“Flecha juventud…”, proclamaba una publicidad de comienzos de los años setenta, enfocando unas pantorrillas adolescentes calzadas con Flecha Juventud. La imagen destilaba dinamismo y obviamente, el mensaje estaba destinado en primer lugar, a los jóvenes. Las intensas campañas de la empresa Alpargatas por aquellos años, se corresponden con su capacidad de producción: un millón de pares de Flecha mensuales daban fe de ese potencial.
Semejante fenómeno se vincula al auge de la “moda joven”, referenciada en primer lugar en la indumentaria. Son los años de oro del blue jean, del pelo largo, los botines Fulvence y los legendarios “Sacachispas” para los más chicos; los mochileros deambulando por los caminos y las motonetas Siambretta, los autos Citroen, Fiat 600 y Renault Gordini, dibujando un paisaje de consumo importante para los sectores populares.
El rock nacional se afirma con fuerza y comienza a disputar seguidores al pop criollo. Son también los años de una impetuosa politización juvenil. Aparecen varios volúmenes de un long play titulado Flecha Juventud, recogiendo temas musicales de moda. A su vez, el conductor Juan Alberto Badía lleva adelante un exitoso programa en Radio del Plata, llamado “Imaginate flecha Juventud”.
Fortaleza y comodidad son dos de las cualidades de la zapatilla, destacadas por otra publicidad de la época: “El que corre vuela con calzado de goma Flecha”. Por otra parte, el Ejército Argentino también adoptó las zapatillas para sus tropas; y para quienes hicieron el servicio militar, es grato recordar el alivio que significaba pasar de los pesados y calurosos borceguíes a la frescura de las Flecha.
Hoy está en discusión si efectivamente, el producto salió al mercado en 1962 o antes. De todos modos, Flecha comienza a “pisar” fuerte en los años siguientes.
Se trata de una zapatilla con capellada de lona, puntera en “serrucho” y suela de goma. Su característica además del diseño y la calidad indiscutible, era una línea roja muy delgada, que separaba la suela de la capellada. En sucesivos modelos, la línea roja fue desapareciendo reemplazada por otras dos azules, hasta que también ellas fueron eliminadas definitivamente. Pero la clásica, la de la “moda joven”, fue la media básquet; en cambio la de caña alta, llamada también “básquet”, se consumía menos. Esta tenía además una suerte de aplique identificatorio a la altura del tobillo.
Pasaron los años, los caprichos de la moda y las crisis económicas conspiraron para que la Flecha fuera languideciendo en las preferencias de los consumidores. El gusto argentino rumbeó hacia otros horizontes.
En pleno auge de la moda “retro” en el año 2006, la sociedad conformada por las firmas Kosiuko y The Brand Revolution adquirió la licencia cuyo propietario seguía siendo Alpargatas y comenzó a producir en la planta fabril que Flecha tenía en la provincia de Tucumán, pagando una comisión a la empresa creadora de la marca. La inversión fue de tres millones de pesos de la época. Pero el emprendimiento no fue exitoso y la marca volvió a Alpargatas.
Refiriéndose al fenómeno representado por el consumo de productos que tuvieron su momento de gloria hace muchos años, reflexiona un especialista en marketing: “Lo que revelan las últimas investigaciones de mercado es que la gente les cree a aquellas marcas que consumía cuando eran chicos, y esos son los productos que les recomiendan comprar a sus hijos” (1).
Pero en 2017, el diseñador Gustavo Samuelian relanzó la célebre zapatilla, con una producción inicial de cuatro mil pares con suela vulcanizada; y lo más importante, se fabrica en nuestro país.
Esto es destacable, ya que la Argentina fue un país destacado en la industria del calzado a nivel mundial; por calidad y volumen de sus manufacturas.
Como un resabio doloroso del pasado, anda circulando una fotografía de una zapatilla Flecha, encontrada por un veterano de guerra argentino en las Islas Malvinas; reliquia y testimonio de aquella gesta y que con seguridad, perteneció a un soldado nuestro.
Las zapatillas como sello identitario juvenil, no se agotaron en los años de esplendor de Flecha, y pese a que en la actualidad las que se usan son de muchas marcas y orígenes, siguen siendo una expresión de pibes y pibas del siglo XXI. A su vez, las zapatillas colgadas de los cables y aquellas otras que en los murales recuerdan la catástrofe de Cromañón, son un símbolo, pero también una advertencia y un reclamo.
1) Clarín – Buenos Aires – 04-04-06