Existen no pocas versiones que aluden al origen de este dicho, por otra parte muy usado en la actualidad.
Desde quien lo relaciona con la estadía de Hernán Cortes en México sobre cierto capitán llamado Villadiego y un hipotético escape hasta cientos de historias sobre un terrible bandolero difícil de apresar.
Sin embargo quienes están más cerca de la verdad, son aquellos que lo relacionan con un episodio ocurrido en Burgos, y se fundamentan en la transcripción del dicho completo: Tomarse las calzas de Villadiego.
Fernando III “el santo”(1201-1252) Rey de Castilla y de León, famoso por haber mandado traducir el castellano el Fuero juzgo, sin conocerse fehacientemente el por qué otorgó ciertos privilegios a los judíos habitantes del Villadiego (Burgos). Cuentan relatos de la época, que estando en viajes por la zona, el carruaje del rey se averió y tuvo que pasar noche en Villadiego, siendo muy ben atendido por sus habitantes. Cuando las redadas contra judíos. Fernando III otorgó especial protección a los habitantes del Villadiego, en agradecimiento por el gesto narrado.
Los judíos de pueblos vecinos, para eludir castigos decían que eran de Villadiego.
Como la voz corrió por todos los poblados, los habitantes de Villadiego en especial los de origen judío, resolviendo usar unas calzas (vestidura que cubría el muslo y la pierna. Usábase más comúnmente en plural. Vestimenti genus, quo tibiae et femora obtegebantur), de color chilló rojizo que evidentemente les distinguía de la calzas tradicionales (negra marrones o blancas). Los judíos de otros pueblos conocieron la noticia y se cambiaban las calzas cuando se producía alguna razia por orden real.
Este tomar las calzas de Villadiego salvaba a muchos de ser apresadas y en muchos casos colgados.
Rodrigo López y Suarez, nos dice que “los pobladores que no eran de origen judío tomaban a la chacota con fieras bromas a quienes apareciese con “calzas bermejas”, desnudándolos y aporreándolos”. (De su libro: Judíos y ladrones perseguidos por igual, Madrid, 1870).
El Origen de los Dichos – Editora Selene – 1990 – por María Corrado
Sal Luego, Toma las Calzas, no Arguyas
San Pedro en una estancia de la cárcel con el soldado “Villadiego”, y en medio de la misma, un ángel indicando con su mano izquierda a San Pedro que salga de la estancia en modo apresurado, por lo que sin darse cuenta, y en vez de tomar las suyas, toma las calzas del mencionado soldado “Villadiego”.
Villadiego era un soldado
que a San Pedro, en ocasión
de estar en dura prisión,
nunca le falto del lado.
Vino el espíritu alado,
y, lleno de vivo fuego,
le dice a Pedro: – Sal luego,
toma las calzas, no arguyas -.
Pedro, por tomar las suyas,
tomó las de Villadiego.
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