El sistema presidencialista argentino se caracterizó a lo largo de los años, por el fuerte protagonismo del primer miembro de la fórmula. Este desequilibrio en cuanto al impacto de imagen pública y a la responsabilidad en tareas concretas que existe a favor del presidente no es nuevo.
Para probar esta afirmación basta con remitirse a los gobiernos de mayor trascendencia de nuestra Historia. Salvo los especialistas ¿Cuántos argentinos saben que el ingeniero Francisco Madero fue quien secundó a Julio Argentino Roca en su primera presidencia? ¿O que Pelagio Luna fue el acompañante de Hipólito Yrigoyen en su debut presidencial?
Es indudable que la mayoría de “los vice” tendrían sus propios valores y cualidades, pero ni el mayor esfuerzo de imaginación puede equiparar el peso político e institucional de Hortensio Quijano y el almirante Alberto Teissaire (los acompañantes de Perón en sus primeros mandatos) con el protagonismo del fundador del Justicialismo, o el espacio que ocupo Víctor Martínez como segundo de Raúl Alfonsín o Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf respectivamente, acompañando a Carlos Menem. Este desequilibrio generó no pocos roces; ya que mientras el jefe del Poder Ejecutivo concentraba (y lo sigue haciendo) una importante cuota de poder, el vice, para la imaginación popular y para gran parte del mundillo político, debía limitarse a “tocar la campanilla”, ya que entre sus tareas está la de presidir la Honorable Cámara de Senadores de la Nación y por supuesto sus sesiones; de ahí la gráfica expresión que alude al papel de Vicepresidente en ese ámbito, ya que para la mayoría de la gente, no está clara la función del segundo hombre del binomio, salvo la de reemplazar al presidente en caso de muerte, incapacidad o renuncia.
Pero este acompañamiento no fue siempre idílico. Uno de los casos más sonados fue el que protagonizaron Arturo Frondizi y su vice Alejandro Gómez. El episodio tuvo ribetes novelescos ya que hablaba de complots (en los años siguientes los planteos militares se volverían algo cotidiano para Frondizi) y movimientos subversivos; la crisis se resolvió con la renuncia de Gómez en noviembre de 1958.
También en el gobierno de Arturo Illia se habrían registrado roces entre el primer mandatario y su vice Carlos Perete. El anecdotario político recoge un comentario atribuido al médico cordobés quien informado de una declaración hecha por el doctor Perete habría ordenado a un colaborador: “Avísenle a Carlitos (Perete) que a él lo eligieron para tocar la campanilla del Senado.” En esta línea de protagonismos conflictivos entre quien “ejecuta” y el que “toca la campanilla”, es recordable la relación entre Fernando De La Rúa y su vice Carlos “Chacho” Álvarez. La dupla tuvo en ese caso, además de los perfiles personales que parecían invertir los roles, un componente político adicional que llevo al líder del FREPASO a renunciar a su cargo y a sellar virtualmente, la suerte del gobierno de la Alianza. Pero no fue “Chacho” el único vicepresidente díscolo en los tiempos recientes. A mediados de 1998, cuando Carlos Menem anuncia públicamente que desiste de su pretensión de gobernar un tercer periodo, Carlos Ruckauf comienza a tomar distancia del presidente y cobra notoriedad su alineamiento con el caudillo bonaerense Eduardo Duhalde, quien será a la postre, candidato presidencial del Justicialismo en 1999. En ese cambio de frente, Ruckauf se alzó con la gobernación de la provincia de Buenos Aires.
Y si nos remitimos a la etapa post De La Rúa, todavía está fresco el recuerdo del presidente Néstor Kirschner, desautorizando públicamente a su vice Daniel Scioli quien había realizado declaraciones en materia económica, que no fueron del agrado del Primer Mandatario.
Más adelante siguieron el “toque de campanilla” de Julio Cobos del 2007 al 2011 con la 125 sonando a traición.
Amado Boudou del 2011 al 2015. La imprenta Ciccone Calcográfica luego, con el sonido de la justicia que lo sacó del juego y lo puso en la cárcel.
Gabriela Michetti del 2015 al 2019 con los bolsones con dinero que era plata de donaciones y préstamos bancarios con un tintinear poco claro.
Cristina Fernández de Kirchner del 2019 a la fecha con el sonido de campanilla a pleno.
“Tocar la campanilla” en el Senado, parece ser la imagen más conflictiva de los vicepresidenciales.