¡No la habrás leído! ¿Vos la leíste?… ¡Como puede ser! ¡No tendrías que haberlo hecho!…
Ella era la novia (o ex) de un amigo mío y estaba completamente sacada ante al inesperado infortunio que le tocaba vislumbrar delante mi inefable presencia. Frente a frente en ese pequeño ambiente de la casa de un amigo en común, yo le mostraba la carta de su prometido hasta ese momento inédita de algún conocimiento oficial de la misma, es que… la misiva era para ella, exclusivamente para ella y se la había escrito ese amigo mío devenido en novio de ella por… unos cinco años aproximadamente. La carta estaba doblada en cuatro partes tal cual hubo de llegar a mis manos y sin modificar absolutamente nada de ese formato original, hubo de producirse el decoro de hallarse en el piso de mi domicilio; es que… la misma estaba dentro de un sobre que ella, exclusivamente ella tenía en su poder y el azar hizo que terminara imprevistamente en ese piso de la cocina de mi casa, debajo de esa mesa que juntaba tierra hasta el próximo baldeado del ambiente.
Un tiempo antes en esa relación tan extensa de ambos, fue que se produjo la debacle sentimental entre ella –Lamillé- y ese amigo mío de tantos años –Rafca-
Él en esos primeros tiempos se hallaba tan conflictuado por ese fin relacional que no quería verse con nadie; es más, yo que lo conocía desde hacía una veintena de años no podía siquiera intercambiar unas pocas palabras que parecía poseer una especie de piloto automático e inmediatamente decirme de frente march: -disculpame loco pero no estoy con ánimo de conversar más profundamente del tema, aunque tenga ganas y lo necesite… no sé, me bloqueo y no puedo decir nada…. Estoy muy bajoneado por la actitud de ella y uo sé cómo actuar… para mí fue algo inesperado así que… dame tiempo y ya veremos…
Luego no pasaba nada y muy de vez en cuando nos cruzábamos de casualidad por algún lado frecuentado, terminábamos hablando de banalidades que jamás aclaraban nada de su golpe emocional.
Situación rara la de Rafca, todos los allegados estábamos convencidos que Lamillé lo había mandado bien a la mierda y que él ante su atónita sorpresa buscaba en su interior algún estamento para hacer pie y enfrentar a través del obligado olvido y negación de lo sucedido un punto de referencia sobre cómo recomponerse. Yo lo hube de ver a Rafca varias veces sacado de alcoholes y barbitúricos en diferentes bares y su imagen de tipo seguro en la fortaleza de sus sentimientos hubo de verse trocada por la de un tipo completamente desconocido hasta ese momento; es más, semejante imagen era compartida por el común de las amistades y nadie podría imaginar para nada alguna situación distante de lo que todos poseíamos de lo acontecido: “Ella, sin lugar a dudas, lo había pateado bien fuerte en el culo y no lo quería ver ni a palos”. Podría inferirse que lo sucedido no era nada del otro mundo, una mina que inexplicablemente presa de su ciclotimia sentimental femenina manda al carajo a su compañero de muchos años y no explica nada racionalmente hablando. Entonces, claro, en esos primeros vaivenes sucedidos en los inicios de esa traumática separación el trato entre ellos transponía todos los límites y, aunque no se quisiera entrometer u opinar sobre la misma, sucedía lo de siempre: “Los de afuera éramos de palo” y no teníamos derecho a nada de la historia de ellos dos; sin embargo en muchas oportunidades las discusiones públicas entre ellos hacían trascender a los gritos ciertas intimidades que ventilaban pasajes inherentes de una pareja que había llegado a su triste fin. Y en ese fin lleno de llamados telefónicos y gritos en público algún mail o algún mensaje de texto cibernético completaban ese gran desatino decadente del final más que evidente.
La amplia mayoría que los conocía pensaba que ella habíase calentado con un tercero en discordia que fue la que finalmente provocó ese cisma insoslayable de prosecución relacional. Yo también fui preso de semejante creencia… pero mi sorpresa fue cubitos gigantes en el impacto descreído de lo que hube de enterarme cuando entre los mensajes entrecruzados de ellos dos llegó esa famosa carta manuscrita por Rafca hacia ella que Lamillé recibió de primera mano y asimiló como pudo y aparentó cierta decisión y seguridad que quién sabe si íntimamente pudo haber sostenido sin ninguna dificultad. Así fue que ella la poseía en su cartera dentro del sobre que la hubo de recibir y como había apoyado su bolso sobre el piso de mi cocina la misma se salió del bolsillo y cayó sobre el mosaico; al caer se salió la hoja doblada del sobre que la contenía y yo no pude percatarme de ese desliz pero sí del sobre que se lo devolví como correspondía. Luego esa carta estuvo varios días sobre ese piso de la cocina debajo de la mesa y cuando me disponía a barrer la mugre acumulada de mi departamento de soltero, allí la vi solitaria en obvio abandono. Por eso le mentí cuando Lamillé me interpeló sobre si la hube de haber leído la nota doblada en cuatro partes y no me atreví a decirle que sí, que lo había hecho sin el menor remordimiento; muy por el contrario le mentí cínicamente y le contesté que no, que absolutamente debía confiar en mí y que jamás osaría meterme en la vida de los demás y le dije cuando vi que era una nota para ella de parte de Rafca, automáticamente me hube de ubicar en mi fidelidad de amigo y que decidí no enterarme.
Pero ella no se fue muy convencida de mis aseveraciones, y con algunos gestos inentendibles de su parte pero de alguna manera, evidentes de desasosiego se fue para no volver otra vez a visitarme.
La carta de Rafca a Lamillé decía casi textualmente: “Después de haber estado con vos durante unos cuántos años y haber visto montones de situaciones en las que no me gustó para nada bancarme muchos caprichos de tu parte y encima a tu hermana que me tiró siempre onda hasta que me la cogí y me cansé de cogérmela y también a la histérica de tu vieja que siempre me criticaba por cualquier cosa para terminar arrinconándome en ese cuarto oscuro de cachivaches y utilizarlo para esas orgías de parado, ella tomándose todos los cucuruchos posibles de mi caliente postre para –tu insoportable vieja- vengarse vaya uno saber por qué de tu viejo, he decidido cómo te digo más arriba, dejar esta relación pedorra que más que satisfacerme, me fastidia y me hace reflexionar todos los días para llegar a la conclusión en cuestionarme a mí mismo y autoanalizarme: ¿Cómo carajo me metí con vos en esta familia de enfermitos que se quieren coger todos con todos? Puedo dejar al margen a tu viejo que el otro día alguien me dijo que anda conchabado con una secretaria en esa empresa donde es gerente de comercio exterior”
La carta terminaba hasta con una Post Data en la cual le cerraba el moño a semejante experiencia y le decía: “Podés aparentar si es de tu miserable decisión tomar el camino de las apariencias y mostrar a los cuatro vientos que me mandaste bien a la mierda y quedar en tu posición altanera o de una Lady Godiva que todo lo puede y nada le importa y menos que menos la agobia luego de años de noviazgo, y no me interesa, lo más probable es que aún de la manera más irrisoria la verdad salga a la luz y ni siquiera yo, allí, tendré injerencia; hasta nunca”
La carta de Rafca a Lamillé se hubo de salir de ese sobre caído en la cocina de mi casa y yo se la devolví a la única interesada de la misma; pero le mentí y me enteré de la verdad que no es la mía; tal vez la Verdad objetiva quizás no exista nunca.
Por Pablo Diringuer