Cuenta un pasaje bíblico que un joven pastor judío llamado David derrotó a un guerrero filisteo gigantesco conocido como Goliat; éste habría estado perfectamente armado y protegido con armadura. Lo interesante del relato es que el muchachito venció al gigante con un tiro de honda, o como dirían en nuestros barrios, un buen “gomerazo”. De esa manera, los israelíes se habrían librado de la amenaza que representaba ese pueblo vecino.
Pero no se trataba de la clásica “honda” o “gomera” de horqueta, sino de un lienzo del material que se tuviera a mano y que se cargaba con una piedra del tamaño necesario para alcanzar al enemigo y lo más importante, que el lanzador contara con la fuerza suficiente para que el proyectil impactara en el adversario. Así habría sido el enfrentamiento entre el israelí y el filisteo.
Se cree que esa arma se habría originado en el período neolítico temprano, cuando el hombre ya era un cazador consumado. Pero las referencias acerca de su uso, aparecen a lo largo de los registros humanos de distintas épocas; incluyendo las utilizadas por algunos pueblos americanos durante la resistencia a la conquista europea a partir del siglo XV, llamadas huaracas en territorio incaico. Hoy en algunas zonas de nuestra América se sigue llamando así, a una suerte de fusta que sirve para azuzar al ganado. Los nombres de las legendarias hondas según el lugar y la época son variados; pero todos cuentan con la legitimidad que les otorga el uso.
Ignorantes de aquellas lides bíblicas y de las sesudas investigaciones de arqueólogos e historiadores, los pibes de Buenos Aires de mediados del siglo XX nos iniciábamos en los secretos de la gomera (casi nadie les decía hondas), apenas comenzábamos a ganar la calle para jugar o al comenzar la escuela primaria; el contacto entre pares convertía en inútil al secreto mejor guardado que uno tuviera en su casa. Así se accedía al dominio de ese instrumento que otorgaba una extraña sensación de poder; era un arma. Por lo general, la confeccionaba un adulto o un pibe más grande. Bastaba con conseguir una horqueta de árbol lo suficientemente dura como para resistir el futuro tironeo, un trozo de cámara de neumático o de una goma cuadrada muy elástica que se compraba por metro en bicicleterías o ferreterías y un rectángulo de cuero donde se deposita el proyectil; el resto es destreza y puntería. También circulaban algunas de horqueta metálica, pero no contaban con muchos adherentes. Demás está decir que las víctimas propicias de los pequeños predadores, eran en primer lugar los pajaritos, pero también algún vidrio de ventana que recibía un disparo perdido y en no pocos casos, heridas que iban desde un magullón o lastimadura superficial, hasta la pérdida de un ojo u otra herida grave.
Si decíamos que el conocimiento de la honda se pierde en la noche de los tiempos, es fácil reconocer su uso en cualquier provincia argentina y también, con seguidores de edad parecida.
Los adultos suelen tener entretenimientos más letales que las gomeras.
No obstante, como prueba de los daños que pueden provocar esas armas en las aves, en el año 2001 la municipalidad cordobesa de Huinca – Renancó intentó un novedoso trueque para terminar con la caza indiscriminada de pajaritos; ofreció a los chicos libros con temáticas conservacionistas y pelotas de fútbol, a cambio de gomeras y tramperas para pájaros. Es que debido a la plantación sistemática que durante años esa comuna hizo de distintas especies de árboles, la zona se pobló de calandrias, zorzales y cardenales; amenazados por los niños que gomera en mano, salieron a cazar sistemáticamente a los indefensos vecinos. Más de veinte años después, no sabemos qué suerte corrió esa iniciativa, pero es digna de ser imitada.
Pero en materia de gomeras, no todo es juego ni nostalgia. Basta repasar los enfrentamientos que con frecuencia alarmante se registran en los territorios palestinos ocupados por tropas israelíes, donde mediante fotografías y filmaciones se observan chicos y adolescentes gomera en mano, enfrentándose a los militares. En la llamada Intifada (rebelión popular) ocurrida a mediados de la década de 1990 en esas zonas, las imágenes son elocuentes y la gomera, gran protagonista.
Asimismo, sin alcanzar la complejidad y el nivel de violencia generalizada de Oriente Medio ya que aquello trata de conflictos de características totalmente ajenas a las luchas sociales nuestras, recordemos que también a mediados de aquellos años comienzan a florecer en nuestras rutas los cortes piqueteros. Algunas veces esas situaciones de fuerza motivadas por la caída de la actividad económica y la calidad de vida, se resolvían pacíficamente; en otras, la quema de neumáticos y los gomerazos de los manifestantes, enfrentaron la represión oficial.
En éstos días y virtualidad mediante, en las redes existe una variada oferta de gomeras de todo tipo: soportes de material plástico, madera, con aleación de aluminio, resorteras y también las artesanales clásicas. Además se realizan torneos de distintas categorías, donde se evalúan distancia, puntería, velocidad y otras destrezas.