A fines de 1981 el Movimiento Obrero Argentino se encontraba dividido en dos tendencias: la denominada “CGT – Brasil” liderada por el cervecero Saúl Ubaldini, con sede en la calle de ese nombre en la Capital Federal y que ostentaba una línea de confrontación abierta con la dictadura.
El otro sector, llamado “Comisión Nacional del Trabajo” (CNT – 20) en cambio, se caracterizaba por una actitud dialoguista con el poder militar. El creciente deterioro social y económico que padecía el país, llevó en febrero de 1982 a un plenario de secretarios generales de la CGT Brasil a convocar a una movilización popular para el 30 de marzo de ese año. “La CGT ratifica (…) el carácter pacífico de la movilización y su decisión de luchar por la paz, el pan y el trabajo”, sostenía el comunicado sindical. Paralelamente, la dictadura ultimaba los detalles para el desembarco en Las Malvinas el 2 de abril. Los gremialistas resuelven no pedir permiso para la movilización y se fija como objetivo la Plaza de Mayo.
Se elige como hora de encuentro el atardecer, cuando mucha gente salía de oficinas y ministerios. Las columnas obreras que desde el Gran Buenos Aires y los barrios industriales de la ciudad pugnaban por llegar al Centro, eran hostilizadas por la policía.
“Paz, pan y trabajo; la dictadura abajo”
Y su variante:
“Paz, pan y trabajo; la dictadura al carajo”
“Se va a acabar, la dictadura militar”
“¡Argentina, Argentina!”
eran los estribillos recurrentes de quienes enfrentaban los palos y gases lacrimógenos de la represión. Las refriegas se extendieron a una amplia zona de la ciudad y las detenciones se registraron por cientos. Buena parte de la conducción de la CGT Brasil fue apresada durante el día.
El estudiantado, militantes y transeúntes también se hicieron eco de la convocatoria cegetista, aportando lo suyo. Las corridas e incidentes se registraron hasta bien entrada la noche. El saldo de la gigantesca manifestación fue de 3.500 detenidos sólo en la Capital Federal y otros tantos en el resto del país; en Mendoza, la represión se cobró la vida de José Benedicto Ortiz, dirigente de la Asociación Obrera Minera Argentina. Pero la conmoción lograda fue enorme; la dictadura había sido golpeada en el corazón del poder.
Dos días después, desembarco en Malvinas mediante, el dictador Leopoldo Galtieri retomaría la iniciativa política, pero solo transitoriamente; su suerte estaba sellada.