A fines de 1971 la Argentina era un hervidero político. Alejandro Agustin Lanusse, último presidente del gobierno militar instaurado en 1966, se esforzaba por encuadrar al país en el esquema de su autorìa denominado Gran Acuerdo Nacional (GAN). De concretarse ese acuerdo, la situación derivaría hacia una salida electoral tutelada por los militares.
Los resultados son ampliamente conocidos: el peronismo ganó las elecciones el 11 de marzo de 1973 y Lanusse se fue a su casa; pero un año antes, el futuro político era impredecible. Junto con el descongelamiento partidario se intensificó la actividad estudiantil. En diciembre de 1971 la Federación Universitaria Argentina (FUA) convoca al XI Congreso Ordinario en la Ciudad de Córdoba. Durante cuatro agotadoras jornadas, los distintos expositores protagonizan verdaderos torneos de oratoria enmarcados en los estribillos que las barras adictas a las distintas agrupaciones entonan con fervor.
El socialista Luis Jaimovich es elegido presidente de la Central estudiantil, coronando con su designación la alianza entre radicales y socialistas, representados en los claustros por Franja Morada y el Movimiento Nacional Reformista (MNR) respectivamente. De la complejidad del entramado político – estudiantil de esos días, da testimonio el siguiente estribillo que bien podría ser un trabalenguas:
«la FUA no es del FAUDI
tampoco populista
la FUA es de masas
de masas reformistas»
la letrilla cantada en ese encuentro hace referencia a la federación estudiantil, al Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda (FAUDI), brazo universitario del comunismo revolucionario; los «populistas» son las huestes de la Agrupación Universitaria Nacional, (AUN) cuyo mentor ideológico era el historiador Jorge Abelardo Ramos, las «masas reformistas» eran la militancia del MNR por extensión los radicales, quienes se consideraban herederos de la Reforma Universitaria de 1918 que permitió la modernización de las casas de estudios superiores y proyectó esa experiencia sobre el resto del continente.
Pero al comenzar los setenta, la fuerte politización de la Universidad no garantizaba mayor claridad en las propuestas; por lo contrario, las tensiones y rivalidades partidarias del ámbito Nacional se trasladaron a los claustros donde encontraron un terreno fértil. Recordemos que la actividad política había sido prohibida por Onganìa en 1966 y las universidades intervenidas en la «noche de los bastones largos», intervención que fue coronada con cientos de detenciones y generosas golpizas a los ocupantes de las facultades.
En 1971, el presidente Lanusse estaba iniciando una apertura controlada que no incluía a las izquierdas más intransigentes, cuyos militantes abundaban en las universidades donde se movían con comodidad. El XI Congreso de Córdoba fue la culminación de un proceso complicado dominado por diferencias que en muchos casos, excedían el ámbito estudiantil. Un buen ejemplo es la ruptura de la FUA que poco tiempo antes había protagonizado el Movimiento de Orientación Reformista (MOR) dominado por los comunistas «línea Moscú» (PC). Estos invocando cuestiones reglamentarias, convocaron un nuevo congreso estudiantil en la Capital Bonaerense constituyendo la denominada FUA – La Plata; opuesta a la FUA – Córdoba en la que pisaban fuerte los comunistas «línea Pekin» (PCR), rivales de los anteriores. Al protagonismo de las grandes agrupaciones hay que sumarle la proliferación de una multitud de siglas menores que respondían al trotkysmo, al anarquismo, al peronismo etc. .Una situación de la que los estribillos son fieles exponentes.
A partir del encuentro en la ciudad mediterránea, la FUA se fue normalizando hasta alcanzar en 1973, un funcionamiento plenamente institucional.