La nave espacial Avalon atraviesa, en silencio, los confines del espacio, en un viaje que demorará ciento veinte años hasta arribar a destino: el planeta Homestead II. Allí se instalará una colonia con más de cinco mil personas que viajan a bordo, durmiendo en cápsulas criogénicas de hibernación, junto a doscientos cincuenta y ocho tripulantes. La nave se maneja de forma automática, está programada para despertar a todos cuatro meses antes del arribo para preparar todo. También dispone de un avanzado sistema de escudos que la protege de cualquier amenaza probable en tan inhóspita ruta.
A los treinta años de viaje interestelar un asteroide de grandes dimensiones impacta en los escudos, y pequeños fragmentos consiguen penetrar el acero, comenzando una reacción en cadena de fallos. El primer damnificado es Jim Preston (Chris Pratt), quien despierta noventa años antes de lo previsto. Al principio no entiende mucho qué está sucediendo. Comienza a recorrer las instalaciones en busca de alguna otra persona que lo oriente, pero no hay nadie despierto.
La desesperación lo invade, y la situación se agrava aún más cuando se da cuenta que jamás llegará vivo al planeta. Jim, siendo ingeniero, intentará buscar a como dé lugar la forma de reparar su cápsula. Consigue herramientas, manuales, pero todo está más allá de sus conocimientos. Acceder a donde duerme la tripulación es imposible, la cabina está cerrada.
Su único “amigo” y confidente, si es que se le puede llamar así, es Arthur (Michael Sheen), un robot que cumple las funciones de barman. Jim intenta disfrutar las lujosas opciones que ofrece ese “hotel” volador. Juega a diversos juegos disponibles, se da el lujo de dar una caminata espacial, intenta despejar la mente pese a que no parece haber más salida que la de morir en soledad por causas naturales u optar por la opción más drástica: salir al espacio sin traje protector alguno y morir en sus propios términos.
Convencido que ese es el mejor curso de acción se posa delante de la cabina, y cuando está a punto de apretar el botón para abrir la compuerta que lo llevará directamente a su muerte, se arrepiente. Tiene que haber una forma de dar vuelta la situación. Simplemente no sabe cómo.
Pero la soledad sigue siendo un problema enorme. Y Jim tiene una salida para eso, aunque plantea un dilema moral complejo. Entre las cápsulas de hibernación encontró a Aurora Lane (Jennifer Lawrence), una escritora neoyorquina de la cual se enamoró en silencio leyendo y observando la bitácora escrita y audiovisual de ella.
Despertar a la mujer sería condenarla a la misma eventual muerte a la cual él está condenado. Pero la compañía del robot no es suficiente. Los seres humanos somos animales sociales, necesitamos compañía.
Jim se acerca a la cápsula de ella y, tras apretar los botones adecuados, despierta a Aurora…
La soledad suele ser uno de los elementos más efectivos a la hora de construir una historia de suspenso. Cuando los protagonistas se encuentran en un ambiente extraño, atados a un destino en apariencia ineludible, la desesperación que ellos sienten se traslada al espectador.
No existe ambiente más solitario y abrumador que el espacio exterior. La película Pasajeros aprovecha muy bien el contraste que generan los interiores gigantes, brillantes, lujosos y futuristas de la nave con las tomas del espacio, bellísimas y asfixiantes. El director noruego Morten Tyldum aprovechó al máximo el impresionante diseño de producción (que le valió al equipo creativo una nominación al Oscar) para “jugar” con los actores y conseguir encuadres que dan la sensación de gran tamaño (la nave tiene, en la historia, un kilómetro de largo). A medida que el drama de la soledad y desesperación avanza, las instalaciones parecen cerrarse sobre los pasajeros despiertos, como una trampa mortal.
El film no se sostendría sin la gran química que tienen los dos actores protagonistas. Jennifer Lawrence y Chris Pratt sacan a relucir todo su encanto, sus habilidades para pasar del amor al odio, de la desesperación a la esperanza, y consiguen darle un manto de credibilidad a la historia de ciencia ficción.
No son muchas las películas que consiguen mantener la atención del público con tan pocos personajes —y tantos silencios, la primera parte del film no tiene muchos diálogos— pero la pericia tanto del director como de su elenco consiguen sacar adelante una producción ambiciosa desde la propuesta del guión.
La música de Thomas Newman acompaña a la perfección el largometraje. Alejado de otras bandas sonoras del género, consigue una obra musical que se amolda a todos los estados de ánimo de los personajes. En el 2016, año del estreno del film, fue nominado a un premio Oscar por su labor.
Pasajeros fue un éxito de taquilla pero recibió críticas negativas de los especialistas, aunque el público manifestó su aprobación. Esta película no es una obra maestra, ni cerca, pero consigue entretener con una premisa atractiva, imágenes hermosas —la escena donde contemplan el paisaje exterior con un enorme sol brillando por la ventana es un claro ejemplo— y actuaciones muy buenas que le permiten al espectador involucrarse con los problemas que les han tocado en suerte.