James Gunn sufrió a mediados del 2018 un intento de cancelación que casi lo deja fuera de la industria. El director había saltado al mainstream —tras una impresionante carrera con películas de culto como Slither y Super— con las dos primeras entregas de Guardianes de la Galaxia, aquellas comedias de ciencia ficción ambientadas en el Universo Cinematográfico de Marvel. El hombre se ganó el amor de los fans, le aportó una mirada personal a una franquicia que empezaba a entrar en una etapa más “experimental” y, como es lógico, su voz se hizo escuchar más que antes.
Las críticas a la entonces presidencia de Donald Trump tocaron la fibra sensible de varias personalidades influyentes en los medios estadounidenses. Ellos se encargaron de reflotar varios chistes que Gunn había hecho en el 2008, chistes de pésimo gusto, pero por los que el director ya había pedido disculpas.
La avalancha mediática llegó a las enormes orejas del ratón Disney que, en vez de analizar la situación dos minutos y ver que aquello era una clara operación política, escucharon a una minoría “indignada” y despidieron a uno de los creativos más importantes dentro de su preciada franquicia.
Los fanáticos salieron en apoyo de James Gunn, y juntaron más de cuarenta mil firmas con la finalidad de “avivar” a la compañía del ratón. El elenco de Guardianes de la Galaxia le dio todo su respaldo, con el actor y ex luchador Dave Bautista a la cabeza. Mientras el revuelo por el despido y la controversia absurda que generaron aquellos tweets estaban en su punto álgido, los ejecutivos de Warner Bros, ni lentos ni perezosos, levantaron el teléfono y le ofrecieron al director un cheque en blanco.
Gunn se encontró frente a la enorme biblioteca de superhéroes de DC Comics. Warner necesitaba levantar el rumbo tras varios tropezones en taquilla en el intento de generar un universo cinematográfico “a lo” Marvel. El director tenía la oportunidad de hacer un film de género con libertad creativa total. Para sorpresa de todos en vez de elegir a pesos pesados como Superman, Batman o Flash su elección fue, cuanto menos, sorpresiva: El Escuadrón Suicida.
La entrega anterior del grupo de villanos que deben salvar al mundo fue un desastre en crítica, al público en general no le gustó casi nada —a excepción de Harley Quinn, interpretada por Margot Robbie, quien parece haber nacido para encarnar a dicho personaje. Una secuela de un film tan criticado parecía un suicidio artístico, pero James Gunn tuvo una idea visión. Al disponer de personajes secundarios, los del ascenso de DC Comics, podía hacer realmente lo que quisiera. Cualquiera de ellos podía morir, y no influenciaría en el futuro de la franquicia.
Armó un equipo ficticio repleto de segundones queribles, los metió en una historia descabellada en donde la principal amenaza es una estrella de mar intergaláctica del tamaño de un edificio, empapó las escenas con sangre y tripas, y sazonó el plato con toda clase de chistes. El resultado fue un espectáculo delirante, vertiginoso, que redimió al Escuadrón Suicida como una marca capaz de atraer a la audiencia, y le demostraron al mundo que James Gunn no estaba ni cerca de caer bajo las garras de los “canceladores” seriales.
En el medio, como muchos saben, Disney dio el brazo a torcer con su decisión y volvió a contratar a Gunn para que cierre su trilogía con los Guardianes de la Galaxia. Así se convirtió en el único director —hasta la fecha— que está trabajando en ambas franquicias de forma activa.
El brote de Covid-19 y aquella cuarentena eterna en el 2020 llevaron al director, como tantos otros, a estar encerrado sin mucho para hacer, más que la post-producción de El Escuadrón Suicida, cuyo montaje realizó Gunn en su hogar. En el medio, por pura diversión, decidió escribir una serie de televisión basada en uno de los personajes protagonistas, Peacemaker, encarnado por el ex luchador John Cena. El director no tenía idea si alguien iba a producir aquellos capítulos, por lo que se abocó a escribir lo que quería sin pensar en restricciones de ningún tipo. Se divirtió escribiendo los ocho episodios de la primera temporada, y se nota el entusiasmo que le generó el proyecto.
Peacemaker arranca después de los eventos relatados en El Escuadrón Suicida, film que se estrenó en el 2021. Christopher Smith, la identidad civil del antihéroe, se despierta en una habitación de hospital después de recibir un balazo en el cuello y quedar enterrado debajo de un edificio. Como es un tipo duro y con suerte, salió casi ileso a excepción de una lesión leve en el hombro.
Los médicos le dicen que ya fue dado de alta, que puede retirarse a su hogar, lo que le genera desconfianza porque estaba cumpliendo una condena en la prisión de Belle Reve, institución a la que debía regresar tras la misión en Corto Maltés. En las inmediaciones del nosocomio no lo esperaba ningún agente para llevarlo detenido. Peacemaker se sube a un taxi y se dirige a su remolque para iniciar su nueva etapa de libertad.
Por supuesto que las cosas no serán tan sencillas. Un grupo de operaciones clandestinas, comandados por el estoico Clemson Murn (el actor Chukwudi Iwuji), la agente Emilia Harcourt (Jennifer Holland), el especialista en informática John Economos (Steve Agee) y Leota Adebayo (Danielle Brooks), la novata del equipo, que está ahí porque su madre, Amanda Waller —la creadora del Escuadrón Suicida— la puso en esa posición, aparecen en la vida del vigilante. Peacemaker tiene dos opciones: aceptar unirse al equipo o volver a prisión, y por supuesto que decide la libertad.
Antes de unirse al Proyecto Mariposa (tal es el nombre de la misión que deben llevar a cabo) decide pasar por la casa de su padre Auggie Smith, alias Dragón Blanco (Robert Patrick), un villano supremacista blanco con un intelecto enorme, quien no sólo le cuida a su mascota Eagly, un águila calva—y símbolo de Estados Unidos— sino que provee a su hijo de equipos avanzados para su lucha, pese a que lo considera “patético” por no compartir sus ideales racistas.
Peacemaker quiere volver al ruedo para imponer su versión de justicia a toda costa, sin importar cuantos “hombres, mujeres o niños tenga que matar para conseguir la paz”, pero la misión en Corto Maltés lo dejó un poco tocado. Por primera vez se cuestiona sus acciones, y se encuentra en un mundo repleto de superhéroes cuyos modus operandis no tienen nada que ver con su filosofía de vida. Desde la primera escena un conserje del hospital lo confronta haciéndole ver que él también es un racista como su padre, que mata principalmente gente de color. Un vecino de su papá le hace ver que Batman es un héroe, no él.
El Proyecto Mariposa le encarga matar a un senador y a su familia, bajo la premisa que es una amenaza para el país, pero Peacemaker ya no se siente capacitado para apretar el gatillo sin hacerse preguntas. Por suerte Vigilante, un autoproclmado héroe sociópata capaz de matar sin el menor atisbo de culpa, lo sigue por todos lados y termina uniéndose a la misión, que pasará en un santiamén de ser un simple caso de asesinato por encargo a una invasión extraterrestre.
La única esperanza del mundo es este grupo de inadaptados que operan bajo el radar de cualquier institución gubernamental, cuya base de operaciones es un antiguo videoclub. No son precisamente discretos a la hora de llevar a cabo sus misiones secretas, y sus principales “músculos” son dos locos de atar: Peacemaker está obsesionado con tener sexo con cuanta mujer le lleve el apunte y Vigilante (Freddie Stroma) busca que su ídolo lo acepte como un par y lo tome bajo su ala.
La serie es un festival de acción, sangre y humor negro por doquier. James Gunn sigue el tono irreverente de El Escuadrón Suicida y aprovecha al máximo la libertad creativa que le dio Warner y HBO Max para plasmar su visión. El resultado es una historia de antihéroes en donde podemos ver, episodio a episodio, como Peacemaker se burla de los principales superhéroes del universo DC y de las convenciones del género en el proceso. Por ejemplo, en el segundo episodio el protagonista debe huir de un edificio asediado por la policía, y en vez de caer con gracia sobre una rodilla, aterrizando con la elegancia de cuanto héroe haya pasado por la pantalla grande o chica, el director decide mostrar como Peacemaker cae piso a piso golpeándose cada vez de peor forma.
El director decidió tomar a uno de los personajes más cuestionables de su película anterior con la idea de darle cierta redención, sin justificar su pasado racista, pero si explorando las raíces de su personalidad. La relación con su padre y la temprana muerte de su hermano juegan un papel importante en el desarrollo de Peacemaker, un soldado entrenado desde pequeño para ser un arma letal. A medida que avanzan los episodios James Gunn ahonda en esos traumas y podemos ver una evolución en el arco del personaje, que busca alejarse de su reputación (que todo el mundo le recuerda a cada rato) y, tal vez, convertirse en el héroe que proclama ser.
La historia de aventuras y ciencia ficción para mayores de dieciocho años es el campo de juego perfecto para que James Gunn critique a la cultura de la cancelación, a lo políticamente correcto, a los héroes en general —menciona incluso la crítica que le hace todo el mundo a Batman cuando se le cuestiona por qué no mata al Guasón en vez de encerrarlo para que escape y siga asesinando inocentes—. Se nota que tanto en El Escuadrón Suicida como en Peacemaker que Gunn tomó estas oportunidades laborales para explotar sus capacidades como artista y para demostrar que se puede crear contenido de calidad burlándose de todos sin que sea ofensivo… aunque es más que probable que haya gente que se ofenda por más de una escena en esta serie.
Peacemaker es una historia que intenta redimir al protagonista, mientras que su creador cierra con broche de oro su primera incursión en el Universo DC antes de volver a Marvel para finalizar la trilogía de Guardianes de la Galaxia. Aquí vuelve a probar que el hombre es un genio creativo, capaz de agarrar los personajes más bizarros y convertirlos en propiedades intelectuales valiosas. El estilo de filmación visceral y ágil se nota en cada episodio, que termina de amalgamarse con el increíble uso de la música, otra marca registrada de James Gunn.
Quienes hayan visto la brillante Super (otra deconstrucción inteligente y violenta de los superhéroes) encontrarán acá una secuela espiritual a aquel largometraje. Peacemaker es una serie que brilla en todos sus aspectos: las actuaciones —John Cena sorprende por el nivel de carisma y los recursos actorales que ha ido desarrollando—, los efectos especiales, la cantidad de sangre y acción justificada, bien ejecutada; el apartado musical con la mejor presentación que haya tenido algún show de superhéroes, y el tan necesario humor políticamente incorrecto, que parece una especie en peligro de extinción.
Peacemaker lleva emitidos seis de los ocho episodios programados, el próximo jueves se estrenará el séptimo y el 17 de febrero podremos ver el final de esta primera temporada en la pantalla de HBO Max.