Juan Manuel de Rosas – 1793-1877
Juan Manuel de Rosas, “comandante del pueblo armado de la campaña”, es elegido por la Legislatura para el cargo de gobernador de la provincia de Buenos Aires el 6 de diciembre de 1829 y se le otorgan las facultades extraordinarias. Estaba claro una vez más que los unitarios se habían equivocado al pensar que con el asesinato de Dorrego se cortaría la cabeza al partido federal.
Rosas recibe el apoyo de diversos sectores sociales, pero será apoyándose en el sector ganadero de la provincia de Buenos Aires que afianzará su poder, consolidado solo en 1835, es decir, después de su campaña al desierto con la cual, además de prestigio nacional, consiguió extender el poder de la clase a la que el mismo representaba. No obstante, contó desde el principio con la adhesión popular más calurosa, exteriorizada con frecuencia en las calles de Buenos Aires. Sin duda los sectores sociales más desposeídos reconocieron en Rosas al político de acción que creía en el pueblo y en su causa: el federalismo.
En lo inmediato, la llegada de Rosas al gobierno resuelve las discrepancias internas de la provincia, pero el resto del país aún permanecía convulsionado y la paz se veía lejana. Las conspiraciones unitarias no cesaban y tenían su promotor en el general Paz, que formaba la Liga de gobiernos interiores para enfrenta al litoral. Rosas entonces recurre al Pacto Federal – 1831- por el cual logra un principio de unidad entre las provincias de Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos, además de la delegación de las Relaciones Exteriores en la segunda de las tres.
Distinto será el poder alcanzado por Rosas durante su segunda gobernación. Tras la muerte de Quiroga- febrero de 1835- y la repercusión de hecho en Buenos Aires le son otorgadas no solo las facultades extraordinarias sino también la suma del poder público.
En cuanto a la política económica, el segundo gobierno de Rosas también difiere del interior: ahora tenderá al proteccionismo. “La política nacional de Rosas consiste en la complementación, con una industria nacional, del sistema económico ganadero de Buenos Aires. El esquema se traduce geopolíticamente en la aspiración de reconstrucción integral del Virreinato del Rio de la Plata”. (Ortega Peña y Duhalde en : Baring Brothers y la Historia Política Argentina).
La consecuencia inmediata de esta política económica es la Ley de Aduana, en diciembre de 1835. Las potencias europeas- Francia e Inglaterra- que desde hacía tiempo tenían los ojos puestos en Buenos Aires, vieron peligrar sus intereses. Sobreviene, tras un pretexto cualquiera, el bloqueo francés. Rosas mantiene una actitud intransigente y su voluntad de no ceder lo obliga a imponer a la ciudadanía un periodo de austeridad y sacrificio, mientras los sectores lustrados se aliaban a los extranjeros para liberar al país de la “tiranía”.
A esto debe sumarse la situación de los países vecinos, sobre todo de la Banda Oriental, en donde los unitarios exiliados estimulaban a Fructuoso Rivera, comandante de la campaña, para recuperar la zona mesopotámica, lo que concluiría en un enfrentamiento con Buenos Aires; por otra parte, en Bolivia el general Andrés Santa Cruz alentaba los desacuerdos internos, buscando la expansión y fortalecimiento de su propio país. Detrás de Santa Cruz estaban, como siempre, los intereses ultramarinos.
Finalmente, Francia e Inglaterra deciden la intervención conjunta, lisa y llama, en el Rio de la Plata.
El pueblo apoyó totalmente la gestión llevada a cabo por Rosas frente a la invasión: no aceptaba ser una colonia de las metrópolis europeas. El 19 de noviembre de 1845 se afectó al ataque en la Vuelta de Obligado. Nuestras fuerzas, al mando del general Lucio Mansilla, lucharon hasta el final pero los aliados forzaron al paso. No obstante, la importancia política del hecho fue singular pues dio mayor ímpetu a la resistencia en defensa de la soberanía nacional.
Puesto que la agresión europea directa había sido vencida, era necesario recurrir a otros medios para apoderarse nuevamente del país; la única forma era acabar de una vez por todas con el Restaurador de las Leyes. Se recurre entonces a una coalición, que utiliza a Urquiza, gobernador de Entre Ríos, como instrumento ejecutor de un plan concebido en el extranjero. Urquiza acepta.
La Confederación Argentina estaba por declarar la guerra al Imperio. Es en esa circunstancia en que Urquiza firma un pacto con el Brasil y el gobierno de Montevideo para derrocar a Rosas. El 1° de mayo de 1851 se produce su pronunciamiento: quita a Rosa el ejercicio de las atribuciones delegadas y se reserva el derecho de entenderse con los demás países del mundo. En lo que resta del año 1851 se forma el ejército aliado que habría de derrotar a Rosas en Caseros, el 3 de febrero de 1852.
¡Viva la Patria!
Yo me llamo Juana Peña
y tengo por vanidad,
que sepan todos que soy
negrita muy federal.
Negrita que mando fuerza,
y no negrita pintora.
Porque no soy de las que andan
como pluma voladora.
Negrita que en los tambores
ocupo el primer lugar,
Y que todos me abren cancha
cuando yo salgo a bailar.
Negrita que no hago caso
de cualquier badulaque,
porque me sobran a mí
negritos lindos de fraque.
Y como también presumo
con mi hermoso peinetón
suelo hacerme de rogar
cuando llega la ocasión.
Pero ya que me han chiflado
por meterme a gacetera,
he de hacer ver que aunque negra,
soy patriota verdadera.
Por la Patria somos libres,
y esta heroica gratitud,
nos impone el deber santo
de darle vida y salud.
La Patria se ve amagada
de unos pocos aspirantes,
que quieren sacrificarla
por salir ellos avantes.
Opongamos a su intento
nuestros pechos por muralla,
y reunidos los negritos,
corramos luego a salvarla.
Esto aconsejar debemos
las mujeres al marido,
y las madres a sus hijos
en señal de agradecidos.
Yo por desgracia no tengo
hijos, padre, ni marido,
a quien poderles decir,
que sigan este partido.
Pero tengo a mis paisanos,
los negritos Defensores,
que escucharán con cuidado
estas fundadas razones.
A ellos dirijo mi voz,
y con ellos cuento yo.
Porque sé que en siendo tiempo
no me han de decir que no.
Patriotas son y de fibra,
de entusiasmo y de valor,
defensores de las Leyes,
y de su Restaurador.
Solo por Don Juan Manuel
han de morir y matar,
y después por los demás,
mándame mi general.
Mándame mi general,
le han de decir al traidor
que los quiera hacer pelear
contra su Restaurador.
Mándame mi general
se lo dice Juana Peña,
mándame mi general.
Esa negrita porteña.
Hasta el domingo que viene
mándame mi general,
pues puede ser que después
no me mandes general.
Fue publicado en el año 1833 en el periódico La Negrita. Jorge B. Rivera atribuye la dirección de este periódico a Luis Pérez, quien probablemente sea también el autor de estos versos. Dice Vicente Rossi que los negros “consiguieron inmediata e incondicional libertad durante el gobierno de Rosas”. A pesar del dictamen de la Asamblea de año 1813 que disponía la libertad de los esclavos, la situación continuó sin modificaciones, sobre todo en el interior del país. Es durante el gobierno de Rosas que se prohíbe de manera definitiva el comercio de seres humanos. En uno de los versos menciona los sucesos que tuvieron lugar durante el gobierno de Balcarce –diciembre de 1832 a noviembre de 1833- con el propósito de desplazar a Tosas, que se encontraba, en ese momento, realizando la campaña del desierto. La participación, o al menos el consentimiento de Balcarce en tales hechos, provocó que los federales “netos” llevaran a cabo la revolución de los restauradores el 11 de octubre de 1833 que lo obligó a renunciar a su cargo.
Fuente Luis Soler Cañas
Trágala, Trágala
Trágala, trágala,*
Federación
¡Viva el gran Rosas!
¡Muera el traidor!
El que no tenga
moño punzó
sufra la pena:
verga y jabón.
Si no le gusta
vaya al Quebracho
que allá Pacheco
da pa tabaco.
*El trágala es una canción que utilizaban los liberales españoles y que los federales rosistas adaptaron a nuevas circunstancias. En Quebracho Herrado, Oribe dio alcance a Lavalle y lo derrotó el 28 de noviembre de 1840. Pacheco era el segundo del ejército federal de Oribe. Tuvo a su cargo la columna encargada de perseguir y derrotar definitivamente al general Gregorio Aráoz de Lamadrid.
Reciba mi don…
Reciba mi don…
cinta colorada y fuerte,
tiene el letrero que dice:
Federal hasta la muerte.
A los federales
les quisiera dar
huevitos hervidos
en agua de azahar.
A los unitarios
les quisiera dar
tártago molido
en agua ‘e solimán.
Fuente Olga Fernández Latour
Cancionero Federal – Selección y Notas de Griselda Vignolo – Crisis – 1976