Carlos de la Púa, la mayor expresión poética popular de Buenos Aires, conocido como el “Malevo” Muñoz o Carlos Raúl Muñoz del Solar, nació en la ciudad de La Plata el 14 de enero de 1898. Su nombre verdadero, Carlos Raúl Muñoz y Pérez, corresponde a una familia de ascendencia hispánica; sus padres, don Isidro Muñoz y Pérez y doña Elena Baca, poco tiempo después del nacimiento de Carlos Raúl, se trasladaron a Buenos Aires, viviendo en el barrio de Once- calle Valentín Gómez 376 según la anterior numeración, entre las calles Ecuador y Boulongne sur Mer-, acontecimiento que justifica la declaración del “Malevo”, quien afirma que había nacido en el barrio de Once.
Cursó sus estudios en la Escuela Dámaso Centeno de Rivadavia 5500. No habiendo finalizado la enseñanza media, por su natural espíritu travieso, fue, no obstante, hombre de solida cultura, manifestándose siempre admirador de Stendhal, Shakespeare y Bernard Shaw.
Como periodista se inició en un periódico de barrio cuyo nombre se ha perdido en el olvido. Allí salió de perdedor- según su expresión- para ingresar luego al diario La Montaña en el que hacía una columna titulada “Carta de un Conscripto” que le atrajo gran popularidad.
Hacia fines de la década de los años veinte, conoció a aquel gran captador de las calidades humanas, don Nataalio Botana, quiera inmediatamente gustó de su fuerte personalidad, llevándolo a la redacción de Critica donde compartió la bohemia periodística con figuras de la talla de Pablo Roas Paz, Raúl y Enrique González Tuñón, Oliverio Girondo, Ulises Petit de Murat, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Nicolás Olivari, Feliz Lima, Enrique Gustavino, los hermanos Mariani, Roberto Tálices y otros, que saboreaban sus alegres travesuras. En el tercer piso del edificio de la Avenida de Mayo 1333, Carlos de la Púa ocupaba un escritorio junto a la gran vidriera y al jefe de la sección carreras, don Manuel Ronderos.
Frecuento algunos centros literarios de Buenos Aires pero sin sentirse totalmente ligado a ninguno de ellos; así, concurrió a las reuniones del llamado grupo Boedo, no siendo ajeno, tampoco, a las tertulias de la peña Gente de Arte que se reunía en el café Tortoni. En el grupo Florida contó con diversos amigos, entre los que recordamos a Borges y Ricardo Guiraldes.
La agrupación de Artes y Letras El Bermellón, que se reunía en la esquina de Pedro de Mendoza y Australia, en la Boca, lo tuvo también entre sus concurrentes, junto a las figuras de Facio Hebecquer, Orlando Stagnaro, Quinquela Martin y Emilio Centurión.
En su vida de gran “caminoteador” como gusta decir Cesar Tempo, se lo vio por los cafetines alternando con los malandrines que gustaban, también ellos, de su compañía, de su alegría, de sus humoradas y su decir lunfardesco. Carlos de la Púa vivió intensamente la bohemia porteña; la noche le enseñó a conocer muchos personajes que luego fijó en sus poemario en los argumentos de los filmes.
En el género literario publico una novela corta. El Sapo Violeta, La Crencha Engrasada y un sainete inhallable escrito en colaboración con Enrique González Tuñón. En el séptimo arte escribió argumentos para tres películas: Tango (1933), estrenada en el Cine Real, Galería de Esperanzas (1934), proyectada en el cine Renacimiento, e Internado (1935), estrenada en el cine Capitol.
Eterno viajero, Carlos de la Púa conoció diversos países: Francia, España, Inglaterra y Estados Unidos.
Jorge A. Bossio – 1971
Línea 9
Era un boncha boleao, un chacareroque se piyó aquel 9 en el Retiro:¡nunca vieron esparo ni lanceroun gil a la acuarela más a tiro!
Eran polenta el bobo y la marroca,y la empiedrada fule, berretín.De un grilo una casimba daba boca,y un poco la orejeaba el chiquilín.
El ropaé que acusa ese laburotrabucó bien al boncha de culata,pero el lancero trabajó de apuroy de gil casi más mete la pata.
Era un bondi de línea requemaday guarda batidor, cara de rope…¡Si no saltó cabrón por la mancadafue de chele no más, de pudo dope!
Sor Bacana
Cusifai, farolera, sor Bacana, ventuda
que das dique a la merza con las cosas shoficas,
voy a darte un apunte fulero por gilurda
a ver si con el Justo que te bato te achicas.
El vento que amarrocas, medias gambas, canarios,
recuredo de pamelas que achacaste fresquita,
ha de ser poca mosca pa mantener otarios…
¡paparula, tortera, bulebú, milonguita!…
Nunca un buen cadenero ha de tirarte el carro
–esquenuna, vichenza, samporlina, gilota
que me das en los quilombos, justamente en el forro–
Nunca tendrás un macho que por vos se haga chorro
cuando toda esa runfla de farra y cotorreo
por chinchuda y por jávie no te dé más pelota.