radio y canal musical hizo pie, y al día de hoy es imposible escuchar aquella pista musical sin relacionarla con la película en donde brilló. Incluso el videoclip contó con la presencia de Schwarzenegger y hasta se filmaron escenas en la fábrica futurista en donde se construyeron (o se construirán en el futuro) los modelos T-800.
Terminator 2 es una obra maestra en todos los aspectos técnicos y artísticos. Si bien es posible analizar cada aspecto que conforma el largometraje, es imposible extrapolar una fórmula. La película fue revolucionaria en su momento y es de esas cintas que al día de hoy, tres décadas más tarde, sigue entreteniendo a aquellos veteranos que la vieron (que la vimos) mil veces, y que también sigue sorprendiendo a las nuevas generaciones.
Para aquellos que entraron a la franquicia de Terminator con algunas de las secuelas posteriores— hay demasiadas, todas de una calidad que oscila entre mediocre y mala— sepan que Terminator supo ser un dúo de películas impecables, cuyo hilo argumental era simple de seguir. Terminator 2 es una secuela que toma los conceptos de su predecesora y, en vez de copiar y pegar, los utilizó como base para construir una historia mucho más épica, oscura, en donde la acción (sustentada por los efectos especiales pioneros) se complementó a la perfección con personajes tridimensionales, repletos de conflictos humanos reales. En cualquier narrativa en donde hay un “monstruo” persiguiendo a un grupo de héroes (o antihéroes en este caso) es menester que los protagonistas sean creíbles. James Cameron consiguió formar un elenco imponente capaz de ejecutar un guión repleto de diálogos sobre el apocalipsis, androides asesinos y viajes en el tiempo.
El futuro de la saga es, por lo pronto, lúgubre. Terminator: Destino Oscuro, la última entrega de la saga en el 2019, fue un fracaso de taquilla y canceló los planes de iniciar una nueva trilogía. La mediocridad de las subsecuentes secuelas puede ser motivo de un extenso análisis en otra nota, pero no es difícil imaginar que la ausencia de James Cameron detrás de cámara sea uno de los motivos principales. El director está metido de lleno en ampliar el universo de Avatar, aquel mundo cinematográfico repleto de extraterrestres gigantes de piel azul que luchan por su ecosistema, y nada parece indicar que haya una nueva entrega de Terminator en el futuro. Y tal vez sea para mejor.
Terminator 2: El Dïa del Juicio es una película casi perfecta, icónica, y es tal vez el final adecuado para una historia en dos partes que, por alguna razón, tuvo cuatro entregas de sobra. Los espectadores no necesitamos ver la guerra contra las máquinas, no necesitamos ver más modelos novedosos intentando matar a Sarah Connor por enésima vez. Los espectadores no necesitamos todas las respuestas servidas en bandeja. Terminator 2 es la conclusión satisfactoria para una historia simple, concreta, y revolucionaria contada en dos actos.
Terminator 2 se encuentra disponible en Netflix.