La semana pasada hablamos de una obra cumbre del infravalorado director Gore Verbinski, la primera entrega de la saga Piratas del Caribe, que terminó de catapultar al estrellato global al actor Johnny Depp.
Esa no sería la única colaboración de la dupla, ya que harían dos entregas más de los piratas y la adaptación de El Llanero Solitario.
Pero entre los corsarios peleando contra seres sobrenaturales y las aventuras del héroe enmascarado del lejano oeste, Verbisnki y Depp se unieron en el 2011 para llevar adelante un producto animado soberbio que, pese a haber sido un éxito de recaudación y crítica, parece haber quedado relegada en la memoria colectiva debido a la sobreabundancia de películas animadas que inundan el mercado cada año.
Hablamos de Rango, un western en clave de comedia con animales antropomórficos haciendo de protagonistas.
Rango (Depp) es un camaleón adulto que pasó toda su vida en un terrario, soñando con ser un héroe. También se considera actor, pero la vida dentro de una pecera gigante no le ofrece demasiadas aventuras. En un viaje por la ruta el auto en el que viajan sus dueños tiene un accidente menor, y la mascota cae sin que los humanos lo noten. Rango queda a la merced del inclemente desierto Mojave estadounidense.
El armadillo que provoca el accidente le da dos datos importantes. El primero es la razón por la cual estaba intentando cruzar la peligrosa carretera: —en donde vemos pasar un automóvil que conduce Raoul Duke, el protagonista de Pánico y Locura en Las Vegas, también protagonizada por Johnny Depp— es para llegar “al otro lado”, a fin de encontrar al Espíritu del Desierto. El armadillo le señala el segundo dato importante a Rango: la existencia de un pueblo llamado Dirt (“tierra” en español) en donde podría llegar a conseguir el agua que tanto anhela beber.
El conjunto de casitas constituye el típico pasaje de un western clásico. Está el salón, la casa del alcalde, la oficina del sheriff donde están las pocas celdas que necesitan, una torre con un reloj, algunos negocios variados y el banco, en donde se guarda el bien más preciado que escasea: el agua. En Dirt todo el oro del mundo vale menos que un vaso de cristalino líquido. Los habitantes se tienen que contentar con agua de cactus como sustituto, pero saben que la situación es límite. Si no consiguen H2O pronto el destino de todos ellos será funesto.
Para colmo de males, no tienen un sheriff que imparta justicia. El entorno es hostil, y los pueblerinos son bastante crédulos. Rango encuentra un sitio propicio para desplegar todo su histrionismo. El accidente le dio la oportunidad de convertirse en quien quiera ser. Su lengua larga —no sólo por ser un camaleón— pronto lo mete en problemas.
En la taberna no duda en contar sus hazañas imposibles de comprobar. Cuenta, entre otras cosas, como venció a los temibles Hermanos Jenkins. Esto no sólo impresiona a los pocos impresentables que merodean en el tugurio, sino que su imposible victoria llega a oídos del alcalde John (Ned Beatty), una tortuga desértica que se mueve en silla de ruedas y anhela la llegada de un temible hombre de ley. La falta de agua y los posibles ladrones no son la única preocupación. La amenaza constante de Jake (Bill Nighy), una serpiente diamantina de cascabel que, en vez de tener en su extremidad el famoso cascabel tiene un arma de fuego insertada. Es el depredador más temido por todos los habitantes, y los cuentos sobre cómo Rango venció en el pasado a enemigos formidables se traducen de inmediato en una oxidada placa en su pecho que lo corona como el nuevo sheriff.
También impresiona a Beans (Isla Fisher) una iguana del desierto huérfana, dueña del último campo del poblado… pese a que no hay nada para cultivar. Sufre parálisis repentinas, en donde se queda dura como una estatua, pero se siente segura en torno a Rango. Ella cree que es la esperanza para el repunte del lugar donde nació y se crió, y de a poco empieza a enamorarse del excéntrico camaleón.
Cuando el último botellón con agua desaparece le toca a Rango investigar qué sucedió y devolverle el sustento al casi desesperanzado pueblo que lo admira. El trabajo casi detectivesco se mezclará con una aventura vertiginosa, repleta de acción (con homenaje incluido a la icónica batalla final de Star Wars: Una Nueva Esperanza) y comedia por doquier.
Rango es un film infalible, una película animada que apuesta a utilizar el maleable universo caricaturesco —pero capturado con un increíble realismo que pocas obras del género son capaces de emular— para rendirle pleitesía a los clásicos westerns, incluyendo una excelente aparición de alguien que no es Clint Eastwood pero es idéntico al gran Clint y su famoso cowboy protagonista de la trilogía “del dólar” que transformó al actor en un ícono del género.
Este largometraje no utilizó el famoso método de captura de movimiento, en donde los actores deben usar unos trajes parecidos a los de los buzos, que traducen la actuación a información en una computadora. En cambio Verbinski decidió juntar a todos los actores, darles algunas piezas de utilería y algo de vestuario para que los interpretes puedan construir los personajes, y grabó todo para que los animadores, después, pudieran utilizar esos fotogramas para replicar los movimientos y gestos, exagerándolos cuando fue necesario, amoldando las performances de acuerdo a la amplia variedad de animales que componen el pintoresco elenco.
Esto significa que, en algún lugar, existe una versión completa de Rango filmada en una habitación pelada, con los actores interpretando a los animales, vestidos casi de “civil”. Si bien existen algunos fragmentos en internet en donde se puede ver esto, no somos pocos los que pedimos que lancen todo el material para el goce de los fanáticos.
Las interpretaciones están al nivel de la animación hiperrealista. Verbinski se encargó de dirigir un largometraje que mantenga su estilo en extremo cinético. La cámara se mueve todo el tiempo, es tan dinámica como la narrativa. La historia entretiene tanto como las voces de los actores y la sucesión de escenas. En sucesivas revisiones el espectador siempre puede encontrar nuevos detalles en las increíbles escenografías virtuales. Siempre hay nuevas sutilezas en las animaciones de los personajes. Los chistes funcionan, y están bien dosificados. Rango, el protagonista exclusivo, cumple con su arco. Pasa de ser un bocón a un héroe, más humano que muchos superhéroes que hoy están de moda.
El viaje que hace el pequeño camaleón por el desierto no sólo homenajea a Eastwood sino que honra a Carlos Castaneda, el antropólogo y escritor peruano que detalló en fascinantes libros como Las Enseñanzas de Don Juan o Relatos de Poder cómo con la guía del chamán Don Juan hace un camino plagado de drogas alucinógenas, exploraciones internas y viajes alucinantes con la finalidad de convertirse en un brujo. Rango no experimenta con drogas, pero las alucinaciones, los mensajes trascendentales y el renacimiento espiritual que vive el camaleón se asemeja tanto a los libros de “antropología” de Castaneda como a los western de Sergio Leone.
Rango es un producto animado extraño, de esos que se hacen poco —como la fascinante pero nunca hecha The Goon, que lleva diez años volviendo loco al gran David Fincher—; es una comedia que pueden disfrutar los más jóvenes pero que aquellos amantes del western pueden apreciar aún más. Johnny Depp demuestra su capacidad como interprete dotando a su camaleón con una personalidad adorable, un poco aventurera, bastante miedosa y nerviosa. El corazón del protagonista es tan grande como el de la totalidad del equipo que trabajó para llevar esta joya a las grandes pantallas.
Rango se encuentra disponible en Netflix, y es un largometraje excepcional que merece ser visto al menos una vez.