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El Joven Manos de Tijera
DEEP/BURTON: EL INICIO — DISPONIBLE EN DISNEY +
El Joven Manos de Tijera

1990. Tim Burton había tenido dos grandes éxitos de crítica y taquilla. Primero fue Beetlejuice, en 1988, una comedia negra sobre un matrimonio que, tras morir, tiene que encontrar la forma de regresar a su hija y para eso intentan contar con la ayuda del no tan fiable ¿fantasma? que da título a la película. En 1989 el director aceptó el reto de llevar a la madurez el género de superhéroes creando una de las películas más icónicas dentro del rubro: Batman, protagonizada por Michael Keaton como el héroe y Jack Nicholson en el papel de Joker le ofrecieron al mundo no sólo una nueva forma de abordar a los personajes de historietas, sino el poderío visual que traía en su bolsa de trucos el cineasta.

Uno pensaría que en Warner Bros confiaran plenamente en el siguiente proyecto de Burton. Si bien los ejecutivos querían que se pusiera a trabajar en una secuela de Batman, el hombre anhelaba contar una historia mucho más personal, más cerca a su estilo gótico mezclado con cuento de hadas. Fox fue la compañía que decidió invertir en la nueva película, así que el Caballero de la Noche tuvo que esperar cuatro años para tener su continuación.

Junto con la guionista Caroline Thompson idearon la historia de Edward (Johnny Deep), un hombre creado de forma artificial por El Inventor (Vincent Price), un viejo ermitaño que, encerrado en su ominosa mansión al final del pueblo, se dedicaba a dar rienda suelta a su imaginación. Edward iba a ser el punto cúlmine de su trabajo, pero lamentablemente el hombre muere antes de terminar con el muchacho, a quien, por alguna razón, le dio unas peligrosas tijeras gigantes en vez de dedos, con la esperanza de completarlo en algún momento.

No se sabe cuánto tiempo estuvo encerrado Edward en aquella mansión cada vez más decrépita, como la casa de Usher en el cuento de Edgar Allan Poe. Confinado a una existencia solitaria, sin más contacto humano que los recuerdos de su “padre”, el eterno muchacho, de piel pálida llena de cicatrices causadas por sus afilados dedos y vestido siempre con un ceñido traje de cuero, pasaba sus días y noches evocando fragmentos de recuerdos sin poder soñar con una vida normal, porque no la había conocido.

Hasta que llega Peg (Dianne Wiest) una vendedora ambulante de productos de belleza, y tras no recibir ninguna respuesta en la mansión, decide investigar. No encuentra un comprador, pero si al tímido Edward, quien lejos de lucir como una amenaza por las grotescas tijeras que lleva como manos, se muestra cordial y amable con la mujer.

Como este es un cuento de hadas, Peg decide llevar al joven a su casa, en donde conocerá a Kim (Winona Ryder), su hija adolescente, inteligente y con una belleza radiante que cautiva al sobre-estimulado Edward, quien no puede evitar ni controlar el amor puro que siente por ella desde el momento que la ve.

Las cosas van relativamente bien, la comunidad parece aceptar al muchacho pese a su look poco convencional, e incluso se convierte en un reputado peluquero y en un escultor de arbustos con sobresaliente criterio estético.

Pero en una película donde los adolescentes son protagonistas, siempre habrá un grupo de inadaptados que irán tras el joven que no molesta a nadie. Los típicos chicos deportistas/populares deciden que Edward es el blanco perfecto, y la vida de ensueño poco a poco va virando hacia terrenos oníricos más oscuros.

El Joven Manos de Tijera es, por donde se lo mire, un cuento de hadas moderno que sale de las experiencias de la infancia que tuvo el propio Tim Burton. El look de Deep en el film tiene muchas reminiscencias al mismo estilo estético del cineasta: pelo revuelto y largo, pálido, ojeroso, un poco encorvado. Burton imaginó a Edward muchos años antes de ser un artista y dibujó a su alter-ego, porque él creía que la gente quería alejarse de él por alguna razón que no comprendía. Sentía que lo observaban como a un monstruo.

La mansión solitaria y decrépita era la forma que tenía el director de plasmar su visión sobre la soledad de la adolescencia, y su protagonista fue el avatar de sus angustias.

El estilo visual del pueblo en donde transcurre la historia está deliberadamente pensado para que luzca como un lugar irreal, una amalgama de todos los suburbios estadounidenses, impolutos, de casas con jardines perfectos, vecinos chismosos y autos que jamás necesitan ir a un lavadero.

El rol clásico de “princesa en apuros” y “príncipe salvador” se revierte —y estamos hablando de 1990— ya que son dos mujeres las que salvan del ostracismo inicial a Edward. Es cierto que Kim es el interés romántico del protagonista, pero Burton juega muy bien con las expectativas del espectador y decide virar hacia el amor platónico, entregando un desenlace cargado de tragedia.

La virginal Kim despierta del sueño en plena lluvia de nieve que le regala Edward mientras talla una escultura de hielo. Un movimiento involuntario de la mano/tijera le provoca un corte. La joven mujer, vestida de blanco bajo una lluvia blanca —con música de fondo que suena a coro angelical— sabe que tanto ella como Edward perdieron la inocencia en aquel momento que la sangre se derramó, y que el mundo “real” no puede aceptar romances entre “Bellas” y “Bestias”.

Los dos se salvan mutuamente, pero quedan incompletos. A él siempre le faltará ella, que encima está sometida al inclemente paso de los años, mientras que él nunca podrá abandonar la mansión que lo vio nacer. Recluido, aislado incluso de las garras del envejecimiento, pasa sus días tallando esculturas en hielo y en arbustos, ya convertido en un solitario mito urbano. Su inspiración principal es ella, quien será eterna junto a él en sus creaciones.

Tim Burton había entrado en un período de su filmografía que podemos calificar de impecable. Cada fotograma lleva su sello, todos de una belleza irreal y con la latente amenaza de una tragedia a la vuelta de la esquina. Johnny Deep y Winona Ryder hacen una dupla protagonista carismática. Deep consigue transmitir casi todas las emociones de su personaje desde lo corporal, ya que Edward no es muy elocuente que digamos. Ryder consigue abrazar el estereotipo de adolescente popular y “perfecta” que tanto aman los estadounidenses en sus fantasías, y lo deconstruye desde el interior, sin dar discursos ni ponderar posturas, sino mostrando a un ser humano real, complejo, con fortalezas, debilidades, errores y aciertos. Sin este dúo de actores la película hubiera colapsado a los diez minutos.

La banda de sonido de Danny Elfman es una de las más bellas que realizó el compositor, un habitual colaborador de Burton. Se asemeja a las composiciones de música clásica que tomaban como motivo los cuentos de hadas y las leyendas folclóricas, pero con un toque suburbano/moderno que encaja a la perfección con las intenciones estéticas de un director poseedor de una visión pristina en aquel entonces.

El Joven Manos de Tijera se convirtió, con los años, en un clásico, y fue un éxito tanto de crítica como en recaudación cuando se estrenó en 1990. En el 2005 se estrenó una versión adaptada para un ballet, e incluso tuvo una no tan popular secuela en formato de historieta, que duró diez números en el año 2014. Incluso el año pasado Winona Ryder retomó el rol de Kim para un comercial de autos, contando en noventa segundos la historia de Edgard, su hijo con manos de tijera (en la piel del ascendente Timothée Chalamet, que parece haber nacido para hacer este personaje). Si bien contradice el canon de la película, es un lindo homenaje a un clásico moderno.

También se convirtió en la primera colaboración entre Deep y Burton, una de las más fructíferas del séptimo arte, con más aciertos que pifias en la extensa filmografía que construyeron los dos.

El Joven Manos de Tijera continúa encandilando con su belleza onírica a nuevas generaciones, y hoy en día la metáfora de la historia parece haber cobrado más relevancia que nunca en relación a las noticias que rodearon a Jonhny Deep.

Quien quiera descubrirla o re descubrirla, se encuentra dentro del catálogo del servicio de streaming Disney +.

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