Se trata de un arma de fabricación casera pero de efectos letales. Por el bajo costo y la facilidad con que se accede a sus componentes, la ‘bomba Molotov’ o el ‘cóctel Molotov’ como se lo conoce indistintamente, fue un elemento presente en gran parte de los conflictos del siglo XX y lo sigue siendo en el nuevo milenio.
Al artefacto se lo conoce con el nombre de Molotov, a partir del conflicto ruso – finlandés de 1940. Ya iniciada la guerra europea en 1939 cuando Hitler invade Polonia y se reparte éste país con la Unión Soviética, Stalin previendo un futuro enfrentamiento con la Alemania nazi, intenta negociar con el gobierno finés un trueque de territorios que alejen la frontera de ese país, de la estratégica ciudad de Leningrado; cuna de la Revolución bolchevique de 1917 y la puerta de ingreso a la URSS por el norte. El gobierno finés aliado a Hitler, se niega y entonces Moscú decide obtener sus objetivos por la fuerza.
La bomba incendiaria ya era conocida por su extendido uso durante la Guerra Civil Española (1936 – 1939). A tal punto se había popularizado, que el Ejército republicano creó un Batallón de Cazadores de Tanques, integrado exclusivamente por voluntarios que se dedicaban a esa riesgosa tarea: cazar tanques enemigos con bombas incendiarias de mano. Pero es durante el conflicto ruso – finés que se la bautiza como ‘Molotov.’
Se cuenta que por entonces el Comisario del Pueblo para los Asuntos Exteriores de la Unión Soviética, Viacheslav Molotov en plena guerra, habría manifestado por radio que el Ejército Rojo estaba enviando alimentos y no bombas. Los fineses respondieron llamando a los bombardeos rusos “canastas de comida Molotov.” A su vez, los militares fineses sostuvieron irónicamente que si “Molotov pone la comida, ellos aportarían los cócteles.”
Así habría nacido el “cóctel Molotov”, dedicado sarcásticamente al funcionario soviético y con ese nombre, difundido en todo el mundo.
La bomba ‘Molotov’ consiste en una botella llena de líquido inflamable mezclada con otra sustancia para facilitar su adherencia y que se la puede activar mediante el procedimiento más primitivo, que es colocar un trapo a modo de mecha, en la boca de la botella; encender ese trapo y lanzarla. Al romperse el vidrio, el líquido entra en contacto con la llama de la mecha y provoca el incendio del blanco elegido. Otros modelos más sofisticados pero también de manipulación más peligrosa, son las llamadas “de impacto”; en las que se utiliza algún otro elemento como detonante, para que al romperse la botella se produzca un fuerte aumento de temperatura desencadenando el incendio. Además, el uso de esa bomba “ciega” permite que el lanzador no sea detectado en la oscuridad, como sí sucedería si tuviera que encender fuego para la mecha.
Pero más allá de las guerras convencionales, ese artefacto de conflicto de “baja densidad” se usó – y se sigue usando – en luchas armadas urbanas y en enfrentamientos civiles de carácter político violento. En la Argentina fueron de uso frecuente en los dilatados períodos de prohibición de la actividad política, cuando las llamadas “manifestaciones relámpago” irrumpían súbitamente en pleno centro porteño, entonando consignas contra el gobierno de facto de turno y cortando el acceso a las calles con sendas bombas “Molotov.”
Pero como todo elemento de destrucción, su uso no está restringido a actividades militares o de violencia política; sino que en cualquier circunstancia de acciones extremas , inclusive en determinados hechos delictivos, sigue apareciendo de tanto en tanto alguna bomba “Molotov.”