Rueda Eterna
Evito dormir para no perder de vista los sueños. Aunque temo que ellos me devuelvan a la realidad y me despierte siendo nuevamente cenizas.
Ana Caliyuri
Acariciar Sueños, Casi un Hecho Generacional
Hace pocos días nos hemos reunido los estudiantes del secundario de la Escuela Normal Mixta General José de San Martín de la ciudad de Tandil, promoción 1972. En rigor a la verdad, nos íbamos a encontrar antes de que se desatara la pandemia, pero claro los imponderables mandan y no fue posible. Hay quienes dicen que esperar desespera, pero cuando el otoño llega esperar es lo que mejor sabemos hacer, ya la impaciencia nos abandonó para darle espacio a la calidad del paso del tiempo, y también empezamos a redescubrirnos en la salud y en la enfermedad, en la resiliencia, en los claroscuros, en los vacíos, en los llenos, y más allá de todo eso, en los sueños que todavía nos sostienen.
El hilo común de los recuerdos del ayer le da lugar al hoy. Un hoy diverso que nos une, incluso al recordar a los ausentes. ¿Será que la vida empieza a hablar el idioma del carpe diem como un modo de aferrarnos al otoño? ¿O quizá, son los sueños los que nos mantienen despiertos? Ya todos tenemos a la vista “el diario del lunes”, aquello que quisimos ser y hacer, aquello que no fuimos y somos, inclusive aquello que aún resta aparece al descubierto porque los sueños y las ideas que nos instan a juntarnos nos pertenecen y nos develan. Párrafo aparte merece el grupo organizador: un representante por cada quinto año que, juntos y gambeteándole a los pormenores que trajo aparejada la pandemia, nos dieron su trabajo y su tiempo para hacer realidad nuestro encuentro.
Para muchos nunca es tarde para iniciar algo diferente y proyectarse, entre los cuales me incluyo, escribir es parte de mi pequeño universo. El infinito está más cerca y parafraseando a Galeano somos ventanas de cara a la utopía y un horizonte que nos llama. Los pliegues del cuerpo y del alma se notan, y a su vez se esfuman entre los proyectos que cada uno abraza. Los hay de todo tipo: familiares, artísticos, pasajeros, de corto y largo vuelo; todos de gran intensidad y lo mejor de todo es que aún queremos cambiar el mundo para que sea un poco mejor, y aún nos apasionamos al debatir ideas, y aún reímos de antiguas ocurrencias, y nos perdonamos al usar erróneamente y también con aciertos las herramientas de la generación Z, la que nació inmersa en la cultura digital, y aún contra todo pronóstico armamos en nuestros teléfonos nuestro mapa de ruta retrospectiva, conformamos grupos de WhatsApp, manejamos redes sociales y nos leemos el estado de ánimo y lo que es aún mejor, compartimos una y varias reuniones durante horas, sin miras de aburrimiento, tal vez porque somos un grupo de soñadores ya vetustos que no nos importa el reloj, siempre y cuando los sueños sean las agujas que marcan el tiempo.