Hay muchas parejas icónicas de ficción en el séptimo arte. Leonardo DiCaprio y Kate Winslet en Titanic; Carrie Fisher y Harrison Ford en Star Wars; Heath Ledger y Jake Gyllenhaal como protagonistas de Secreto en la montaña o el inmortal amor entre Patrick Swayze y Demi Moore en Ghost: la sombra del amor. Incluso en el reino de la animación existen ejemplos paradigmáticos. A Pixar le llevó menos de quince minutos contar una historia tan hermosa como trágica, sin la necesidad de diálogo alguno, cuando plasmó el amor a través de las décadas entre Ellie y Carl en el inicio de Up, tal vez uno de los mejores largometrajes que tratan el duelo que transita alguien que enviudó, metiendo en la mezcla una aventura imposible con casas voladoras, aves fantásticas y perros que hablan.
Estas duplas de actores consiguen atrapar un rayo en una botella, destilan una química imposible de falsificar y el público de inmediato se identifica con ellos. Drew Barrymore y Adam Sandler habían probado lo bien que se llevaban como pareja ficticia en la comedia El Cantante de Bodas, allá por 1998. Los espectadores no pudieron evitar “engancharse” con el dúo entre risa y risa, y por años le pidieron a ambos que se volvieran a reunir en la gran pantalla.
La apuesta era arriesgada. Si bien la química existió nada garantizaba que aquello pudiera replicarse. El arte está lejos de ser una ciencia exacta. Pero tras seis años de hiato la “pareja” terminó accediendo a filmar una nueva historia, con personajes distintos, con una premisa tragicómica. El guión corrió a cargo de George Wing, en lo que sería su primer y único largometraje, con un veterano director de comedia como Peter Segal, responsable de la tercera parte de La Pistola Desnuda y Locos de Ira, en donde trabajó por primera vez con Adam Sandler.
La premisa, como la mayoría de las comedias románticas, es simple. Henry Roth (Sandler) un biólogo marino mujeriego y aparentemente condenado a la soltería conoce a Lucy Whitmore (Barrymore), una simpática profesora de arte,en el café Hukilau de Hawái. La mujer rubia capta el interés de inmediato con su personalidad fresca y graciosa. Es rápida para contestar y le gusta hacer casas en miniatura con los wafles que suele desayunar. Ambos se llevan bien y quedan para una segunda cita en el mismo lugar.
Lo que parecía ser el comienzo de una historia romántica común y corriente se complica al otro día. Lucy está, en efecto, en el café, desayunando lo mismo de cada día, pero cuando Henry se acerca ella lo despacha en un instante, alegando que no lo conoce, que jamás lo vio.
El hombre se entera, por las malas, que Lucy no está poniendo una excusa absurda para evadir el compromiso, sino que un año atrás tuvo un accidente automovilístico junto a su padre que le dejó como secuela la incapacidad de generar cualquier tipo de memoria. La mujer vive estancada en el día previo al siniestro vial, cree que es domingo todos los días.
Lucy tiene una rutina inalterable que empieza con el desayuno en el café, sigue con el viaje a su hogar para pintar una pared que su padre Marlyn (Blake Clark) y su hermano Doug (Sean Austin) cubren de blanco cada día. Después festejan el cumpleaños de papá por millonésima vez, comen la misma torta de cada día y terminan la velada viendo Sexto Sentido en VHS, porque ese era el obsequio que Lucy había comprado unos días antes.
Queda claro que en la vida de ella no hay lugar para el amor. Henry trata de conseguir un buen consejo de Ula (Rob Schneider, en lo que probablemente sea su mejor rol como actor), compañero en el acuario, padre de cinco revoltosos chicos y estancado en un matrimonio que no le gusta. El mejor amigo del veterinario vive, de alguna forma, la vida de soltero que anhela a través de Henry, y llega a la conclusión que Lucy es la mujer ideal para un soltero empedernido, ya que no tendrá la necesidad de dar explicación alguna cuando se aburra de la relación pasajera.
Pero Henry ve algo más en Lucy, y no puede evitar enamorarse. Para eso comienza a elaborar planes cada vez más complejos con la finalidad de conquistar todos los días a la mujer de sus sueños. Por supuesto que va a chocar con el escepticismo de los amigos y familiares de ella, que intentarán detenerlo y disuadirlo para que no gaste energías en una empresa inútil, y sobre todo, para que no altere los días de una persona que ya sufrió demasiado. Sin embargo Henry no lo ve como una pérdida de tiempo, y tiene la esperanza que su persistencia consiga vencer el impedimento físico que obliga a Lucy a borrar cualquier memoria nueva.
Como si fuera la primera vez es una comedia romántica impecable, que no sólo consigue capturar la química que tuvieron aquella primera vez Barrymore y Sandler sino que la mejoran. Los seis años entre film y film permitieron que los actores pudieran relatar una historia más adulta, abrazando el costado surrealista del cuento, sin caer en golpes bajos. Ver a estos dos titanes de la comedia enamorarse una y otra vez es un deleite para los ojos, y si bien hay momentos típicamente empalagosos —algo propio del género— el humor corta la catarata de almíbar y los permanentes giros en la trama haces que el tiempo del metraje pase volando.
Otro de los aspectos más interesantes del largometraje es que evaden la figura del tercero en discordia.
Mejor dicho, reformula al tercero en discordia y convierte al impedimento de Lucy en el obstáculo a vencer. La pareja debate sobre cómo podrían llevar adelante una relación “normal”, casándose, teniendo hijos y obligando a la mujer a despertarse todos los días para descubrir que su vida cambió radicalmente parece ser un obstáculo insalvable, una pesadilla de logística que, por supuesto, en la vida real sería casi imposible de resolver. Por suerte esto no es la realidad, y para la ficción no existen imposibles.
El elenco secundario es impecable. Clark consigue crear una figura paterna dura, adusta pero de gran corazón, que lidia con la tragedia sin caer nunca en el lugar de la víctima. Encima tiene que lidiar con un hijo adicto a los esteroides, incapaz de conseguir una cita por sí mismo, pero que intenta proteger a su hermana a cómo de lugar. Ula, el mejor amigo de Henry, se roba cada escena en la que aparece. Army Hill encarna a Sue, la cariñosa dueña del café Hukilau, y tiene como cocinero a Nick, bromista y protector amigo de Lucy a quien le pone la piel Pomaika´i Brown. También es de la partida, en un rol mucho menor pero no menos sustancioso, el legendario Dan Aykroyd como el neurólogo Joseph Keats.
Hasta los animales del acuario tienen sus momentos humorísticos.
La crítica, en su momento, casi destruyó el film por el excesivo uso de humor “grosero” y alusiones a las drogas. A esto se le sumaron las críticas por utilizar una condición médica neurológica como la amnesia de forma inadecuada. Si bien es cierto que hay algunos chistes que no envejecieron bien, Como si fuera la primera vez fue blanco de los detractores de Adam Sandler, que en aquel entonces gozaba de una popularidad enorme pero que comenzaba a ver como surgía una especie de culto en contra de sus películas, ya que el estilo de humor del actor siempre fue bastante similar. En esta obra en particular Sandler no esquiva los chistes escatológicos, las humoradas sobre el tamaño de su pene —un triste “clásico” de su filmografía— y los gritos excesivos que caracterizan su particular forma de plasmar el humor. Sin embargo también saca a relucir una veta dramática que, hasta entonces, se le había visto poco, junto con una capacidad para retratar a un hombre sensible y enamoradizo creíble.
Pese a que la comunidad científica denostó en su momento la película, el Hogar Hebreo de Rivendale, en el Bronx, tiene un programa que ayuda a pacientes con demencia utilizando un método extrapolado directamente de Cómo si fuera la primera vez: todas las mañanas les pasan un video con mensajes positivos junto a grabaciones de familiares y amigos, con la intención de brindarles un inicio del día mucho más confortable. Charlotte Dell, directora del instituto, declaró que sacó la idea de este film.
El largometraje fue un éxito de taquilla y hoy es una de esas comedias románticas que uno puede encontrar día de por medio en más de un canal de cable. Su popularidad no se detuvo en los números de recaudación: en el 2017 el público japonés pudo ver una remake hecha en su país titulada 50-kai-me no fâsuto kisu, o traducido al español, 50 primeros besos. Los orientales ni siquiera cambiaron la ambientación hawaiana del film original. En el 2019 llegó la versión mexicana, Como si fuera la primera vez. Esta vez el director decidió trasladar el escenario a República Dominicana, como para variar un poco al menos.
Como si fuera la primera vez es una excelente comedia romántica, con una premisa original, un elenco que brilla en cada plano y un encanto imposible de evadir. Es el largometraje ideal para aquellos que no disfrutan del género romántico y, para los que si, un deleite. Se encuentra disponible en Netflix.